Ecos de Mi Onda

Soberanía en tres secciones

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La soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos.
Francis Bacon (1561-1626) filósofo inglés.

Soberanía 1

Un día apareció el hombre importante en la pantalla,
un día no como todos los ordinarios días.
Tenía algo especialmente fulgurante en la mirada,
en el estruendo de su voz enardecida,
que erizaba la piel por el fervor del excitado patriotismo.

Resaltaba por un cuerpo sobre los subalternos,
erguido con su figura notable en la tribuna.
A cada una de las frases que se iban esparciendo
todos ellos asentían con la cabeza,
como la hierba se encorva dócil por el viento.

Las palabras caían con su sonido tintineante,
inevitable influjo del canto de sirenas,
el seductor anuncio de un destino hacia la gloria
cumpliendo el esplendor de un divino cometido,
la inmolación del individuo por la patria.

Marcharon latiendo el corazón enardecido,
cantando la balada del triunfo presentido,
ajenos a la posibilidad de pensar en la derrota,
pues la piel es coraza si se combate por justicia
y el adalid avanza encabezando la milicia.

Todo cambió al llegar al frente de batalla,
el destino se transformó en amarga pesadilla
con el caudillo vociferando desde la retaguardia,
mientras la roja sangre brotaba en las heridas
de todos los contendientes sin distinción de insignia.

¿Cuál es la causa que con inusitado ardor defiendes?
Le preguntó un soldado en la feroz contienda al enemigo.
Mi causa es la libertad por una patria soberana
que has transgredido al convertirte en adversario,
del ideario que configura la plenitud de mis lealtades.

Ruindad que te escudes en las convicciones,
por las que fui a la vez yo mismo convocado,
para sofocar el fuego que en ti arde belicoso
embriagado de ambición contra mi pueblo,
nítida visión que expuso nuestro gobernante.

Heridos de muerte de pronto ambos se irguieron
justo en el umbral del paso a lo desconocido.
No pudieron distinguir entre la sangre derramada
cuál era la que pertenecía a cada uno de los cuerpos,
ni cuál era la manta de ideales que los envolvía.

Al mirarse a los ojos advirtieron un brillo de nobleza,
sin explicarse qué los llevó a ser contrincantes,
a luchar con tanto furor si los dos querían justicia
y la preciosa libertad en una misma causa,
mancillada fatalmente por una radical codicia.

Cada nación hoy vela con honores a sus muertos
y en el panteón de los desconocidos serán depositados
como los héroes anónimos de una epopeya.
La vida prosigue en sus historias y afanes cotidianos,
mientras la guerra sopla en el cerebro de los adalides.

Soberanía 2

Érase un pueblo en proceso de elecciones
levantando el entusiasmo en la campaña,
globos y porras arengas y canciones
y las jugosas promesas del mañana.

Nunca le faltará a usted el alimento,
fíjese usted que mis manos no están sucias,
deme su voto y tendrá casa y sustento.
Digo la verdad, el otro sólo argucias.

Alarde de honestidad buscando el voto,
inteligentes serán los partidarios
que obtengan la credencial de fiel devoto.

Notas excelsas violín de Stradivarius,
nefasto silencio al levantarse el coto,
calzado el poder surgieron los sicarios.

Soberanía 3

Corre la muchedumbre
Tras una vela encendida
Destellos lilas y verdes
Chispeando en la encrucijada
Vapor de plomo fundido
Se agota el aire en el habla
Sólo rebotan vocablos
La farsa de la mañana
Vienen y van las mentiras
En dinámicas piruetas
Tarde que se me hace tarde
Para que aclare el mañana.