Histomagia

GUILLERMO

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Las noches en Guanajuato son generalmente frías, aún en tiempos de calor, una ventisca helada cae desde la sierra y pasa por cada callejón llevando mensajes para los muertos y vivos de por aquí. Por eso, es que cuando los turistas llegan a Guanajuato, no comprenden cómo es que muchos de los guanajuatenses pasean por las noches sobre todo cuando las fiestas, a lo largo del año hacen, presentes a deidades que protegen la ciudad como al Virgen de la Basílica de Guanajuato o el mismo San Ignacio de Loyola, encargado de cuidar y procurar el bienestar energético de las almas vivas y muertas de este lugar.

Pues bien, las noches son entonces la oportunidad en que también los muertos salen de donde estén: tumbas, gavetas del panteón, paredes de las casonas antiguas, ríos o presas donde murieron ahogados, o la subterránea ejemplo de las conexiones con el antiguo Guanajuato donde aún viven almas perdidas que todavía piensan que siguen en este plano de existencia. Muchos de estos espíritus se aparecen entre las personas vivas haciendo como de turistas, otras solo se aparecen en los callejones vacíos, son más tímidas, algunas más se quedan como siempre en sus casonas antiguas viendo pasar la vida nocturna de allá afuera en vida-muerte contemplativa que les permite ver cómo va cambiando el paisaje y las modas y las personas, y el transporte y… todo.

Pero lo que sí es aterrador, son aquéllos muertos que no contentos con su condición, se dedican a molestar de alguna manera a los vivos, ya sea que se les aparezcan de repente, arrastren cadenas, jueguen con pelotas, canicas o muñecas que mueven de lugar o incluso hacen ruidos comunes como mover sillas, trastes, o también ululan, dan gritos de terror, o ya de plano arrastran a sus víctimas a lugares insospechados en sus casas. Eso sí, lo que muchos llaman parálisis del sueño, aquí en Guanajuato es el pan nuestro de cada día. Siempre escuchas que alguien sufrió la clásica “subida del muerto” donde no te puedes mover, aunque estés consciente, despierto, sólo no hablas ni te mueves, y aunque tengas compañía en la cama, no puedes despertarlo, y la desesperación es tal que el terror hace que esos seres malos se alimenten de esa energía y cuando están llenos, se bajan de ti y van en busca de otro ingenuo para drenarlos.

Pero aquí hablaremos de esos que no contentos con acortar tu sueño, se aparecen en ellos y desde ahí hacen de las suyas mostrándote acostada en espacios desconocidos cómo ellos te inspeccionan, te mueven, y tú tratando de despertar, en tu desesperación apenas si puedes abrir los ojos, y ves una pared verde claro, pero los ojos se te cierran y los intentas abrir, los abres un poco y alcanzas a ver un brazo que te mueve del tu  brazo para ver tu espalda como inspeccionando algo, alcanzas en ese instante a escuchar una voz de señora que dice; “quiere despertar”, pero sigue inmutable su inspección. De proto, estás cierta de que es un sueño, tratas de abrir los ojos en este plano, en tu cama, y no puedes, ese sueño bizarro aún se apodera de ti y el ser que te toca con su mano de piel morena, no deja que te despiertes; el intento lo estás haciendo a la par en el sueño y en tu realidad, no puedes despertar, la desesperación es suprema hasta que por obra y gracia de Dios sientes la garrita de uno de tus gatos y despiertas como por arte de magia muerta de terror, buscando entre penumbras a ese ser que se te subió en la realidad y que te hizo vivir en los sueños una de las peores pesadillas que has tenido jamás. Nadie, no está nadie. Sólo tus gatos dormidos, excepto Guillermo, el gato que te sacó de esa terrible pesadilla, él te ve y se acurruca a tu lado para protegerte de esos seres, de esos muertos, de esas almas muertas que dicen los que saben que son de los más peligrosos pues te ensueñan como en realidad virtual y te hace vivir de primera mano, terribles sueños donde tratan de parecer personas, pero ya no lo son, y eso es lo que no perdonan, por eso nos molestan, ya que sentir por un instante de aparente vida, los hace seguir con fuerzas en ese oscuro lugar donde se esconden, donde te vigilan cada noche, en espera de sorprenderte, así como me sorprendieron a mí y que gracias a mi gato que adopté ya mayor, ya viejito, mi Guillermo, en su eterna sabiduría, me ayudó y reconfortó hace dos noches en mi casa azul, gatuna, perruna y aún con algunas plantas. ¿Quieres conocer a Guillermo? Ven, lee y anda Guanajuato.