El juego y sus reglas implícitas

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De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás

Yunuen Alvarado Rodríguez

Hans George Gadamer, en su texto La actualidad de lo bello, describe al juego como un elemento indispensable en el arte; elemento realizable sólo con la participación activa de un espectador que al interactuar con la obra está asumiendo una serie de condiciones que la misma contiene.

Primeramente describe al juego como “un constante ir y venir”, “un movimiento que no está destinado a fin alguno”; no obstante el juego humano es disciplinado y ordenado, el hombre introduce la razón hasta en algo que no está sujeto a fines. El juego se auto-regula por medio del movimiento al que está sujeto, sin embargo el hombre lo regula implantando reglas a su realización.

La noción de juego, dice Gadamer, requiere siempre de un “jugar con”. “Incluso el espectador que observa al niño y a la pelota no puede hacer otra cosa que seguir mirando” (p. 69).

Este interés de observación se supone como participación, no importa que se trate sólo de expectación. Este simple hecho hace participar al espectador, quien poco a poco a través de este ejercicio va comprendiendo las reglas que el juego exige y que nadie le explica.

Entonces el arte se presenta como un juego que  contiene en sí mismo reglas que nadie le revela al espectador, sino que él en su papel aparentemente pasivo detecta y asume. La recepción verdadera del arte, según Gadamer, sólo se dará si este papel cambia de estado pasivo a un estado activo, es decir si el espectador “juega con”, entonces participará activamente de la obra y lo que ella contiene.

Ignacio Betancourt, en su cuento De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás, posibilita la ejecución de este elemento lúdico del arte de una forma muy particular; desde la forma en que está redactado el contenido que maneja hasta las acciones mismas de los personajes,  el cuento constituye en sí mismo un juego.

El texto tiene un narrador omnisciente, quien desde su perspectiva presenta el entorno, los personajes y las circunstancias que intervienen en todo el desarrollo de la trama. Está redactado en su mayoría por oraciones simples y el punto es casi el único signo de puntuación que aparece en el texto, salvo en algunas excepciones.

Cuando los personajes hablan, el narrador muy pocas veces lo advierte; sus palabras aparecen más bien de forma intempestiva, y sólo poco después de unos instantes el lector advierte de quién o quiénes se trata, ya sea mediante la enunciación de los nombres y/o apodos por otros personajes, o por brevísimas interrupciones que sólo introducen el nombre del personaje que habló, entre dos puntos, otras veces el lector ni siquiera puede saber quién está hablando.

La figura del narrador por lo general cuenta historias en tiempo pasado, mientras los personajes acercan, a manera de un close up cinematográfico, a su realidad en tiempo presente. Otras veces el narrador introduce acotaciones o didascalias, como si se tratara de un guión teatral o cinematográfico; éstas son introducidas sin ningún signo de puntuación como los guiones o los paréntesis, sino sólo entre puntos y a manera de oraciones simples, igual que todo el discurso. Por ese motivo, a la primera lectura, el lector se desorienta y puede confundirlas con los diálogos de los personajes.

El principio del cuento consiste en la descripción del entorno: es un pueblo de San Luís Potosí, donde mediante la narración se nos permite conocer una cantina y una feria, así como la rutina de los personajes, que consiste en una visita a la cantina, un paseo por la feria; juegos, comida, varios robos y la caída a prisión. Ya desde ese momento el lector puede imaginar,  en parte por el tipo de argot que se utiliza (muy, pero muy popular), al menos un estereotipo de los personajes que se caracterizarán más adelante.

Dicha caracterización es elaborada en la cárcel  y por  policías. Los personajes caen ahí luego de que uno de ellos roba un rifle de los juegos de tiro en la feria; a éste no lo encuentran, pero capturan a sus amigos y los sentencian a seis meses de prisión. La caracterización de los personajes es genérica, es decir no especifica ninguna característica física de los personajes. Es elaborada en el mismo argot y además contiene calificativos atribuidos por los policías a los personajes principales:

Que los traigan. Este es Federico Pérez alias el Revlon. Vago y malviviente. Soltero. Veinticuatro años. […]Este es José de Jesús Martínez  alias el Pifas. Sin ocupación. Divorciado. Veintiocho años. El hijo de la chingada se disfrazó de vendedor de tacos y por poco se nos escapa. […]Y este otro es Manuel Orta Gómez alias el Caguamo. Vendedor de periódicos. Soltero. Veintiún años. A este con riesgo de nuestras vidas lo tuvimos que bajar de la rueda de la fortuna. […]Al cuarto malhechor de nombre Juan Sánchez alias el Trompas que según declaraciones fue quien inició el asalto no pudimos capturarlo (De cómo Guadalupe…, p. 183).

El problema central del cuento es planeado por los personajes principales en la cantina que tiene por nombre “La Montaña”, luego de haber salido de la cárcel. La motivación es que no tuvieron dinero para pagar la fianza, esto les induce a planear el secuestro de la Virgen de Guadalupe. Estas circunstancias, hiladas a la manera de narrar, fuerzan al lector a participar activamente en el cuento: primero las escasas especificaciones que el texto hace, luego la sensación de velocidad que genera el tipo de redacción que utiliza el autor y después la trama del cuento. Un ejemplo del texto donde pueden verse todos estos efectos es el párrafo siguiente, que engloba las mencionadas acotaciones, ciertos “efectos sonoros y visuales” y por supuesto el tipo de lenguaje con el que todo el cuento está escrito:

Yo tengo un plan a ver qué les parece. Vamos a aventarnos un secuestro. Paletas. Paletas. Frente a la cantina el paletero y su sombra desgañitan muertos de sed. Paletas de leche y agua. Moretones de viento en el viento los gritos. De la sombra también. Tragos de cerveza. Está cabrón. Más tragos. Con tanto secuestro que hay ningún ricacho anda sólo. Ya lo sé si no me creas tan güey. Estuve pensando en alguien que no traiga guardanalgas. Apoco piensas secuestrar a uno del barrio y pedirle de rescate a la hija más buena. Me gusta la idea mi Revlon. Luego vendemos a la ruca y nos venimos a poner bien pedos con Don Bolas. Soplas. No marchen estoy hablando en serio. Era verdad. Todas las moscas de La Montaña estaban quietas. (De cómo Guadalupe…, p. 184)

El lector se enfrenta a este tipo de estructuras durante todo el cuento y, como se puede ver, es muy difícil ubicar las voces de los personajes, separarlas de la del narrador, quien a veces hace comentarios como también introduce acotaciones que mencionan acciones que están siendo realizadas por los participantes de la escena descrita.

Para Gadamer, la identidad de una obra de arte consiste en que dentro de ella «hay algo que entender», en que pretende ser entendida como aquello a lo que «se refiere» o como lo que «dice». “Este es un desafío que sale de la obra y que espera ser correspondido”. (Gadamer, p. 73)

No cabe duda de que el cuento de Betancourt cumple al pie de la letra con  estos aspectos de la obra, pues para todo lector la primera lectura de un texto como este resulta un verdadero desafío. Para poder comprender, el lector debe estar muy atento al desarrollo de la trama, permanecer muy pendiente de cada uno de los movimientos que en el texto se realizan y relacionar parte a parte para formar el todo.

Por su estructura, el texto obliga al lector a seguir sus reglas; una vez que se comienza a leer el texto, no hay opción. Hay que imaginar: el texto dibuja una serie de imágenes que el espectador construye por él mismo, se guía por las descripciones, pero todo el trabajo es realizado por él; la imaginación entonces se percibe aquí como la primera regla implícita en el juego que representa el cuento.

Para realizar la comprensión del todo, el lector necesita de la reflexión. Con una simple lectura, el texto por sus características sería muy difícil de entender; luego, la segunda regla que el texto contiene radica en el reflexionar.

El cuento constituye un rompecabezas complejo, el lenguaje que maneja exige también cierta información de índole regional, pues hay términos y juegos de palabras que definitivamente no podrían entenderse por un lector extranjero. Sólo un lector mexicano entendería a qué se refieren frases como por ejemplo: “Tejones porque no hay ardillas”, “Es un aplastadero de gente cabroncísimo”, “La virgen va con el Caguamo que trai las bolsas del pantalón llenas de palomas de pólvora”, etc. Por tanto, una tercera regla que se aplicaría sólo para los lectores extranjeros, sería indagar respecto del argot, que casi sin excepción todo mexicano entiende. De lo contrario el texto resulta indescifrable.

Pero el juego que Betancourt nos ofrece por medio de su texto no sólo radica en su estructura sino también en el contenido que plantea. El autor juega de manera muy irónica con un tema religioso, quizá el más importante para el pueblo mexicano.

Los personajes deciden secuestrar a La Virgen de Guadalupe, y pedir como rescate una moneda de cinco pesos por cada mexicano católico. La fe de todo un pueblo es objeto de sátira en el cuento, lo que permite también identificar este elemento lúdico propio de las manifestaciones artísticas. Tomando en el sentido que Gadamer explica el juego, el autor hace que los personajes jueguen con la imagen religiosa y con sus fieles, pues recordando que el juego implica un ir y venir, un movimiento constante que se autorregula, eso puede verse, todo un país de fieles se traslada a un pueblo pequeño siguiendo el movimiento de su ídolo.

Es decir, el juego que arma el autor para el lector es producto de otro juego que está contenido en sí mismo. Los juegos que el autor realiza con el lenguaje, con la temática y la elaboración de la historia, son los elementos que posibilitan la construcción de ese “desafío” que el cuento representa para el lector. Entonces el juego aparece como autorrepresentación, la elaboración de uno va representando al otro, que se construye y resuelve hasta el momento de ser leído, hasta el punto en el que pasa por el filtro de la percepción.

Gadamer se refiere por percepción a «tomar algo como verdadero», Pero esto quiere decir: “lo que se ofrece a los sentidos es visto y tomado como algo” (p. 78). La percepción desde este punto de vista permitirá la reconstrucción de un significado que ya se encuentra en el texto, permitirá que este contenido se genere en el entendimiento del lector como algo verosímil, criterio fundamental para que éste siga jugando y participando de las reglas que se ocultan en la obra.

Luego entonces, De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás constituye un juego, puesto que tiene requerimientos que obligan al lector a seguirlos casi sin que se dé cuenta, el juego se autorregula conteniendo de forma implícita y casi invisible las reglas que el lector debe seguir.

Explícitamente el texto no hace nunca una apelación directa al lector, incluso ni siquiera a los personajes, salvo en voz de otros personajes, pero nunca del narrador. Sin embargo en cuanto alguien haya tomado la decisión de comenzar a leerlo, comenzará a realizar una serie de acciones y conexiones que le posibiliten el entendimiento del texto.

El final del texto es muy cómico. Luego de que los personajes principales tienen una riña con un policía que intenta ser «héroe nacional», llevan a la Virgen a la plaza pública donde se realiza la feria y la rodean con juegos pirotécnicos. Es estresante la descripción que el narrador realiza de los fieles. Se trata de una representación, como ya hemos visto, lúdica del fanatismo que existe  en México, pues aún viendo a la Virgen rodeada de explosivos, la gente no deja de acumularse a su alrededor a ofrecerle veladoras encendidas.

Luego, en el cielo se presentan indicios de una fuerte lluvia, la imagen de la Virgen, a manera de Milagro empieza a volar hacia el cielo y justo en esos momentos, reaparece el personaje que al principio se robó el rifle (el Trompas) y desapareció.

Con el arma que en un principio fue el motivo de conflicto, le dispara a la imagen religiosa y posteriormente empieza a llover. Suponiendo que el juego tenga como fin el de la recreación, este cuento cumple de maravilla con ello. Representa a una sociedad específica en un momento específico con necesidades particulares. Es un juego en cuanto a que representa la realidad religiosa de todo un país llevada a un microcosmos desde el cual se puede percibir todo un fenómeno social.

Bibliografía:

Gadamer, Hans-Goeorge, La actualidad de lo Bello, Paidós-Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 1991, 124 pp.

Betancourt, Ignacio, “De cómo Guadalupe bajó a la montaña y todo lo demás”, en Libro de cuentos (individual),  Ed. Joaquín Mortiz, México, 1977, 193 pp.