Después de escuchar el Tercer Concierto para Piano, de Sergéiv Rachmaninov, uno puede preguntarse: ¿qué tragedias llevaron al compositor ruso a crear esta obra?, ¿por qué algunos pianistas aseguran que es la pieza más difícil de interpretar?, y ¿por qué provoca tanta emoción en gran parte del público?

Tratando de dar respuesta a esas inquietudes, reflexionamos sobre la sensación de que esta música da vueltas sobre un eje de melancolía, se desarrolla con pasión, pero siempre en torno a ese fondo de tristeza; desde un tema principal melancólico y otros secundarios, también en tono triste, el autor desarrolla todo un mundo de tensiones que luego deshace en el regreso a la depresión, pero ya calmado; así, provoca y desborda emociones al oyente y luego lo devuelve tranquilizándolo, porque es insoportable mantenerse con tanto abatimiento. Es como una ola que rompe finalmente en la playa; tal vez por eso le gusta al público.

En cuanto a los motivos de Rachmaninov para escribir la obra, seguramente influyeron las constantes pérdidas que tuvo en su vida, como la muerte de su madre siendo niño, el exilio y el peregrinaje por diversos países. Acerca de la dificultad para interpretar este concierto, se recuerda la trágica vida del famoso pianista David Helfgott, que sufrió un colapso nervioso en su examen final con esta obra de Rachmaninov y que estuvo en clínicas siquiátricas durante 10 años; de ese nivel es la cantidad de sensaciones que puede provocar este concierto.

Las reflexiones anteriores surgieron al oír, el jueves pasado, en el Teatro Principal, a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato y al pianista Vyacheslav Gryaznov, dirigidos por Roberto Beltrán Zavala; quienes ofrecieron momentos virtuosos, como cuando la orquesta y el solista dialogaron plenamente, y también cada uno por su parte, se lucieron. Momentos que son muy difíciles de expresar con palabras, porque la música tiene su propio lenguaje.

Así comenzó la segunda temporada de la OSUG este año.