El espacio de Escipion

Un día sin narcos ni cárteles mexicanos…

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Desde que en la pasada campaña presidencial de los Estados Unidos se advirtió que a los cárteles mexicanos se les daría la categoría de terroristas, un efecto inmediato, silencioso y poco analizado ha sido el proceso de transformación de éstos. Y es que del discurso se pasó a los hechos y en las primeras horas del segundo mandato de Donald Trump, se dictó la orden ejecutiva en el ese sentido y estaría en marcha el próximo 3 de febrero, para perseguir «organizaciones terroristas extranjeras» como los traficantes de drogas que «constituyen una amenaza” a su “seguridad nacional, más allá del crimen organizado transnacional tradicional» e incluso de las organizaciones terroristas religiosas y políticas extremistas enemigas del Tío Sam.

El objetivo de esta nueva política, según lo ha planteado el presidente estadounidense y su secretario de Estado es «la total eliminación de la presencia de estas organizaciones en su país” así tengan que operar extraterritorialmente. De acuerdo con la agencia Insight crime, en 2023 la incautación de fentanilo en la frontera con México fue de 12 toneladas. Ese año, 107 mil 500 personas murieron por sobredosis en 2023, según datos del Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de ese país.

Pero ¿en qué están refuncionalizando sus actividades? ¿De qué forma han estado operando para enfrentar una nueva situación en su desplante criminal tanto en México como en el mundo?

Por supuesto, esta pregunta no incluye que por acciones de fuerza policial e incluso militar del principal potencial mundial lleguemos a no tener un solo cártel mexicano. Sin embargo, tal orden ejecutiva sí coloca a México en una encrucijada, porque ponen prueba las capacidades del gobierno y el Estado mexicano frente a los poderes fácticos del narcotráfico, en un momento en que está a prueba el proceso de transformación radical del Poder Judicial Federal, uno de los flancos más debilitados por el crimen a través de corrupción, amenazas, intimidaciones y sobornos que han permitido que los jefes de los cárteles tengan absoluciones judiciales, filtren investigaciones sensibles y sigan operando en total impunidad y libertad.

Ahora bien, ante una amenaza tan en serio, ¿qué habrán de hacer las mafias mexicanas y qué capacidad de respuesta estarían teniendo preparados los tres niveles de gobierno para hacerle frente?

1. En principio, como es evidente, operarían para crecer el mercado del consumo de drogas en México, las principales ciudades y sitios turísticos de América y Europa, donde ya tienen presencia. Los gobiernos de países de Sudamérica y del occidente europeo deben estar más que preocupados, analizando un escenario de incremento de narcos mexicanos en sus territorios con todo lo que ello representa.

Un dato local es que el consumo de las drogas psicoadictivas o metanfetaminas aumentó 400 por ciento en México durante la última década y sigue creciendo, aunque en este momento no se tengan los datos exactos de la Encuesta Nacional de Adicciones del 2024 de la Secretaría de Salud por haberse suspendido “por errores técnicos” de la anterior administración.

2. Otro efecto, también visible en todo el país, sería el aumento de disputas violentas por el predominio territorial y mega alianzas ante enemigos comunes: otras mafias, otros cárteles de otros países y diversificar las actividades como el secuestro, la extorsión, el trabajo forzado, la trata y imposición de productos de consumo a demarcaciones específicas, obligando a autoridades a permitir sus operaciones.

    Los frentes de batalla son varios: los más calientes, sin duda, de la guerra interna del CDS destacan Sinaloa, Sonora, Chiapas, las Baja Californias; la disputa de las facciones del CDS contra el CJNG es visibles en Chiapas, Guerrero, Tabasco, Veracruz, Zacatecas y SLP; y el CDS o CJNG contra otros grupos como el CSRL siguen intensos en Guanajuato.

    Las batallas por venir se esperan en Tamaulipas, Chihuahua, Quintana Roo, Oaxaca y, quizá, la misma CDMX que registra incremento de bandas de otros estados en alcaldías como Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan, GAM e Iztapalapa, además de la constante violencia en las alcaldías de Cuauhtémoc, V Carranza, A Obregón, Coyoacán y B Juárez.

    3. Lo más delicado es que, aún no tan visible, pero sí que está ocurriendo, es que algunos capos podrían incursionar como prominentes personas de negocios: empresarios de todo tipo, ganaderos, nuevos terratenientes y desarrolladores inmobiliarios, agroindustriales, utilizando sus habilidades de gestión y organización en actividades legales.

    En este preciso momento, en bastas zonas del país de Chiapas a Tamaulipas, pasando por Guerrero, Michoacán y Estado de México, el despojo y abigeato se ha incrementado considerablemente y ojos de las autoridades federales y locales.

    4. Y claro, no faltará quienes busquen aprovechar sus buenos oficios y poder para tener acceso a cargo de elección popular, sin importar pasado o expedientes abiertos. Total, no serían los primeros ni los últimos (y ejemplos sobran, más allá del “Operativo Enjambre”, “Operación Limpieza” y otros más que han sido ejemplo claro de la narcopolítica en todo su esplendor).

    5. Con muy baja probabilidad existiría la posibilidad de que algunos narcotraficantes optaran por reintegrarse a la sociedad, aprovechando programas de rehabilitación y reinserción social, buscando una nueva oportunidad de vida lejos de la violencia y el crimen. Un sueño guajiro, dirían en mi barrio pobre, porque vivir como narco es un modo de vida.

    Sin el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos como su principal fuente de ingresos, los narcotraficantes podrían verse forzados a diversificar sus actividades ilegales o buscar acomodarse en actividades legales y legítimas de vida como cualquier persona emprendedora. Por ello, es previsible que los efectos que veamos en los próximos meses y años no sean precisamente el mundo feliz que se imaginan autoridades de nuestro vecino del norte ni sus aplaudidores en nuestro país:

    La historia nos ha enseñado de la erradicación del narcotráfico y sus cárteles es casi imposible mientras se mantengan enfoques unilaterales y complicidades en todos los niveles, tanto en México como en el principal país consumidor de drogas, que es Estados Unidos.

    Acabar con el narcotráfico ilegal no solo requiere un enfoque de seguridad, sino también de desarrollo social y económico que ofrezca alternativas viables a aquellos que han sido atrapados en todo su tejido social, lo cual implica entidades completas como Jalisco, Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Tabasco o Chiapas.

    La transformación de los narcos en un mundo sin narcotráfico es un proceso complejo y multifacético, que por ahora es inimaginable. Así que, de mantenerse en la misma tónica, es probable que la orden ejecutiva sea sólo para aplicar medidas económicas unilaterales, sostenerla como chantaje hacia el gobierno mexicano para revertir ciertas decisiones contrarias a los intereses estadounidense o para operar acciones de espectacularidad contra ciertos objetivos criminales y políticos de nuestro país, a sabiendas de que los narcos no se destruirán, sino que se transformarán.

    Contacto: [email protected]