MARÍA
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Delgada y eminentemente bella, morena y muy activa, María
cada mañana con el canto del gallo iba y venía.
Un café calientito al romper la alborada
María con su sonrisa viene con el guisado
Ha vivido entre aromas de albahaca y de retama
Ha bebido el pozol, ha comido los ñames, ha tirado la tuza.
Lo mismo en la alborada que al ocaso
María es gran belleza sensitiva con su paso silente a la mañana.
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PALABRAS DE MARÍA
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No tenemos riqueza sino fuego.
En el fondo del ojo arde la brasa.
por ello hemos dejado atrás la historia.
Dejamos esas prácticas que acusan
Dejamos que en la noche arda ese fuego
El fuego que nos mueve desde adentro
No somos indios, hijo, somos astros.
Una parte divina nos alienta.
Y en el agua, la tierra, el viento, el fuego
Una chsipa nos salta desde adentro
y se explaya se expande se dilata
hasta el linde de todo el universo.
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UN DÍA HE DE MARCHARME
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Me asomo en el brocal en el mismo momento en que deslizo el balde.
Abajo hay solo un ojo que silente me observa.
El balde sube y baja mientras el agua asciende para regar las rosas del jardín de María.
Cuando cae la tarde, el sol es una bola
las parvadas la cruzan como flechas oscuras.
Mi abuela viene lenta, delgada, fumándose un cigarro.
Se sienta mientras pasa en su boca la historia de un amor no olvidado.
Me cuenta de su suerte, de lo que nos espera.
María se nos muere mientras vamos creciendo.
«Un día has de marcharte —me dice tristemente
—Pero no vuelvas, hijo. Prosigue tu destino…»
En el brocal del pozo descansa la cubeta.
María está sentada fumándose un cigarro con el café en la diestra.
Una día he de marcharme… caminando adelante…
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