Matsuo Basho: paseante del mundo

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Benjamín Pacheco López

Guanajuato, Gto. 15 de septiembre de 2010.- ¿Qué es lo que está ocurriendo en éste momento? ¿En qué lugar? ¿Quién es aquel testigo que presencia los fenómenos del entorno natural y las emociones que suscitan? Y luego, con maestría, los deposita en papel, como las hojas se dejan caer sobre la tierra. Es Matsuo Basho, el poeta más famoso del periodo Edo en Japón (Ueno, 1644-Osaka, 1694), y cuyo legado sigue siendo estudiado en la actualidad. A Basho se le reconoce el cultivo y la consolidación de la poesía “haiku” caracterizada por un estilo sencillo y una fuerte dosis de componente espiritual. El poeta practicó el “Haikai no renga”, una forma de composición literaria que es fruto de la cooperación entre varios poetas. Las secuencias se inician con un versículo en el formato 5-7-5; este verso fue nombrado “hokku”, y más tarde “haiku”. Hay una frase muy popular de Basho para explicar el sentido de un poema de este tipo: “sencillamente lo que sucede en un lugar y en un momento dado”. Un ejemplo es:

Este camino

ya nadie lo recorre

salvo el crepúsculo.

Matsuo Basho por Yokoi Kinkoku (1820)

El Yo-poeta, la voz de Basho, expresa sus emociones ante momentos específicos que apreció en la naturaleza, derivado de sus conocidos viajes a regiones apartadas de un Japón medieval, no exento de peligros, que concluyeron en poemas evocadores que supo acomodar en una rigurosa métrica. Aunque se afirma que el término narración es exclusiva del cuento y la novela, me atrevería a decir que Basho “narraba” momentos específicos, en el que se aprecia el grado de conexión que logró con su hábitat y su impacto en el sentir humano, tema preponderante en su producción literaria. Otro ejemplo:

El estanque antiguo

salta una rana

el ruido del agua.

Se podría decir que Basho pintaba. Para él, las letras fueron pinceles para comunicar al lector la precisión del entorno, el equilibrio de los seres que lo habitan, los cambios que distinguen las estaciones, un fluir de renovaciones constantes y al mismo tiempo imágenes conocidas en las que siempre se puede encontrar algo nuevo.

Hasta un caballo

mis ojos se detienen en ello

nieve por la mañana.

Cada haiku es único. Redondo. Un micro-universo dentro de un universo. En ellos, Basho deposita el paso de los hombres por el mundo y el paso del tiempo en el alma de los hombres.

Un año ha pasado

una sombra de viajero en mi cabeza

sandalias de paja a mis pies.

A pesar de que el tema principal es la naturaleza, Basho no está reñido con otras emociones e incluso se puede apreciar humor en su legado literario:

Ahora, salimos

para disfrutar de la nieve… hasta que

resbalón y caída!

En otros haikus de Basho, es notable su capacidad para retratar —para el goce o temor del lector— algo inmenso y misterioso como el mar, pero al mismo tiempo recordar que aquello está contenido dentro de sistemas aún más grandes y complejos:

Mar agitado

extiende hasta Sado

la Vía Láctea.

Tras leer apenas unos pocos haikus de Basho se tiene la sensación de haber sido partícipe de un largo viaje lleno de recuerdos selectos, de instantáneas en los que caben por igual grandes escenarios que se despliegan, o de situaciones que apenas ocurren en segundos, pero que dejan una profunda huella en el espectador. A más de trescientos años de la muerte del poeta, su escritura sigue sorprendiendo y sigue divulgándose. Basho murió a los 50 años, se dice que enfermo del estómago pero en paz, con gran prestigio social y rodeado por sus discípulos. Como una gota de agua a la que le rinde tributo el océano. Éste es su último poema, en el que es notorio que hace a un lado la exaltación de la naturaleza. Quizá porque ya presentía sus últimos días; quizá porque ya sabía de la llegada del último crepúsculo.

Caer enfermo durante el viaje

mi sueño huelga errante

sobre un campo de césped seco.