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ITINERANTES

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Creer que las noches son sólo para dormir y descansar, es un mito que ya va quedando fuera del imaginario colectivo, muchas personas tienen empleos en el turno nocturno y es por eso que la economía de un país avanza, pero el asunto es cuando otras personas “trabajan” las energías por las noches enviando hechizos, salmodias y hasta conjuros a inocentes seres que duermen plácidamente en sus camas. Sin embargo, hay otros seres que no son de luz que se encargan de viajar por las diversas dimensiones y llegan a molestar a los vivos, ya sea en la clásica subida del muerto o parálisis de sueño como lo llaman científicamente, o los demonios que salen a hacer de las suyas haciendo hasta lo indecible para robar la energía de los vivos, estén dormidos o no.

Me cuenta Omar que cuando él era más pequeño, tendría como 15 años, compartió mucho con su amigo Gabriel, pasaban las tardes juntos, incluso se turnaban para dormir en las casas de sus familias con el fin de seguir comentando lo sucedido durante el día. Realmente apreciaban mucho su tiempo juntos.

Por eso, esa noche en que se quedó Gabriel a dormir en su casa, no le pareció raro que llegara muy temprano a su cuarto ya dispuesto a ir a la cama, tenía su pijama de monitos puesta, por lo que Omar bromeó con él al respecto, pero Gabriel no le contestó nada, ni siquiera un gesto de aprobación de la broma o seguir comentando la misma como siempre lo hacía. Para Omar era muy extraño, siguió preguntándole cosas de su día, de la escuela, de sus papás, de su mascota, y nada, Gabriel sólo lo miraba con una mirada profunda y melancólica, con una tristeza lánguida. Esa noche estaba muy callado. Ante esto Omar le dijo que tenía sed e iba a la cocina a tomar un vaso con agua, como para tranquilizarse.

Omar me cuenta que al salir del cuarto echó una mirada a su amigo que lo seguía con esos ojos tristes, no lo dejaba de ver. Al salir Omar se quedó en el pasillo, el vaso de agua era el pretexto de salir de la incomodidad que “su mejor amigo” le provocaba. Asustado por esa extraña actitud, pero pese al temor que le provocaba, decidió mirar por el quicio de la puerta una vez más a Gabriel, y fue entonces que el horror se apoderó de él: Omar fue testigo de que Gabriel no tenía rostro, sí, el rostro que hace un momento había visto triste y melancólico se había ido y solo quedaba en su lugar un cuerpo inmóvil sin cara enfocado hacia la puerta de la entrada, ese rostro era blanco, como un nuevo lienzo para dibujar lo que fuera. El frío que estaba en el cuarto se coló hasta el pasillo, Omar se retiró de la puerta bruscamente, y se quedó paralizado de terror, no era posible que su amigo hiciera eso, ni de broma, ni de broma, se repetía eso una y otra vez, una y otra vez.

No supo cuánto tiempo pasó en ese pasillo, pero ya más calmado decidió regresar a su recámara y ayudar a Gabriel, algo le había pasado, pensó. Se dispuso a dar sus primeros pasos y decidió que poco a poco, sin hacer ruido, le brindaría la ayuda necesaria. Así, se fue acercando cada vez más al cuarto, su alma estaba en un hilo, el frío de la noche arreciaba, aunque el horror de lo que había visto lo carcomía por dentro, sabía que, de las infinitas posibilidades de cambio de dimensión, tal vez, se decía, tal vez, Gabriel sufrió una posesión o algo así, se dijo como forma de explicar lo que pasaba. Ya cerca de la puerta, se atrevió, pese al miedo, a dar el último paso y entrar por fin a ese lugar que ahora y para siempre quedaría como el lugar que lo hizo sentir el más terrible horror esa noche. Entró, pero por el miedo cerró los ojos y ya valiente sólo entró diciendo: Gabriel… en ese instante abrió sus ojos y lo que encontró lo horrorizó aún más: no estaba nadie en ese cuarto, pensó ¿no hubo nadie nunca?, ¿qué era eso entonces?, ¿qué…? Y en eso entra su amigo con la caja de juegos de mesa de siempre, hablándole como siempre… al verlo inmóvil y pálido como muerto Gabriel tiró las cajas y fue a abrazarlo y decirle que todo estaba bien, que ya había llegado. Omar con lágrimas en los ojos correspondió al abrazo y así se quedaron por un tiempo, callados sólo protegiéndose de lo que sea que pasó por ese cuarto que, a la fecha, dice Omar, ni loco entro, siempre está cerrado, desde ese día en que un ser se acercó a mí en espera de hasta la fecha no sé qué.

Dicen los que saben, que quienes se acercan así a los jóvenes son demonios que toman la forma de una de las personas más queridas por ellos, que lo que pretenden es drenarles las energías para poder seguir transitando en su penar por esta dimensión. No sé, pero pienso que el no tener rostro es el momento de la transición de un estado a otro, es decir, que el rostro en blanco es porque buscan a otro ser que pueda ayudar a convencer a las personas a acercarse y poder absorber la sagrada energía vital, el soplo de vida que ellos ya han perdido para siempre, por eso el ser itinerantes en la búsqueda de nuevas caras es lo que los hace seguir aquí con nosotros. ¿Quieres conocer a mi amigo Omar? Ven, lee y anda Guanajuato.