Cuentos

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LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)

Jorge Olmos Fuentes

Esta mañana he traído conmigo una serie de relatos breves cuya trama está por alguna razón relacionada con los objetivos de este segmento radiofónico. Son cuentos terapéuticos que producen siempre algún impacto en quien escucha, aun sin alcanzar su total comprensión. Tampoco se trata de que quien lo escuche proporcione o reciba de inmediato una explicación reveladora de sus entretelas. Realmente lo que importa es exactamente lo contrario: oir con atención qué se cuenta, permanecer en quietud y silencio ante lo dicho, observar qué re-acomodos produce en lo que uno está viviendo (sobre todo interiormente), percibir qué palabras, frases o imágenes vienen ante la mirada, e intentar conservar el relato en la memoria, pues tal vez emerja, útilmente y con puntualidad, en alguna otra circunstancia, ahora mismo imprevista. Le comento que estos relatos son de la autoría de Bert Hellinger y que están publicados en alguno o varios de sus libros sobre constelaciones familiares.

El primero de ellos se refiere a un filósofo famoso que defendía la opinión de que un burro situado justo en medio de dos montañas de heno que desprendía el mismo aroma y que ofrecían el mismo aspecto apetitoso, seguramente tenía que morirse de hambre por no poder decidirse por ninguna de ellas. Un campesino que lo escuchó, dijo: “Eso únicamente le ocurre a un burro filosófico. Un burro de verdad, en lugar de lo uno o lo otro, come lo uno y lo otro.

El segundo relato es “La escapatoria” y dice que en alguna parte del sur, al amanecer, un pequeño mono subió a una palmera, sacudiendo un coco pesado en sus manos y gritando con todas sus fuerzas. Así lo oyó un camello, que se acercó, alzó la mirada y le preguntó: “¿Qué te pasa hoy?”. “Estoy esperando al gran elefante. Le pegaré una paliza con el coco que se va a enterar!”. Pero el camello pensó: “¿Qué querrá realmente?”. Al mediodía pasó un león. También oyó al pequeño mono, lo miró desde abajo y preguntó: “¿Te pasa algo?”. “Sí, gritó el mono. ¡Necesito al gran elefante! Le pegaré una paliza con el coco que le reventará el casco!” Pero el león pensó: “¿Qué le pasará realmente?”. Por la tarde vino un rinoceronte, se extrañó al oir al mono, levantó la mirada y le preguntó: “¿Qué te pasa hoy?”. “Estoy esperando al gran elefante. Le pegaré una con el coco que le reventará el casco y lo dejará seco!”. El rinoceronte sin embargo pensó: “¿Qué querrá realmente?”. A última hora de la tarde llegó el Gran Elefante, se rascó en la palmera y cogió algunas ramas con su trompa; encima de él, reinaba un silencio absoluto. Después levantó la mirada, vio al pequeño mono detrás de una rama y preguntó: “¿Te pasa algo?” “¡No!” se apresuró a decir el mono. “¡Nada! Durante el día estuve gritando un poco, pero no lo habrás tomado en serio, ¿verdad?”. El elefante sin embargo pensó: “Algo le falta realmente”. Después vino su manada y se marchó con pasos majestuosos. El pequeño mono aún se quedó quieto largo tiempo. Después cogió el coco, volvió al suelo, lo golpeó contra una roca y lo reventó… y bebió su leche y comió su fruto.

El tercero lleva por título “La dependencia”. Un hombre compró una oveja y así se convirtió en pastor. Siempre que se dirigía a su oveja, ésta le respondía con una “ba” afirmativo y el pastor se sentía feliz. Pero cuando la oveja empezó a entrar en años, y el pastor una vez más le habló, ella arremetió contra él. En ese momento, el pastor pensó: “Nunca he estado tan unido a mi oveja como ahora”. Más tarde, cuando la oveja se hizo aún mayor, simplemente se fue. El pastor, sin embargo, se entristeció, porque volvía a ser un hombre normal y corriente.

Para terminar, una versión de la historia de El fuego. Dice así: De Prometeo se cuenta que robó el fuego a los Dioses para entregárselo a los hombres. Los Dioses se lo permitieron, pero después se vio encadenado en una roca. Lo que no sabía fue que los Dioses, por sí solos, se lo habrían dado a los hombres.