Te esmeras haciendo, lo que supones, es el mejor banquete del mundo con un menú seleccionado con cuidadito para que los ingredientes sean de temporada y además de primera calidad, para abarcar los gustos de los invitados, cuidando cada minuto de cocción, supervisando los procedimientos, el montado de cada plato, asignando asientos para que platiquen felices, con bebidas suficientes y cubiertos a la mano, todo para que al final se olviden las servilletas y todo el mundo solo hable de ello y de lo mal que la pasaron. Frustrante es una palabra pequeña para lo que debe sentirse en aquella situación.
Pero ¿si fuese diferente? No esmerarse nada, es más comprar ingredientes a punto de caducar o ya caducados, excederse con el picante y la sal servir las verduras duras y el pollo medio crudo, dejando una botella de refresco barato y caliente en cada mesa, provocar diarreas e intoxicaciones y por supuesto, también olvidar las servilletas, y que todo mundo solo comente éste último detalle de nuevo. El triunfo, compañeros, por lo menos para el responsable del banquete, al que pudieron acusar incluso de cosas tan graves como intentar matar a sus comensales y que sale airoso como el distraído que olvidó las servilletas.
¿Sería pertinente sospechar? Yo diría que es lo más cuerdo del mundo creer que las servilletas fueron ese hueso medio pelón que se sacrificó a la hambrienta jauría, mientras el resto del cuerpo permanece ahí ignorado aunque sea atroz y vistoso. Creo que así se manejan la mayoría de los asuntos horribles al dar la información para proteger a los responsables, demeritar a quienes hacen las cosas bien o para calmar a las multitudes, cubriendo errores imperdonables con detalles superficiales o terminando trayectorias impecables con detalles intranscendentes.
El truco, el detalle, está en encontrar aquella minucia que haga a todos pelear o que despierte al ignorante, al “sabelotodo” o al “yotengolarazón” que todos llevamos dentro, ese será la inexistente servilleta con la que limpiemos culpas o que es tan grande para cubrir el elefante de la habitación.
Imaginemos, porque esas cosas no pasan en el mundo perfecto, que sucede una tragedia, que una plataforma mal utilizada sosteniendo un objeto meramente decorativo cae en un festival y se lleva a dos personas a su paso, a las que hacen pasar como heridos para no suspender el evento, destapando una cloaca de explotación y corrupción horrenda. Y que ese adorno fue anunciado usando el lenguaje inclusivo que tantos pleitos rancios causa cada día. ¿De qué creen que van a estar hablando en la publicación? Ahí tienen su servilleta.