Hombre y mujer

Compartir

LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)

Jorge Olmos Fuentes

Una mujer, al quedar embarazada, se ve forzada a casarse con su novio. Ambos, como pareja y como padres, no son felices en su matrimonio. Por ese motivo, el hijo carga con la culpa, dispuesto a sufrir como recompensa y para pagar la desdicha de los padres «causada» por él. Enfermará, se negará a las cosas del vivir; se involucrará en hechos de riesgo, acaso se vuelva agresivo. ¿A qué nos conduce un hecho como este? ¿Podremos reconocerlo, mejor aún: introducir cambios favorables? Permítame señalar algunos hechos esenciales que favorecen la resolución, la búsqueda orientada a la plenitud.

1. Es propio de los órdenes del amor entre hombre y mujer que el hombre quiera a la mujer como mujer, y que la mujer quiera al hombre como hombre.

2. El hombre y la mujer se hallan orientados a un tercero; lo masculino y lo femenino que les es inherente sólo alcanza su plenitud en el hijo. Ya que sólo como padre el hombre se convierte en hombre en el pleno sentido de la palabra y sólo como madre la mujer se convierte en mujer en el pleno sentido de la palabra, y sólo en el hijo, el hombre y la mujer se funden en una unión indisoluble en el pleno sentido de la palabra y de una manera visible para todo el mundo. Cuando su amor como padres hacia el hijo continúa y corona su amor mutuo, su hijo se siente visto, tomado, respetado y amado por ambos padres, sabiéndose en orden y bueno.

3. El hombre y la mujer se hallan orientados hacia la consumación del amor. Es el acto humano más grande. Ningún otro hacer humano se halla más en concordancia con el orden y la plenitud de la vida, y ningún acto como este nos obliga más extensamente para el todo del mundo. Sólo eso convierte al hombre y a la mujer en pareja, y sólo eso también convierte a la pareja en padres.

4. El hombre tiene que ser hombre y seguir siéndolo, y la mujer tiene que ser mujer y seguir siéndolo. Por tanto el hombre tiene que renunciar a apropiarse de lo femenino como algo propio, como si el mismo pudiera hacerse y ser una mujer. Y la mujer tiene que renunciar a apropiarse de lo masculino como algo propio, como si ella misma pudiera hacerse y ser un hombre.

5. El orden del amor entre hombre y mujer también exige la renuncia: durante la infancia, para hacerse hombre el hijo tiene que renunciar a la primera mujer en su vida, es decir, a la madre; y para hacerse mujer, la hija tiene que renunciar al primer hombre de su vida, es decir al padre. Sólo cuando el hijo del padre se casa con la hija de la madre tienen más posibilidades de formar una pareja estable.

6. El orden del amor entre hombre y mujer implica que entre ellos se dé un intercambio en el que ambos den y tomen en la misma medida. Ya que ambos tienen lo que al otro le hace falta y a ambos le falta lo que el otro tiene. Por tanto, para que se dé el intercambio, ambos tienen que dar lo que tienen y tomar lo que les falta. Es decir, el hombre se da a la mujer como hombre y la toma como mujer, y la mujer se da al hombre como mujer y lo toma como hombre.

Con todo y eso, lo más importante estriba en reconocer que detrás de todo comportamiento, por muy extraño que nos parezca, actúa el amor. Y que también detrás de los síntomas que una persona presenta, siempre actúa el amor. Éste es un factor decisivo al mirar las cosas como son.