El Laberinto

¡Ay, qué grande estás!

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¡Ay, qué grande estás! Me dice algún adulto al que veo una vez al año mientras me pellizca la mejilla y hasta luce emocionado y yo como niña que no ha notado ningún cambio pienso que tal vez es el único halago que me puede dar, ya que no me conoce, además soy la más bajita de mi salón.

Después de muchas navidades, que yo sentí como un parpadeo, y de algunas canitas y sobrinos, ahora soy yo quien genuinamente me entusiasmo cuando veo a un niño y realmente supera mis expectativas dimensionales, el niño si creció y es verdad que por verlo poco no tengo más halagos que decirle, porque no lo conozco, pero por ese tiempo que pasa entre nuestros encuentros es que percibo la diferencia.

Ahora que lo pienso tal vez estoy repitiendo el ciclo y mis parientes chiquitos ni siquiera me creen cuando toco el tema de la estatura, desde siempre los niños saben (o intuyen por lo menos) que los adultos mentimos para convivir, convencer  y evadir, podríamos ponernos cuantitativos y llevar un registro detallado de sus estaturas para decir: “has crecido 3 centímetros en este año, sigue comiéndote tus espinacas, Pancracio”.  

Y ya siendo sinceros parece que la obsesión por el crecimiento que los adultos tenemos con los infantes, en realidad se extiende a nuestros pares y también a nosotros mismos, aunque ya no lo midamos del suelo hacia arriba, si no con base a un checklist de expectativas sobre lo que tendrían que haber logrado a cierta edad, como un montón de misiones para completar el cien por ciento de un videojuego, solo que ya no solemos comunicarlo igual por que vaya que se escucharía curioso decir ¡ay que casado y con hijos te ves! O ¡ay que estable laboralmente que te noto!

Muchas veces adentro de nuestros armazones de señores se encuentra manejándonos con palanquitas ese niño que está muy ocupado en otras cosas y que además se ve todos los días, que mira o cree mirar a sus iguales crecer mientras se sigue sintiendo el más chaparrito del salón. La única diferencia aquí es que los únicos adultos que puede decirnos que nos ven más grandes (aparte de los indeseables que hablan sobre el peso de los demás) son los que en verdad nos conocen y además nos aprecian.

En mi opinión contar con por lo menos una de esas personas en nuestras vidas ya es motivo suficiente para saber que uno ha crecido, pero les dejo dos más por si siguen sintiéndose estancados o por si de verdad lo están, que tampoco tiene nada de malo, los organismos no sólo estamos para crecer, también debemos sobrevivir y eso a veces se lleva todo el calcio y segundo, los parámetros son todo, menos inamovibles, hay tantas formas de desarrollarse, como personas en el mundo.