Singularización a través de la ventana

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“La noche” de Juan García Ponce

Yunuen Alvarado Rodríguez

El cuento del autor mexicano Juan García Ponce titulado “La Noche” tiene una estructura dividida en tres partes. El narrador de la historia es de carácter deficiente, pues se trata de un testigo que obtiene sensaciones, presenciando una serie de acontecimientos desde las cuales comparte a los lectores a lo largo de la descripción y enunciación de hechos. De este modo permite ver a través de éstas cómo es su personalidad y cómo ha sido el desarrollo de su vida hasta el momento en el que enfrenta una escena desconcertante a través de su ventana.

Dicho cuento será analizado aquí según la perspectiva de V. Shklovski, expuesta en su ensayo “El arte como artificio” (incluido en el libro Teoría de la Literatura de los Formalistas Rusos), al cual haré una referencia para resaltar y clarificar dos términos opuestos que darán sustento a lo que pretendo comunicar. Estos términos son: la automatización y la desautomatización: “El objeto pasa junto a nosotros como dentro de un paquete; sabemos que él existe a través del lugar que ocupa, pero no vemos más que su superficie. Bajo la influencia de una percepción de ese tipo el objeto se debilita, primero como percepción y luego en su reproducción. (…) En el proceso de algebrización, de automatización del objeto, obtenemos la economía máxima de las fuerzas perceptivas: los objetos están dados por uno solo de sus rasgos, por ejemplo el número, o bien son reproducidos como siguiendo una fórmula sin que aparezca siquiera en la conciencia.” (pp. 59 y 60)

En esta primera referencia encontramos el primer concepto: la automatización, que consiste, como bien se explica en la cita anterior, en una percepción tan acostumbrada del objeto por parte del sujeto que independientemente de cuantas veces éste sea presenciado, el sujeto sólo capta su superficie, su desempeño práctico y cotidiano; esta cotidianidad a veces es tanta que el objeto llega a ser prácticamente inadvertido.

Ante este problema, la función de desautomatización expedida por el arte hacia los objetos, consigue atraer la expectativa y la atención del espectador hacia éstos: “Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que se llama arte. La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento; los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción.” (p. 60)

Mediante la atención prolongada puesta en un objeto en apariencia cotidiano, seguramente el espectador empezará a distinguir con claridad la multiplicidad de opciones que, lejos del contexto práctico, ese objeto ofrece.

Desde este punto de vista, el cuento de García Ponce merece la atención pues (como ya mencioné antes y a continuación precisaré) la narración se centra en una escena presenciada por un sujeto bastante común, quien tiene una hija y una esposa; vive en un edificio multifamiliar del centro de la ciudad de México, que a pesar de ser viejo está muy bien construido. El personaje ejerce su profesión de abogado, desempeñándose como notario público, es un esposo fiel y se menciona también que encuentra un gran apoyo en la familia de la que procede, la cual habita en Zacatecas.

Es entonces desde esta perspectiva que la historia nos es transmitida a los lectores, historia en la que un suceso específico desencadena toda la trama. Tal suceso es aparentemente simple: una noche, cuando el personaje principal decide permanecer unas horas extra sentado en el sillón de su sala para leer un poco, se percata de un sonido en el exterior de su casa. Se trata de la voz de una de sus vecinas quien vivía en el piso de arriba y llamaba a una empleada doméstica, la que se sitúa en el piso inmediato inferior al del personaje.

A partir de este momento, la curiosidad del protagonista se despierta y lo inclina a presenciar, a través de su ventana, los sucesos subsiguientes, los cuales lo perturbarán de una manera inimaginable. Al parecer, la familia vecina, que tiene todo para ser una familia estable (igual que la del personaje principal), está desmoronándose ante los ojos de una persona ajena a la situación.

Cuando el protagonista se da cuenta de que su vecina, llamada Beatriz, tiene amoríos fuera del matrimonio, que hasta hace algunos meses parecía ser estable, indaga en el pasado de dicha familia y nos lo revela mediante un paseo por sus recuerdos. Mientras va describiendo para el lector sus sensaciones entretejiéndolas con los hechos siguientes, queda claro que le producen tal perturbación que no es capaz ni siquiera de compartirlo con su esposa por temor a “contaminarla”.

Lo que el autor consigue con el texto es poner a los lectores ante la perspectiva particular de un personaje, haciendo que una situación común en un lugar como el que se describe, que quizá aparentemente no podría producirnos más que dos o tres comentarios casuales, se vuelva del todo atrayente, pero no por la situación en sí misma sino por la sensación que logra ofrecer. Primero, desde la situación espacial (una ventana de un domicilio particular); luego, la referencia moral que el personaje comparte (su pensamiento conservador), además de la serie de sensaciones que produce tal combinación, que son capaces de arrastrarnos como lectores a un punto en el que estamos pendientes de lo que pasará. Es decir, genera expectativa.

El personaje nos contagia curiosidad hacia el suceso descrito y nos produce curiosidad extra por saber cuál es la razón para que tal suceso le desate esa combinación de sensaciones.

El autor ha conseguido entonces desautomatizar una situación con la que tal vez todos nos hemos topado en la realidad cotidiana, ya sea como testigos o partícipes de la misma, y que a pesar de ello no dejaría de ser más que eso, parte inevitable de nuestra realidad. Sin embargo, al brindarnos la oportunidad de presenciarlo desde una perspectiva distinta, con una limitada y subjetiva visión de nuestro informante más directo (narrador deficiente), el escritor logra producirnos sensaciones diferentes.

Juan García Ponce, extrajo un suceso común, una historia particular, como un recurso de producción de una experiencia estética, que nos permite a los lectores compartir con el personaje, mediante un pacto ficcional, su situación, su perspectiva, sus sensaciones, generando en nosotros, paralelamente y dentro de este pacto, una perspectiva distinta de un suceso aparentemente tan cotidiano como en la realidad. La diferencia quizá estriba en la forma en que presenciamos los detalles, precisamente como lectores.

Pero ante esto cabe consumar un acercamiento a la estructura del cuento y descubrir cómo es que ocurre este proceso de desautomatización. Todo parece indicar que la situación a la que el texto alude no sólo ha sido singularizada por el autor, sino también por el personaje principal, quien admite al inicio del texto haber sido partícipe consiente de dichas circunstancias: “Me he sorprendido pensando que cualesquiera que sean los personajes que se escojan, su historia siempre desemboca en el horror. No sé ni tal vez llegue a saberlo nunca, hasta que grado este pensamiento puede ser lícito; pero el suceso del que con toda certeza parte, y del que fui testigo por una especie de desafortunado accidente, los recuerdo oscuros y las investigaciones disimuladas bajo una capa de indiferencia, pero absolutamente consientes en que me vi envuelto por él y la última aterradora comprobación (hechos que no logro sacar de mi mismo y me impiden llevar mi vida de costumbre) me regresan una y otra vez al punto de partida , y hasta me atrevería a decir que me amenazan.”

La cita anterior contiene las primeras líneas del cuento “La Noche”, y hasta este momento el lector ignora por completo el asunto que el personaje trata; sin embargo, ya nos anticipa algo fundamental para conservar nuestra atención y continuar nuestra lectura. Esto es sin duda una sensación. Los sentimientos del personaje principal son expuestos de manera directa en el primer instante del texto; haciendo explícita una situación emocional extrema que el personaje sufre y eso es lo que nos motiva a proseguir. Nuestra actitud receptora se agudiza, esperamos con ansia saber qué es lo que tiene al personaje sintiendo de esa manera.

Posteriormente, cuando él en su calidad de narrador deficiente comienza a contarnos una secuencia de hechos interrumpida innumerables veces por su sentir al respecto, nos damos cuenta de que lo que nos relata es una situación cotidiana aun para él, aun en el ambiente en el que el texto se desarrolla; pues en un edificio donde muchas familias habitan conviviendo sin ir más allá de un trato cordial entre ellas. Ocurre lo que Shklovski señala como automatización del objeto, pues la familiaridad de la casualidad con la que los encuentros suceden impide percibir a detalle la vida de todos. No obstante el protagonista del cuento se encuentra en el momento y lugar adecuados para llevar a cabo la singularización de un “problema común”. Aparentemente él se permite presenciar la cotidianidad detallando absolutamente todo lo que está a su alcance, excede los límites de su propia moral dejándose llevar por la curiosidad.

El personaje extrae al máximo los detalles de la situación y se deja perturbar por estos. No es difícil ver entonces que la misma singularización es usada por el autor del cuento como un recurso que propicia la prolongación de la percepción en el texto como objeto, mediante la percepción de un personaje en un objeto de su realidad cotidiana puesta en un plano desde el cual la percepción que se genera es distinta a la habitual.

Bibliografía Completa:

García Ponce, Juan, La Noche, Biblioteca Era, México, 2005.

Todorov, Tzvetan (Comp.), Teoría de la Literatura de los Formalistas Rusos, Siglo XXI Editores, 2007.