Histomagia

LA PREDICCIÓN

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Muchas almas penitentes deambulan por el mundo tratando de ir hacia otra dimensión -ya sea la luz o el cosmos mismo-, sin saberlo, están del otro lado e insisten seguir aquí en este espacio, y a veces, sólo a veces,  se encuentran escondidas en este mundo, ya sea en el piso, en los techos, en las paredes, en las estatuas…sí, pareciera que los espíritus de los muertos se esconden también, al igual que muchos del bajo astral, en las esculturas que son homenaje a personas ilustres de esta dimensión.

Saber que los muertos nos miran a través de los ojos fijos de una figura humana o no, que adornan las ciudades en fuentes, escuelas, panteones, plazas, iglesias, estremece hasta el más valiente, aún más cuando esas estatuas sabemos que han estado desde tiempos antiguos acompañándonos y dando, algunas veces, el registro histórico que construye la identidad de un pueblo.

Solitarias, por las noches y madrugadas, ven el paso de los peatones que aquí en Guanajuato pasean y se divierten indiferentes a esos ojos que los observan y que con los labios cerrados musitan palabras advirtiéndoles de los peligros de las sombras en los callejones y plazas lugar preferido de las almas muertas de fe, insensibles, de aquéllas cuyo desamor los dejó vacíos y fríos, en esas albas eternas de este lugar.

Hace muchos años, cuando todavía estaba la cenaduría El Figón y La Pasadita, contaban los comensales que en las madrugadas se sentía siempre un viento helado que dejaba pasar las almas muertas y espíritus que buscaban a algún incauto para poder manifestarse y asustarlo para así seguir sustentando la fama de que esta ciudad tiene espantos y almas itinerantes. Mi amigo Jorge, el George, le decíamos, una de esas noches nos cayó en La Pasadita diciéndonos que estaba sentado en la Plaza de la Paz, ahí debajo de la estatua que adorna el mero centro de Guanajuato, y dice que comenzó a hablar con ella contándole la reciente muerte de su madre en un accidente de autobús en la sierra, mi amigo se lamentaba y llorando le preguntó si las desgracias iban acompañadas de mala suerte: su familia lo había desconocido y echado de la casa materna en un exitoso movimiento legal dejándolo fuera de la herencia…no era posible, le decía mi amigo. Dice que en segundos comenzó a escuchar un quedo soliloquio, se puso atento y se dio cuenta que era una callada melodía que salía de arriba, del cielo, pensó… volteó y vio la estatua, al mirarla, tratando de encontrar una respuesta, era ella quien hacía ese cántico casi imperceptible, los otros estaban incólumes suspendidas en el tiempo. Sí, esa madrugada, dos almas solitarias en esas calles de Dios se encontraron…ella le devolvió la mirada, bajó su rostro y le murmuró: “la soledad es tu destino”, George incrédulo, sintiendo un frío hasta los huesos, no aguantó más aquello, y entonces bajó las escaleritas rápidamente y se fue corriendo por Sopeña, llegó con nosotros, pálido, casi blanco. Recuerdo que el señor que atendía la cenaduría, le dio un pedazo de bolillo, método infalible, según los antiguos de este México querido, para que el susto se baje y no haga daño al cuerpo. Él le dijo: “George, no eres el primero que llega aquí a contarnos que esa mujer sí nos observa y que por las noches musita canciones tan antiguas como el pueblo mismo, ella es buena, pero también es una pitonisa, muchos han caído en lo que ella les dice. Personas han quedado en la ruina, otras han visto morir a sus seres queridos, pero eso sí, son ricos hasta decir basta. Lo siento amigo, si te dijo que la soledad será tu compañera, así será”. El Don se fue a su eterno lugar: atrás del mostrador esperando a sus comensales nocturnos.

Impresionados todos, le dijimos que tal vez el Don sólo lo había dicho para asustarnos,  que no hablaba en serio, George, se calmó, lloró un poco con tristeza y se quedó con nosotros a cenar.

Con el tiempo George, terminó su licenciatura, tuvo una hija con su pareja, ellas luego lo abandonaron. Él se dedicó a dar clases independientes, nunca pudo entrar a gobierno o a la Universidad de Guanajuato representantes de la burocracia aquí en la ciudad. Se quedó solo, tal como le dijo esa estatua que permanece fijando los ojos y musitando esas canciones que sólo Dios sabe qué dirán.

Hace tiempo lo vi en el centro, su acompañante, una mujer joven, compraba comida, pero sólo para ella, desde mi carro, El Fantomas, lo vi, esperando la comida de ella, no pude más, bajé, y al saludarlo, puse en su mano un billete de 500 pesos para que pudiera hacerse de algo, de lo que él quisiera, pudimos hablar un poco y supe que vivía en un cuarto allá cerca del Cerro del Meco, le dije que pronto lo visitaría, lo abracé y me despedí de él, deseando que le fuera mejor en su vida. Desde entonces no lo he visto, sólo espero que, si lee esto, sepa que en verdad no he podido ir, porque la vida me ha dado algunos reveses de los que espero recuperarme pronto para ayudarlo a él y a otros compañeros que viven en la soledad eterna por ser diferentes, a veces, como él, ser parte de un fatídico destino dicho por una bella mujer que sigue ahí, vigilando las almas, no las personas, las almas solitarias de la noche y de la eternidad. ¿Quieres saber de tu destino? Ven, lee y anda Guanajuato.