Desde el Faro

“EL MONARCA”

Compartir

La gran caja de silbatos y Mozart hipnotizan

Un sonido envolvente, casi mágico, inunda el espacio, hay calma, parece que la gente está hipnotizada, como en un acto de meditación; el sonido viene de arriba, el oído y la vista lo buscan, se unen y localizan al responsable de todo esto : el gran órgano tubular.

A pesar de que unas 600 personas ocupan todas las bancas de La Compañía, nadie hace ruido, hasta da pena estornudar; por algo, el órgano es llamado por los músicos como el rey, el monarca de todos los instrumentos, porque esa gran caja de silbatos, de verdad, atrapa los sentidos.

El funcionamiento del enorme instrumento es muy complicado, pero en palabras simples, todo se reduce al trabajo de unos fuelles, una caja que acumula aire, y unas hileras de tubos, que en su conjunto producen infinidad de sonidos, todos los que se escuchan en una orquesta sinfónica, y muchos más. Desde la Grecia antigua, 300 años antes de Cristo, hasta nuestros días, el órgano ha evolucionado, pero ha mantenido el mismo mecanismo, parece simple, pero es muy complejo, tal vez más que la maquinaria de un reloj.

Pero la experiencia auditiva proporcionada por “el monarca” crece cuando se escucha algo sublime, voces humanas y órgano se unen para producir éxtasis, no es necesario afinar el oído, tampoco conocer algo de música, se siente paz, tranquilidad, alegría. Desde arriba caen las notas de “Miserere Mei Deus”, escrita por Mozart, una obra que además de ser bella esconde una leyenda, la más bonita en la historia de la música.

En uno de sus párrafos, esta recreación del Salmo 51, dice: “tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría; purifícame con hisopo y seré limpio, lávame y seré emblanquecido más que la nieve, hazme oír gozo y alegría..”.

La leyenda dice que Mozart, acompañado por su padre, fue a la Capilla Sixtina, ahí escuchó la obra escrita por Gregorio Allegri, en 1638. A partir de su estreno, El Vaticano prohibió que se hicieran copias de la obra; después de cada interpretación, las partituras eran guardadas bajo llave para que nadie las reprodujera, pero el genio alemán, a la edad de 14 años, la escuchó una sola vez, volvió a casa y la reescribió de memoria; lejos de ser excomulgado, lo condecoraron en reconocimiento a su genialidad. Tal vez nunca se sabrá qué tan cierta es la historia, tal vez sea un relato aumentado de la realidad, de todas maneras es muy bonita.

Al término del “Miserere”, frente al teclado se observa al maestro Félix Benjamín Torres Romero, rodeado por los integrantes de los coros Opera Guanajuato y Schola Canticum Nova. Esta fue una parte de los conciertos organizados en el marco del 27 Festival Internacional de Organo “Guillermo Pinto Reyes”, que por 10 días pudo escucharse en 5 de los 6 órganos monumentales con los que cuenta la ciudad de Guanajuato. Una experiencia musical sobrecogedora.