“Las 10 y todo sereno”

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Una visita al Museo del Siglo 19

Benjamín Pacheco López

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Guanajuato, Gto. 16 de septiembre de 2010.- El Sereno, aquella popular figura que rondaba las calles de Guanajuato para combatir las sombras, también era conocido por pasarse de largo con los vecinos y los borrachines nocturnos, según consta en un reglamento que se exhibe en el Museo del Siglo 19.

Debido a la mala imagen que tenían los serenos, las autoridades de la época tuvieron que crear las normas para regir su conducta, texto en el que incluso expresaron su propio sentir al respecto.

“Como haya visto con dolor que varios serenos de esta capital, tal vez por ignorancia u olvido de sus obligaciones, ultrajan a los ciudadanos de ella, haciéndoles algunas recomendaciones que no les tocan, golpeando a los ebrios que encuentran en las calles”, según se aprecia en el documento exhibido al público desde  el pasado 10 de septiembre, fecha en que abrió sus puertas el sitio creado por de Alfonso Alcocer.

El texto se titula Reglamento de los serenos que deben servir el alumbrado público, y fue redactado por el I. Ayuntamiento y aprobado por el Supremo Gobierno del Estado en 1830; la impresión estuvo a cargo del ciudadano José María Carranco.

Algunos de los puntos que se pueden apreciar refieren el cargo del cabo y sus obligaciones, además de constantes recomendaciones relacionadas con la disciplina.

El primer artículo establece el salario: 517 pesos y reales… pero anuales, además de que también estaban obligados a comprar y mantener un caballo para realizar sus rondas.

El siguiente artículo obligaba a los serenos a mantener en buen estado todos los enseres pertenecientes al alumbrado público, y ser “ausiliado” —según consta— por un mozo de confianza.

Para esto, el sereno prácticamente tenía que llevar el material a su casa —artículo 3— para conservar en resguardo y buen estado manteca, aceite, mechas, escaleras, alcuzas —jarras aceiteras—, faroles de mano y armas.

En los artículos siguientes también se les exhorta a presentarse con el alcalde y mayor de la plaza en turno; en caso de abuso de confianza, se les castigaba en apego a la ordenanza militar y serían “despedidos para siempre”.

Los artículos son acompañados de una litografía en la que el espectador puede apreciar dos ejemplos de lo que sería un sereno: hombres de aspecto firme, cargando un farol de mano y armas en la cintura. Seriedad ante todo.