Guanajuato es una ciudad que se ha destacado por su culto católico; de hecho, es una de las ciudades de México con iglesias y templos tan bellos como misteriosos porque en ellos se busca el bien y a veces también el mal.

Esta ciudad también tiene grandes casonas que en su momento fueron construidas por grandes arquitectos que querían que sobresaliera la crema y nata de la incipiente sociedad rica guanajuatense, no es como la Ciudad de los Palacios, pero en verdad El Paseo de la Presa muestra una belleza deslumbrante por sus construcciones afrancesadas y sus zonas arboladas, así como el centro histórico mostrando una arquitectura colonial que a más de uno ha causado asombro, admiración o envidia.
Así que en este tipo de sociedades el lugar de reunión por excelencia siempre han sido los jardines y las plazas para departir, pero cuando se trata de pedir y salvar almas ni lugar a dudas son las iglesias.
Aquí en esta ciudad hay reuniones de oración donde los feligreses se reúnen y piden sanación para los enfermos y luz perpetua para almas que han tenido muertes rotas, es decir, que no se dan cuenta que han muerto. Estas reuniones son de gran ayuda para comunidad, pues en verdad han sanado a vivos -soy ejemplo de ello- y ayudan a los muertos a descansar en paz.
Me cuenta mi amiga Paty que cuando ella estaba pequeña una de las casonas que más le gustaba por su catera imponente era la que se encuentra en plena Plaza de la Paz donde la cantera rosa y la piedra veta de la región se conjugaban dando una belleza inigualable y, sobre todo, dando un halo de misterio porque decían los del pueblo que ahí se aparecía una señora vestida de negro, con rostro adusto, frío y con la mirada perdida en la cuentas de su rosario, mostrando su pobre existencia en el más allá. Sin duda era un alma del purgatorio o tal vez no se sabía muerta aún por el apego a esta vida en esa casona que ahora alberga un hermoso hotel.
Pues bien, recién una tarde noche en que Paty paseaba por la calle principal, dice que iba muy tranquila porque aún no entraban los universitarios a clases ni era temporada alta de turistas que son los que hacen la algarabía en este lugar, así que iba gozando de su soledad y del paisaje nublado que por estas fechas se da. De repente comenzó a llover tan fuerte que tuvo a bien arrinconarse en la entrada siempre abierta de ese hotel para guarecerse del agua y del granizo que caía sin piedad sobre la serranía y la ciudad. Apenada por la situación, volteó para pedir una disculpa al administrador del hotel para justificar su estancia en ese lugar mientras pasara la lluvia, lo buscó con la mirada, pero extrañamente no había nadie ahí, el lugar se encontraba solo son las luces encendidas, miró a la calle y sí, la poca gente corría a guarecerse, era como si en ese hotel estuvieran en otro tiempo actual, pero en otro tiempo más lento, más en soledad, y en silencio.
Tranquila pero a la vez extrañada por la situación, volvió a dirigir sus ojos hacia dentro del hotel y fue cuando ese silencio extraño se rompió con un murmullo de rezos ininteligibles, buscó de dónde venía ese sonido y vio que entre los arcos del patio caminaba a paso lento una mujer vestida de negro cubriendo su cabeza inclinada con un velo del mismo color con hermosos bordados, en sus manos traía un rosario que negro que se movía a la par de sus labios recitando las más de no sé cuántas Aves Marías y Padres Nuestros…
Mi amiga incrédula por ver al fantasma de la mujer de la que siempre había oído la historia dice que no le dio miedo, sino que sintió por ella una pena muy grande, ya que su rostro mostraba una tristeza infinita escondida en ese gesto adusto; al instante Paty quiso adentrarse más a la casona, pero algo pasó: “Me empujaron para que no entrara”, y sí. Dice que algo o alguien la empujó para que no diera ni un solo paso, así que se quedó allí viendo como la mujer pasaba de largo sin mirar a otro lado, sólo adentrándose a ese lugar seguro que era su casa. Pareciera que el tiempo no había pasado por ella, pareciera que aún no se ha dado cuenta que está muerta.
En esas cavilaciones estaba mi amiga cuando llegó una persona del hotel y la invitó a pasar, apenada mi amiga sólo dio las gracias, y salió de ahí, aún con la lluvia triste que por siempre acompañará a esa mujer.
Paty comprendió entonces que hay que respetar a los muertos ya sea que estén aún vagando aquí o a los sepultados en los cementerios, porque son almas que, de alguna manera, están interconectadas con nosotros, sólo que a veces no saben que fallecieron o, como en este caso, al parecer ella no se sabía muerta y seguía o sigue en esa hermosa casona del centro histórico de Guanajuato.
Dicen los que saben que si quieres ayudar a los muertos pongas afuera de tu casa en el callejón o calle una cubeta con agua, porque como las almas rotas siempre tienen sed, al inclinarse a beber, ellos ven su reflejo actual y así saben que están muertos y entonces buscan la luz u oscuridad, según sea su destino.
¿Quieres conocer más de esa casona? Ven, lee y anda Guanajuato.