Ecos de Mi Onda

Droga: adicción al Poder

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No tengo absolutamente ningún placer en los estimulantes en los que a veces me entrego tan locamente. No ha sido en la búsqueda del placer que he puesto en peligro la vida, la reputación y la razón. Ha sido el intento desesperado de escapar de los recuerdos tortuosos, de una sensación de insoportable soledad y del temor de una extraña fatalidad inminente.

Edgar Allan Poe

Por alguna poderosa razón, muchos seres humanos optan por utilizar sustancias que perturban el mecanismo sensorial, en aras de sentir satisfacciones que a la larga conducen inevitablemente, a todo el descontrol de las capacidades del sistema nervioso, con dificultades para mantener el equilibrio, pensar coherentemente, ver con claridad, en fin, dificultades para mantenerse vivo.

Aldous Huxley describió en su libro The Doors of Perception, escrito en 1954, sus experiencias con el consumo de mescalina, alcaloide con propiedades alucinógenas, y concluyó que la vida normal requiere de filtros, que hacen posible que el ser humano pueda concentrarse en la realidad y realizar así las labores cotidianas para subsistir. Las drogas alucinógenas reducen la capacidad del filtro y eso eleva la cantidad de información que el cerebro debe procesar, quedando absorto ante la inmensa aparición de impresiones que llegan a través de los sentidos. Un cerebro sumamente ocupado en percibir los objetos, reduciendo la noción de su funcionalidad.

El peyote contiene alrededor de 2% de mescalina, crece en forma natural en los desiertos del norte de México y suroeste de los Estados Unidos. Se ha consumido por miles de años, desde toltecas y chichimecas, hasta huicholes, coras, tarahumaras, yaquis y tepehuanos, siempre por motivaciones religiosas y medicinales. La mescalina fue aislada en 1897 y en 1919, fue el primer alcaloide alucinógeno sintetizado en un laboratorio. Los estudios de Huxley sobre la mescalina, provocaron curiosidad y enorme interés científico en Europa y Estados Unidos, por el estudio de las drogas psicoactivas, caracterizadas por alterar la sensibilidad con manifestación de euforia y alucinaciones. La dietilamida del ácido lisérgico, o LSD, sustancia psicodélica, se obtuvo en Alemania en 1938 y fue utilizada como medicamento psiquiátrico, antes de convertirse a finales de los años sesenta, en una droga ilegal de gran fama y consumo con fines riesgosamente recreativos.

El consumo de mescalina, es limitado con respecto al de otras drogas, debido en parte a que el peyote está protegido por considerarse en peligro de extinción, y también, porque la síntesis del alcaloide es complicada y costosa. Pero se estima como una de las sustancias que abrieron las puertas de la percepción a los estados alterados de conciencia, en la segunda mitad del siglo XX, con el incremento subsecuente del consumo globalizado de sustancias psicoactivas, pues tanto el alcohol y tabaco, así como toda la gama de drogas utilizadas tradicionalmente con fines rituales, se fueron convirtiendo en sustancias utilizadas para alterar una realidad que, por desgracia, para muchas personas, por diversas circunstancias, resultaba difícil soportar.

Karl Marx (1818-1883) expresaba que la religión era el opio del pueblo, con el sentido de que la religión era utilizada como herramienta de control por las clases dominantes, para aplacar las manifestaciones de rebeldía con la promesa de un cielo alcanzado, a cambio de un aceptado padecimiento terrenal. El marxismo se esforzaba por eliminar ese factor considerado enajenante, para que despertara la conciencia colectiva y se encauzara en una lucha de clases revolucionaria y desterrar el capitalismo, transformándolo en un paraíso comunista igualitario y justo. Marx no alcanzó a ser testigo de los horrores del estalinismo en la desaparecida Unión Soviética, en la que la religión fue sustituida por el opio enajenante de la lealtad al soviet supremo y el culto a la personalidad de los líderes políticos. Capitalismo y marxismo, modelos económico-sociales que en formas extremas se unen con los mismos efectos degradantes.

Pero Marx fue contemporáneo de las Guerras del Opio entre China y el Reino Unido, a mediados del siglo XIX, provocadas por causas comerciales, pero básicamente por motivos de dominio geopolítico. China aplicaba una política proteccionista, con una cerrada apertura al comercio exterior con los países europeos, si bien, China exportaba a Europa grandes cantidades de seda, especias, cerámica de exquisita calidad, y volúmenes significativos de té hacia el Reino Unido, exigiendo un pago en plata, con efectos desfavorable para el Imperio Británico. Estos observaron con astucia que en China existía una demanda de opio desde el siglo XV, con un número tal de consumidores que, en 1829, el Imperio Chino se vio en la necesidad de prohibirlo.

Los británicos se dieron a la tarea de elaborar opio a partir de la amapola y de producirlo a escala industrial, para transportarlo de contrabando a China, con ganancias ilegales que excedían el costo de los productos chinos, quedando jugosos márgenes de utilidad que, incluso para administrarlas, impulsó la creación de la Hong Kong and Shangai Banking Corporation (hoy HSBC). El consumo descontrolado de opio se tornó en un severo dilema para el gobierno imperial chino, obligando la incautación y destrucción de 20 mil cajas de la droga y presentando ante la reina Victoria una firme queja diplomática, acusando a los comerciantes británicos no sólo de introducir opio ilegalmente, sino de fomentar el vicio entre la población, amenazando con destruir todo cargamento de opio que se detectara en sus aduanas.   

Pero el Imperio Británico contestó con una flota que dio inició a las hostilidades, derrotando a los chinos, que se vieron obligados a firmar los Tratados Desiguales, que dieron legalidad al ingreso de opio a China, además de anexarse Hong Kong, exigir indemnización por la droga destruida y forzando la apertura de más puertos de entrada a la mercancía europea. Esto provocó la caída del Imperio Chino a principios del siglo XX. Los Tratados Desiguales prevalecieron hasta la Segunda Guerra Mundial, pero en China generaron el rechazo a occidente y un descontento popular que condujo a la revolución civil de 1927, que culminó en 1949 con la instauración de la República Popular China, encabezada por Mao Tse-Tung. Puede decirse que la Guerra del Opio terminó formalmente, hasta la devolución de Hong Kong a la China comunista, en 1997.

La amapola, o adormidera, contiene una cápsula con una solución de alcaloides, codeína y morfina. La solución se extrae y se expone al aire, el líquido solidifica y se forman bloques de opio, que tienen gran demanda en la industria farmacéutica para la elaboración de analgésicos. Pero es más valiosa para producir drogas ilegales, destacando la heroína. El opio puede fumarse, mezclado con tabaco o cannabis y puede también consumirse por vía oral. Los primeros efectos se presentan a los quince minutos y pueden prolongarse hasta por doce horas. Los alcaloides ocupan los receptores de las endorfinas en el cerebro, produciendo un efecto narcótico de euforia, estimulante, analgésica, relajante, placentera, alteración de la conciencia y distorsión la realidad, pero sin generar alucinaciones. Estos eran los efectos enajenantes de lo que precisamente llamaba Marx, el opio del pueblo, alienado, despojado de la voluntad, quedando a merced de encomiendas dictatoriales.

Es del dominio público que, durante el festival de Woodstock, en el verano de 1969, el consumo de drogas ilegales fue masivo y variado, desde mariguana y cocaína, hasta LSD, entre otras. El movimiento hippie dio lugar al consumo de sustancias adictivas, normalizado en los espacios de la ilegalidad subterránea de la contracultura; pero combatido –aparentemente – en la superficie donde se desenvuelven las circunspectas actividades sociales.

Lo cierto es que, en la cultura contemporánea, subyacente o visible, el consumo de drogas, que cada día se multiplican en variedades inconcebibles, se ha extendido por el mundo entero, sin reparar en edades, nacionalidades, religiones, niveles educativos o económicos: Naturales, sintéticas / tranquilizantes, estimulantes, psicodélicas, afrodisiacas / fumadas, tragadas, inyectadas, frotadas, inhaladas / alcohol, marihuana, hongos, ayahuasca, peyote, hongos, LSD, heroína, cocaína, crack, opio, opiáceos, éxtasis, anfetaminas, solventes, krokodil, fenciclidina, rohypnol, fentanilo, etc., etc.

Es evidente la existencia de un juego perverso, la nueva flota imperial con patente de corso en la globalización y tráfico de drogas, como en los tiempos de la Guerra del Opio, auspiciada por la Corona Británica. Los remedios aplicados por las autoridades del mundo para mitigar los niveles de consumo, semejan literalmente el suministro de una aspirina para una metástasis. Una aspirina muy onerosa pues, tras el diagnóstico se prescribe policías especializadas y armamento sofisticado, para combatir la producción y el tráfico en la visibilidad superficial, pero disimulando ante el trasfondo, con el caudal monetario que inunda las transacciones ilegales, nutrida de la venta de armas, de la diversificación en el mercado del crimen. Penetrando en los sectores empresariales para el lavado de dinero, infiltrándose en las altas esferas políticas, construyendo día con día una real narcocracia. El juego llega a los medios, canciones, series, estereotipo del éxito inmediato y repentino.  

No lo digo yo. Los mismos políticos cupulares, de todas las filiaciones, se acusan mutuamente. Ellos mismos exhiben videos de sus contrarios recibiendo recursos de dudosa procedencia, conviviendo con delincuentes; audios y fotografías comprometedoras. Tomemos nota de las declaraciones de los criminales que ahora prestan servicio como testigos protegidos, enredados en la propia narrativa de las peregrinas circunstancias y a la orden del más poderoso. Para mantenerse en el poder, los políticos y sus aliados, han sintetizado la droga mediática, alucinógena, que penetra en la sociedad, insensibilizándola frente a la realidad absurda de violencia y corrupción normalizada, parte de una fatalista cotidianidad.

Maquiavelo expresa fríamente que la política no tiene relación con la moral. En los tiempos de la posverdad, la política exitosa es la que logra encender las emociones de la población, sin importar que se aleje del enfoque de los problemas. Por desgracia, pierde cada vez más terreno la política que formula estrategias racionales y objetivas, enfocadas realmente a la solución de los problemas que constituyen un obstáculo para el desarrollo humano en todos los sentidos.

Edgar Allan Poe, consumía opio para tratar de reducir su ansiedad y depresión. El mundo moderno parece generar ansiedad y depresión para que la sociedad consuma opio. Ese es el juego del poder.