Guanajuato visto desde el urbanismo

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Observaciones de Alfonso Alcocer Martínez

Plaza del Baratillo en el Centro Histórico de Guanajuato

Jorge Olmos Fuentes

En días pasados, tuvimos ocasión de platicar con Alfonso Alcocer Martínez, doctor (por la Universidad de Valladolid, España) en arquitectura y urbanismo, historiador, investigador, observador amoroso y atento de la ciudad de Guanajuato. Autor de los libros La Columna de la Independencia, Teatro Juárez, La Arquitectura de la ciudad de Guanajuato en el siglo XIX, La Campana de Dolores, El Paseo de la Presa, entre otros títulos, con él compartimos una taza de café en el centro antiguo de la ciudad, bajo las resonantes campanadas de la Basílica. Las horas invernales, ya casi idas, atestiguaron el crecido entusiasmo de departir hablando de la peculiar ciudad que nos hospeda, cuya belleza de pronto se antoja en riesgo, cuyo derrotero no se mira todo lo claro que se quiere. La lección no tuvo desperdicio, ayuda a mirar con más amplitud y otra profundidad la ciudad tan conocida, de cara a los desafíos actuales.

Como no podía ser de otra forma, entre las cuestiones tratadas sobresalió la definición de Guanajuato, a partir de la necesidad de atender a la peculiaridad de esta urbe centenaria, que asombra a propios y a extraños, guardada en el imaginario colectivo como una joya preciada. Aun a vuelapluma, mientras se habla del antiguo Real de Minas, esa condensación conceptual tomar su lugar preponderante. He aquí la síntesis puntual:
—La ciudad de Guanajuato es única e irrepetible por varias razones: desde luego por su topología; es decir, el lugar. Por su topografía, por los accidentes que tiene el lugar. Pero evidentemente por su aspecto geológico, que es lo que le da identidad. ¿Qué sería Guanajuato si no existiera el Cerro de La Bufa? Diríamos “ese no es Guanajuato”. ¿O sin los demás cerros que ya son familiares para nosotros? Ese no sería Guanajuato, podría ser cualquier otra ciudad. Entonces la identidad está en la geología que rodea a la ciudad de Guanajuato, a la Ciudad Antigua, a la cañada. Entonces también debemos de respetar las laderas que rodean a la ciudad de Guanajuato, porque son parte imprescindible de la identidad de los guanajuatenses.

Vista panorámica de Guanajuato (Cerro del Cuarto)

En el curso de la plática reclamó su sitio la curiosidad acerca de una convivencia, forzada o necesaria, en el plano de la arquitectura. Por una parte, la circunstancia de otro tiempo, de varios siglos atrás, y por la otra, la presión actual en materia de rutinas urbanas cotidianas. El propio entrevistado recordó que Guanajuato tenía 15 000 cuadrúpedos en 1894, cifra que muestra una ciudad hecha para las caballerías, en contraste con el Guanajuato actual, cada vez más pendiente de las necesidades inherentes al automóvil. En términos llanos, la pregunta se dirigió a conocer qué posibilidades de convivencia tienen la arquitectura típica de la ciudad antigua y la arquitectura contemporánea. “Tienen que convivir” afirmó el arquitecto Alcocer Martínez, y de este modo afinó su respuesta:
—En Guanajuato existe una Ciudad Antigua que se compone de un centro urbano (donde está Palacio Municipal y la Basílica), un Centro Histórico que podríamos delimitarlo del Puente de Tepetapa al Puente de San Juan, en Sangre de Cristo; hablamos de una Ciudad Histórica, que va desde el Panteón, donde están ubicadas las momias, hasta la Presa de San Renovato; y podemos hablar de la Ciudad Total, que es la Ciudad Antigua con todas las extensiones que tiene alrededor de la cañada. Bien, la Ciudad Antigua ya está consolidada, en general ya está definida y además todos la respetamos. Pero la ciudad que ha crecido a saltos fuera de la cañada está todavía por definirse, se está transformando constantemente. Allí, en ese lugar es donde debe hacerse arquitectura contemporánea. Es así porque la circunstancia de la humanidad no es más que la continuidad histórica, y en la continuidad histórica, hablando de la arquitectura y de la ciudad, debe haber ejemplos de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, XX y XXI. No estaríamos respetando nuestra propia continuidad como parte de esta generación si no edificamos la arquitectura que nos corresponde en este momento, arquitectura contemporánea, inclusive arquitectura de vanguardia.

Adentrados ya en la conversación, hubo menester de tocar lo relativo a la vivencia y a la visión de la ciudad, pues una cosa es la experiencia diaria de los espacios urbanos y otra muy diferente concebir y regular cómo es que éstos irán ocupando la superficie contigua, en expansión ineludible pero en atención indispensable a las necesidades poblacionales. La ciudad concreta, materializada, y la ciudad virtual, que va instalándose, cobrando forma paulatina. Esto aseguró el doctor Alfonso Alcocer Martínez (quien fuera director del Museo Regional de Guanajuato Alhóndiga de Granaditas, director de Difusión Cultural de la Universidad de Guanajuato y director general del Museo Iconográfico del Quijote):
—Una ciudad debe de planearse. Y la ciudad de Guanajuato, como cualquier ciudad del mundo, tiene dos espacios: la ciudad construida y el territorio donde se va a construir el día de mañana. Si nosotros no prevemos el espacio donde se va a edificar la ciudad de Guanajuato el día de mañana, entonces estamos faltando a la planeación. Si nosotros permitimos que el territorio sea adquirido por unos cuantos, y que después la propia ciudad no pueda crecer ahí porque cuesta demasiado caro, entonces no estamos planeando bien la ciudad. Nosotros tenemos que asegurar el territorio; es decir, lo que esté inmediato a la ciudad construida para que ahí se construya la ciudad también de manera orgánica y no resulte muy caro a la larga dotar de servicios y transportarse, como empieza a suceder ahora. En Guanajuato, la especulación ha dado la oportunidad a unas pocas personas de adquirir el territorio que le debería de pertenecer a todos los guanajuatenses. Otra parte de la respuesta se deriva de la ordenación que debe tener una ciudad. Si a una ciudad se le imponen obras viales, destinadas obviamente a los vehículos, lo que va a haber son vehículos. Si en cambio se construyen espacios disuasorios, para que los vehículos no entren, éstos no entrarán. Si tú a la ciudad de Guanajuato le introduces toda la administración de capital del estado, pues ahí encontrarás vehículos todos los días. Si tú descentralizas administrativamente la ciudad, en vez de hacer túneles para introducir vehículos, estás ordenando la ciudad. Y eso debió haberse hecho desde hace décadas.

Asimismo funcionó como detonador de inquietudes aquella idea de Armando Olivares Carrillo que plasmó la influencia de la ciudad arracimada en la sensibilidad del pequeño Diego Rivera, a tal punto que asoció el cubismo con la disposición de las casas guanajuatenses en la ladera que solía mirarse desde la casa del pintor. La ciudad de Guanajuato ¿seguirá generando este tipo de posibilidades en el plano de la sensibilidad? Ahora mismo puede atestiguarse cómo el paisaje montañoso es ya un asunto de interés creciente, mientras que el paisaje construido, el más reciente, no parece generar mayor interés que el habitacional o el utilitario.
—La ciudad de Guanajuato Antigua es un monumento. Inclusive si vemos su planta en un plano, el plano en sí ya es un monumento; no hay una calle igual a otra, no hay una plaza igual a otra. La arquitectura moderna no construye monumentos, las construcciones modernas no se convierten en monumentos, va a ser muy difícil que se haga en la ciudad de Guanajuato una construcción monumental como la Basílica de Guadalupe, que es un ejemplo de arquitectura moderna que sí es un monumento. Pero se cuentan con los dedos de una mano los ejemplos de arquitectura moderna que llegan a tener esa calidad; va a ser sumamente difícil que este tipo de arquitectura, la contemporánea, influya o determine a un artista para crearle una sensación de identidad o de belleza, o de inspiración.

Finalmente, ¿cuál es el destino de la ciudad de Guanajuato en materia de urbanismo? Tensa entre la vida tradicional, antigua, y la necesidad actual de acoger a los turistas (cuyos ingresos sustentan su vivir), la ciudad pareciera mostrarse complaciente por momentos, y reacia otras veces. Ya es evidente, por ejemplo, señaló el mismo doctor Alcocer Martínez, cómo en las noches se oscurece la ciudad, prácticamente del mercado Hidalgo al Puente del Campanero, las calles principales, pues la población ha sido segregada, y al paso de las horas después de caer la tarde, los comercios y las oficinas se cierran para hacer que se oscurezca esa parte de la ciudad.

Panorámica de la UCEA de la Universidad de Guanajuato

—Yo considero que la Universidad de Guanajuato influye mucho para que nuestra ciudad en general se conserve y origine esta apariencia de arquitectura homogénea a través de los siglos; es decir, toda la ciudad parece antigua, sin notarse que hay arquitectura de varios siglos. La ciudad de Guanajuato tiene además un alto nivel cultural en su población, que hace que se conserve podríamos decir por sí sola. Hay ejemplos de otras ciudades donde todos los días se tira un edificio de valor patrimonial. En Guanajuato no sucede así. Yo creo que el destino de Guanajuato, si está en manos de gente capacitada, de gente profesional, pues va a ser como el que tiene ahora: una ciudad agradable, donde uno se siente como en el patio de su casa, una ciudad cálida, muy humana. Y si no está en manos de profesionales, de conocedores de la arquitectura, la ciudad de Guanajuato va a seguir deteriorándose, vamos a seguir segregando a la población, el turismo va a seguir viniendo a Guanajuato porque es una ciudad única y entonces todo el centro de la ciudad de Guanajuato se va a especializar, todo se va a convertir en hoteles, restaurantes, bares, mientras sigue creciendo exageradamente en las periferias, haciendo necesarios más vehículos para venir a la ciudad y el problema no se va a acabar . Si seguimos haciendo túneles para que entren más vehículos a la ciudad de Guanajuato, en vez de descentralizarla administrativamente, pues el problema va a empeorar. Pero yo confío en que la población de Guanajuato va a saber escoger bien a sus autoridades, a sus técnicos, para que hagan lo que les corresponde.