El Laberinto

Pelotas en el piso

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Quisiera iniciar este laberinto con una disculpa por la ausencia y el mes de silencio, no solo a mis lectores, que espero seguir teniendo, sino también a mis círculos cercanos por los mensajes sin responder, las citas canceladas y la desatención. Decidí dejar casi todas mis pelotas en el piso, pues un par me estaban dando problemas y para mí era sumamente importante salvarlas. 

Se habla mucho del balance que se debe de tener en la vida adulta: de que tenemos que poder balancear amigos, familia,  pareja,  pasatiempos, ocio,  trabajo,  descanso,  mantenimiento de la casa y cuidado de la salud. Suponiendo que cada uno de estos rubros de la vida, más los que seguramente estoy olvidando, es una pelota y que nosotros somos aquellos malabaristas capaces de mantener esas nueve bolas en el aire todo el tiempo y esta temporada me enseñó que no es verdad y que no tendría que sentirme culpable por a veces no poder con todo, pues existen variables capaces descompensar las cosas .

Uno de los primeros puntos en contra es el tiempo, cada actividad lo requiere y así uno debe elegir a qué vamos a dedicar esas, en promedio, dieciséis horas que pasamos despiertos, pero es muy romántico pensar que elegimos en realidad, pues hay puntos prioritarios que hacen posibles los demás, como trabajar para poder costear la subsistencia y el ocio. Aparte de que existe una jerarquización social, por lo que está bien visto renunciar incluso a la salud o a la familia para ser más productivo, pero rara vez alguien entenderá el renunciar a una buena remuneración por tener más tiempo para aquello que nos hace felices.

Por si no tuviésemos el tiempo encima, no siempre basta con tenerlo, hay que tener disposición salud y recursos para llevar a cabo cada actividad, el que te sobren diez horas despierto después de las obligaciones diarias no quiere decir que tengas cabeza o ganas para hacer algo más, incluso estando bien descansado y comido el estado anímico no nos permite ni siquiera hacer aquello que sabemos que nos haría sentir mejor y ese ocio que no cultiva ni genera nada más que un poquito de paz mental suele venir también cargado con la culpa de la improductividad.

Además, no todas las pelotas son iguales ni resisten igual las caídas, hay unas tan frágiles como una bola de cristal y otras que regresan a nosotros de puro rebote y otras que simplemente esperan tiradas a que volvamos a hacerlas volar y entonces ahí uno tiene que tener buen ojo para soltar aquellas que sabemos tendrán menores consecuencias o rescatar a las que sabemos que están a punto de perderse si es que nos importan o aprender a soltarlas si el esfuerzo es demasiado o interfieren con el resto y además corremos el riesgo de equivocarnos y subestimar o sobreestimar alguna. Supongo que solo nos queda ejercitar el ojo, la destreza, pero sobre todo la paciencia, con uno mismo y con el resto.