El Relato: forma, herramientas, intención y proyección

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Yunuen Alvarado Rodríguez

Innumerables son los relatos existentes.

Roland Barthes

Mucho se ha escrito sobre las formas del relato, lo indispensablemente necesario para que un relato suceda, la intención con la que el relato surge y es  posible como medio de comunicación entre los seres humanos, y la manera en la que el relato es proyectado por un emisor a un receptor.

Roland Barthes, con la frase que utilizo como epígrafe, comienza su famoso ensayo Introducción al análisis estructural de los relatos. En esa obra sostiene desde un principio la existencia de múltiples  géneros de relato: “como si toda materia le fuera buena al hombre para confiarle sus relatos: el relato puede ser soportado por el lenguaje articulado, oral o escrito, por la imagen, fija o móvil, por el gesto y por la combinación ordenada de todas estas sustancias” (Roland Barthes, p. 7). Al reflexionar sobres estas palabras, se obtiene la deducción de que el relato se encuentra en la más simple y hasta en la más compleja de las acciones humanas.

Pero este enfoque del relato parece ser demasiado amplio, pues desde la más trivial de las conversaciones entre los individuos más comunes hasta la más elaborada forma de literatura entrarían al cobijo de esta manifestación. Por esta razón, más delante en el texto, Barthes aclara su objeto de estudio: el relato literario —del que no sólo se ocupará Barthes, sino todos los estructuralistas—, preocupándose por definir su forma y esclarecer sus límites, objetivo este último que presenta la mayor problemática, incluso en la actualidad.

En el ensayo citado anteriormente, Roland Barthes expone una serie de características presentes en todos los relatos literarios. Me refiero a funciones, indicios, referentes, informantes, etc. Todos y cada uno de ellos, por insignificantes que parezcan a los ojos del lector, tienen una función que cumplir en el texto, fueron colocados ahí por el autor con una finalidad que se desarrollará como antecedente o consecuente dentro del universo intertextual.

Hasta este punto todo aparenta ser claro, pues nos guía una conciencia que asegura que el relato funciona en torno a varios niveles de sentido, en los que los elementos intertextuales conviven y los cuales el lector debe ser capaz de detectar para comprender el funcionamiento de ese microcosmos generado de manera paralela a un realidad concreta. Pero ¿qué pasa, cuando Gérad Genette pretende delimitar los límites del relato? Sin duda sigue el camino estructuralista de Barthes, con la diferencia de que éste no pretende ya enunciar una técnica de análisis del relato, sino más bien definir y establecer qué clase de creaciones humanas podrían considerarse como relatos.

En su texto Las fronteras del relato Genette comienza por ofrecernos una definición de relato bastante limitada: “representación de un acontecimiento o de una serie de acontecimientos, reales o ficticios por medio del lenguaje y más particularmente del lenguaje escrito” (Gérard Genette, p. 199).

Esta cita es clara, mas da lugar a demasiadas preguntas respecto al carácter del relato, pues lo refiere como una forma de representar acciones, acciones que deben ser reflejadas por medio del lenguaje escrito. A partir de esta afirmación cabe preguntarse: ¿qué pasa entonces con un guión cinematográfico o teatral al momento de ser llevado a escena? ¿Acaso estos textos pierden entonces su carácter de relato?

Sería atrevido tanto negarlo por completo como afirmarlo de manera tajante pues al parecer una novela y un cuento comparados con un guión teatral y uno cinematográfico tienen la misma intención, ya que ambos géneros contemplan al lenguaje como su principal recurso. Los autores, sean de uno o de otro género, necesariamente tuvieron que hacer uso del eje de selección y el de combinación de la lengua para lograr transmitir al lector o espectador una idea, para generarle una sensación o para provocarle una emoción.

La diferencia entre una y otra forma es la manera en que se proyectan al espectador, pues en el género narrativo la obra como producto terminado se realiza simplemente ante los ojos de un lector, por lo tanto la interpretación del mismo es aparentemente más directa que en el teatro o en el cine. Ambas formas de escenificación parten de un texto escrito, que por principio es objeto de una interpretación crítica, realizada por un director.

Luego los actores serán partícipes y aportarán sus propias impresiones, introducidas a la historia con su particular creación de la psicología del personaje, aunque en ésta influyen tanto las especificaciones y comentarios puestos por el autor como las proyecciones que el director quiera que el actor ofrezca.

Entonces la obra que se proyecta mediante la interpretación escénica llega al espectador, después de muchas interpretaciones: la del director, la de los actores y hasta la de los escenógrafos y técnicos que intervienen en la acción. Luego la imagen resultante es la que finalmente el espectador interpreta.

Quizá por esto el carácter de relato en la forma escénica de los textos pudiera difuminarse un poco; pero, tomando en cuenta que tanto actores como técnicos siguen indicaciones de un director para mostrar al público una visión específica de la obra, ¿no se trataría entonces de una forma doble de relato? Esto sería así pues se está contando una historia relatada por un autor, desde un punto de vista de un director, quien al momento de preparar la puesta en escena o la filmación cuenta con actores y técnicos como herramientas autónomas (hago la aclaración en cuanto a la autonomía de actores y técnicos, pues al considerarlos como herramientas del director jamás pierden la intención de aportar sus percepciones a la escenificación) para crear su propia versión del relato y contarla a un público.

Ambos géneros poseen en su forma los mismos elementos estéticos capaces de ambientarnos en lugares, tiempos y acciones determinadas, eso gracias a la descripción como elemento estético, que también Genette refiere en su texto. Es sólo que en el género narrativo la descripción se percibe como pausas mientras que en el género teatral o cinematográfico se percibe por medio de acotaciones y notas, de cuya realización se encargará el equipo técnico para lograr la creación de una imagen descriptiva.

Así, podemos volver al plano de la intención, pues en ambas formas de relato la intencionalidad de la descripción es la ambientación del espectador para favorecer la verosimilitud de lo que se cuenta.

Como podemos ver, las características que el género narrativo comparte con los géneros cinematográfico y dramático son muchas, por lo tanto las diferencias de proyección no influyen en el carácter y finalidad del relato.

Ahora bien, Luz Aurora Pimentel (en la introducción de su texto El relato en perspectiva) asevera que el relato requiere la mediación de un narrador para proyectar acciones humanas. Ante esto podríamos pensar en un narrador como intermediario explícito, que toma voz propia de los hechos que relata, pero ¿dónde quedarían aquí, nuevamente, los guiones de cine y  teatro e incluso el género epistolar? Luego podríamos considerar que es un narrador implícito el que dispone el acomodo de las escenas de tal o cual forma, para ser recibidas así y no de otra manera por el espectador.

Este mismo criterio podíamos aplicarlo a la representación escénica,  puesto que el director cumpliría ese papel de narrador implícito, ya que él desde su posición decide el orden y la forma de proyección de tal o cual imagen.

Por lo tanto, si bien la forma de proyección del relato condiciona un tanto la interpretación del espectador, los guiones cinematográficos y teatrales no pierden de ninguna manera su carácter de relato, pues en ambos casos se utilizan herramientas de lenguaje, se involucra un intermediario (narrador, editor o director) y se conserva la intención de generar una reacción en el espectador. Esta reacción es conseguida ya sea por medio de imágenes o de pensamientos desde el momento en el que el relato se presenta frente a nuestros ojos de una u otra forma. Punto éste que se confirma la postura de Barthes, quien señala que los límites del relato son equiparables a las actividades humanas.

Bibliografía:


Barthes, Roland et al, El análisis estructural del relato, Ediciones Coyoacán, México, 2006.

Pimentel, Luz Aurora, El relato en perspectiva, Siglo XXI, México, 1998.

Fotografías:

De Roland Barthes, tomada del sitio web de la Université de Metz: http://fgimello.free.fr/enseignements/autres_enseignements/roland_barthes_fotografia.htm

De Gerard Genette, tomada del sitio web Centre Pompidou / L’Étincelle. Le journal de la création a l’Ircam: http://etincelle.ircam.fr/877.html.