Razón de Amor

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Interpretación Crítica y Simbólica del poema

Yunuen Alvarado Rodríguez.

Es bien sabido que la Edad Media comienza con la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V y se prolonga hasta el siglo XV. Existen quienes consideran al medievo como una edad estática de la historia, pues aparentemente el hombre medieval vive bajo las penumbras y esto le impide por completo motivar un progreso intelectual. Mas los hechos hablan por sí mismos.

Aunque se piense en la Edad Media como la etapa del estancamiento del desarrollo científico, cultural e intelectual, es en ésta donde la literatura es concebida de muchas nuevas formas, donde pierde la exclusividad eclesiástica y, quizá lo más importante, en que deja de escribirse en griego y en latín pues los creadores tienen por primera vez la intención de utilizar las lenguas vernáculas como recurso estético no menos digno que las lenguas clásicas.

La creación literaria medieval es dirigida a un público con una estricta formación cultural, a hombres letrados que dispusieran de tiempo libre para prestar su atención a la literatura. En este sentido, antes de hacer referencia a cualquier obra específica, es importante focalizar la atención con respecto a cómo el hombre medieval y el creador literario perciben su realidad, para, posteriormente, centrar nuestra vigilia en cómo ésta es reflejada en una obra literaria concreta.

El hombre medieval, pues, vive una realidad simbólica, una realidad que constantemente debe interpretar, pues la naturaleza misma es un conjunto de símbolos creados así por el Dedo de Dios, dispuesto a ser constantemente interpretado.

Alberto Varvaro, en las nociones preeliminares de su texto Literatura románica de la Edad Media señala que en el medioevo “el cosmos es como una señal, como un código sui géneris que transmite un mensaje permanente” (p. 59), afirmación que más delante aclara enunciando que no se trata de un código cualquiera, sino de un verdadero símbolo, deduciendo de esto que “la realidad está en cierto sentido como preparada; como ordenada de antemano en vistas a su función significativa…”

Esta noción simbolista de la realidad se ve sustentada en la concepción medieval del número, misma que no se abordará con detalle aquí; baste decir que la idea de número, sostenida en la Edad Media, implica la contención de valores numéricos en todo lo existente pues a los números se les atribuyen propiedades cualitativa

Para ir poco a poco esclareciendo el objeto del presente ensayo, es conveniente realizar un acercamiento a la concepción y manifestación simbolista de la naturaleza en los poetas de la Edad Media. Lapso en que el creador literario es concebido por la sociedad como un artesano capaz de dominar una técnica y hacer el mejor uso de sus recursos. “Al estar caracterizado por sus capacidades técnicas y no por las expresivas, parece que el poeta queda al margen del mundo del simbolismo. En realidad sugiere lo contrario: la obra literaria al estar pensada como objeto, participa de la funcionalidad de los objetos creados y en primer lugar de su naturaleza de signos, por lo que entra a formar parte por derecho propio del universo simbólico.” (Varvaro, p. 65)

Luego, ante esta situación ineludible en la que el poeta realiza su trabajo, el carácter simbólico de sus creaciones no es sólo un recurso estético, sino una necesidad predeterminada por la cosmovisión presente en ese momento histórico.

Después de clarificar estas nociones contextuales, queda pasar directamente al análisis de una obra que evidencia el carácter simbólico del medioevo, única en género y de la que no se supo mucho en su momento de creación, sino hasta muchos años después. Razón de Amor es un poema de carácter cortesano que fue descubierto en 1887 en la Biblioteca Nacional de París, dentro del manuscrito latino 3576. Por sus características se estima que debió haber sido escrito en el siglo XIII, al noroeste de la península ibérica.

El poema está constituido por 258 versos, además de una introducción que revela, según algunos críticos, la identidad del posible autor (mas la divergencia de opiniones respecto al poema comienza justamente ahí). El documento está firmado por alguien llamado Lope de Moro, de quien no se tiene ninguna referencia histórica, por lo que se sospecha que incluso podría tratarse sólo del primer copista.

El texto está dividido en dos partes. La primera consiste en un poema de corte amoroso-alegórico narrado en primera persona, donde un joven que en el mes de abril se dispone a descansar bajo un manzano en un huerto, encuentra, sobre las ramas de éste, un vaso lleno de vino y sobre él otro lleno de agua. El joven personaje del poema hace conocer al lector las propiedades de ese vino, las cuales consisten en que quien lo pruebe nunca enfermará. No obstante, inmediatamente después manifiesta el temor que le ocasiona beber el agua del vaso, pues corre el riesgo de ser víctima de un encantamiento. Sin embargo el joven decide saciar su sed con la fluencia interminable del agua de una fuente.

La escena solitaria del joven hombre se ve interrumpida inesperadamente por la llegada de una mujer que es descrita como poseedora de gran belleza. Ella interrumpe la escena cantando versos que evidencian que va en busca de su amado de quien sólo ha oído hablar. Ambos jóvenes de pronto se observan y luego de que el varón reconoce en ella las prendas (alhajas) que él le había mandado obsequiar, tiene lugar el reconocimiento de los amantes.

Lo anterior (símbolos de reconocimiento), además del encuentro y la separación de los amantes al alba, también son fuertes características de esta poesía, que había sido escrita regularmente en francés y no en castellano como esta pieza.

Pronto, el cauce de la historia parece ser interrumpido por la llegada de un simbólico personaje: una paloma blanca, que accidentalmente derrama un poco de agua en el vaso que contiene el vino; dicho accidente propicia el desarrollo de la segunda parte del poema, que constituye un debate con claros antecedentes en la lírica mediolatina en el que el agua y el vino se personifican y toman voz, dando lugar a una cómica discusión en la cual ambos líquidos se debaten para ver quién ofrece más virtudes a quienes los beben.

Si bien la autoría del poema no ha sido confirmada por falta de fuentes confiables que permitan aseverar con certeza por quién fue escrito, el carácter clerical (escolar) del autor queda por completo expuesto en los primeros versos del poema:

Quien tenga triste su ánimo, venga a oír este relato.

Escuchará un cumplido poema de amor muy bien rimado.

Lo escribió un clérigo muy enamorado de las mujeres…

“Qui triste tiene su corazón

Benga oyr esta razón

Odra razón acabada,

Feita d´amor e bien rimada

Un escolar la rimó que siempre duenas amó…” (Manuel Alvar, p. 149)

La descripción general del autor que el poema evidencia, permite a los críticos admitir que, efectivamente, es esta formación escolar rigurosa la que permite al poeta allegarse de los recursos necesarios para realizar la composición estética de la pieza, es decir, una composición adecuada al carácter requerido por la poesía de la época, además con referencias de amor cortés, para cuyo éxito era necesaria la nobleza de los amantes.

Aparentemente interrumpida, esta pieza ha dado lugar a pensar que se trata de dos poemas distintos, relacionados y superpuestos arbitrariamente, pero esta teoría carece por completo de fuerza, pues si bien existe una clara división, también es evidente la congruencia y relación que existe entre ambas partes.

La interpretación crítica y simbólica más elocuente y aceptada a través de la historia es la que admite la relación entre ambas partes del poema, como un recurso simbólico utilizado por el autor, donde la dualidad entre el amor espiritual es representado por el agua y el amor carnal por el vino. Dicha dualidad es pertinente en el poema como consecuencia de la situación inmediata anterior.

De este modo, la originalidad del poema es explícita pues los recursos que utiliza para referir el erotismo y la sensualidad a los que se enfrentan los personajes en el huerto donde ocurre su encuentro, constituyen sin duda un elemento que no se ha vuelto a encontrar en manuscritos contemporáneos a éste, escritos en lengua castellana.

Tratándose entonces de un texto único, auténtico, cargado de una buena cantidad de símbolos que han dado lugar a múltiples interpretaciones, Razón de Amor obtiene una posición muy importante dentro de la literatura española del medioevo, pues sostiene la fuerte postura histórica referida por Varvaro en su obra, donde, como ya se mencionó, se afirma que el carácter simbólico de la literatura medieval responde a una necesidad histórica y contextual.

También a pesar de los múltiples desacuerdos que ha generado esta obra en cuanto a interpretaciones se refiere, conviene tener presente la importancia de los números en la concepción simbolista medieval, que, leyendo con atención, está presente a lo largo de toda la Razón de Amor.

Prueba de ello es la múltiple presencia de la dualidad; sólo es cuestión de enunciar, por ejemplo: agua y vino, varón y dama, reconocimiento y encuentro, amor espiritual y amor carnal, hasta llegar a la mayor dualidad de la pieza, que es precisamente, el poema de amor cortés y los denuestos del agua y el vino.

No es casualidad que tratándose de una pieza medieval, realizada en una época donde la concepción que lo domina todo es la representación simbólica y numérica de los objetos, aparezca en ella una multiplicidad intrínseca de dualidades, sino mas bien es una relación absolutamente directa con la concepción del mundo medieval.

Luego, independientemente de la postura crítica que decida tomarse al enfrentar texto tan importante como lo es Razón de Amor, debe tenerse bien en cuenta que se trata de una pieza única, dotada de originalidad, intención y calidad técnica en su creación.

Bibliografía:

Alvar López, Manuel, Antigua poesía española lírica y narrativa, Porrúa, México, 1991.

Varvaro, Alberto, Literatura románica de la Edad Media, Ariel, Barcelona, 1983.