Histomagia

Doña Cuquita

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Llamar a las fuerzas de la naturaleza a veces cumplen deseos que no son deseos, sino que muestran gran parte de la oscuridad que muchas personas tienen en su ser al no sentirse amados por nadie ni por ellos mismos.

Dicen los que saben que hacer vivir una pesadilla al otro es tan fácil porque evocan sus miedos más profundos y ven sus debilidades; para esos seres del mal el ser buena persona es una ventana por la que se pueden entrar las energías malignas que envían; y aunque muchas personas tienen protección contra estos hechizos y es tan intenso ese mal que la lucha de energías desgasta a quien le envían la malocha que muchas veces es pedida a demonios que a esas personas malas los hacen sentir que tiene poder, pero no es así, ellos sólo les hace sentir una ilusión.

Mi abuela Refugio, conocida como Doña Cuquita, decía que ella sabía de personas que viven para hacer el mal, para ceder a sus impulsos, para crear fatalidades que a veces el destino no puede evitar, porque eso sí, el destino de todos es morir, pero estas personas se dedican a fomentar el mal usando todo lo que esté a su alcance lo encauzan para poder sentir en sus almas algo, sólo satisfacción que dura un instante.

Así que Doña Cuquita me contaba que cuando el odio de una persona te llega, puedes poner baldes de agua afuera de tu casa, plantas muchas plantas entre ellas romero y caléndula, eso sí siempre tener mascotas, gatos o perros, pues estos seres vivos te protegen hasta su muerte, ellos agradecen el amor y respeto que se les da, y siempre, siempre, te cuidarán. Doy fe de tal cosa, de hecho, la Histomagia pasada habló de ello, de cómo mi gata protegió a mi hijo, dio su vida por él.

Ella tenía en su casa sus plantas medicinales, y una te escoge como “tu familiar” siempre te procura, decía. Cuando yo era niña me mostró la importancia de tener siempre esas plantas que puedan ayudarnos a curar los males: de amores, de odios, de desamor, de enfermedades, de carencias. Pero, me decía, siempre hay males que te persiguen porque te los mandan, por eso la comida en la casa, la sal, el agua, son imprescindibles para que los seres de bajo astral se vayan, ellos no pueden con la alquimia que es el amor de madre al hacer la comida, no pueden con el amor que das. Por eso hay que colgar y trenzar chiles secos, cebollas, ajos, manojos de manzanilla, yerbabuena, eucalipto, romero, cilantro, flores como rosa de castilla, camelina o bugambilias, entre otras en el garabato, el palo de madera o cuadro que está siempre en la cocina, o ponerlas en alto en clavos colgando, para que las energías de esas plantas protejan desde el techo hasta el piso de la casa.

También recuerdo que peinaba su largo cabello blanco son su peineta, lo hacía cada tarde en la escalera que nos llevaba a sus bellas plantas, ella decía que cepillar o peinar tu cabello hace que el mal se retrase, que no lleguen los muertos o los espíritus que te mandan, el cabello largo, decía, es la antena que capta esas energías, que ayuda a envolver en un aura de perfume a la familia a la cual se debe de proteger pues llama a los guardianes, ángeles o ánimas. Siempre lo hago en las noches, cuando estamos los tres en casa: Alex, Hugo y yo. Así que, entre otras cosas, si estás triste trenzar tu cabello, y cada vez que te sientas segura dejar tu pelo al viento, él se llevará esas penas y tristezas.

Y sí para calmar el alma dormir sobre lavanda, proteger tu foto con un marco, encender veladoras para que la luz siempre esté contigo, ver las flores de tu jardín…sentir la libertad de andar sin zapatos, pisar el suelo, la tierra, el pasto, jugar con tus mascotas, descansar bajo la sombra de un árbol, en la playa, en el cerro, en la naturaleza, hallar la paz en ella.

Eso sí, ella era una excelente cocinera, y siempre insistía que nosotras nos hiciéramos de comer, la alquimia, recuerden, la alquimia, la magia de nuestras manos son las que curan. Por eso hay que beber tés: de canela, de Jamaica, de manzanilla, de limón…

Sí, mi abuela era sabia. Siempre estuvo aún en la distancia con nosotros. Gracias a ella, seguimos con el buen sazón al cocinar y con la magia en las manos para librar las batallas desde el corazón enramado en las plantas, en nuestros familiares, y amando siempre a los animales, que viven y mueren por nosotros.

Ella igual estaba tranquila en casa cuidando a todos o si alguien faltaba, tomaba el guaje con agua, le ponía unas flores, y con voz melodiosa llamaba a quien necesitara regresar a casa, pronto, y sí, sí llegaba. ¿Quieres saber más de la magia que existe aquí, que nos dejan nuestros ancestros? Ven, lee y anda Guanajuato.