Después de unas vacaciones de aquello de teclear palabras y tejer argumentos, hoy me desperté pensando seriamente sobre que escribir y también con un tremendo dolor de hombro, porque aquello de teclear palabras es malísimo para la parte superior del cuerpo, exceptuando la cabeza, por supuesto.
Como uno de los propósitos del año es no acabar cuidando un campanario en Notre Dame (ya que contratan personas con joroba, según Don Víctor Hugo) me puse un video para ejercitar este cuerpo decadente bailando y la realidad es que desde el calentamiento estaba deseado tirar la toalla, pero no me hubiera podido limpiar los profusos chorros de sudor que escurrían por mis sienes, así que decidí aguantar lo más posible, en total diecinueve minutos de los 22 que duraba el video pues sentía que el corazón quería escapar de mi pecho.
Para nada me sorprende carecer de ritmo, condición o coordinación, pero se ganan en el camino, espero, hasta el más profesional en cualquier cosa tuvo su primer día y seguramente no entendía lo que estaba haciendo y pensaba que no servía para ello y solo tenía una cosa: las ganas o la necesidad de intentarlo y eso sumado a la constancia y al aprendizaje gradual es lo que va logrando resultados y si no se llega ahí, porque no todos somos para todo y es probable que ni siquiera nos guste aquello que tanto deseamos hacer, por lo menos ya sabremos que no es ahí y algunas nociones que nos ayuden a reconocer el esfuerzo de los demás, por que ver y criticar es lo más sencillo y molesto, aunque lo hagamos con gracia.
Los propósitos de todos son distintos, las uvas no hacen más milagros que fermentar para convertirse en vino y muchas veces lo que deseamos está conectado a un montón de circunstancias que están fuera de nuestro control y podremos pensar que incluso nuestra propia persona lo está, pero no es así, podemos sobornarnos, ponernos trampas o acudir a la técnica de andar de bocones con nuestros objetivos para que mínimo nos de vergüenza fracasar y si fracasamos, no tenemos que esperar a enero para hacer nuevos propósitos, para no andar tirando nuestras preciadas balas, que son nuestros días, disparando al aire.