En el FIC, resuena la guitarra de Barrueco

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Benjamín Pacheco López

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Guanajuato, Gto. 18 de octubre de 2010.- El virtuosismo del guitarrista Manuel Barrueco quedó patente durante su presentación en la edición 38 del Festival Internacional Cervantino (FIC), con motivo de su concierto en el que conjugó autores y piezas representativas de los siglos XIX y XX.

El artista de la guitarra Manuel Barrueco (Foto: Especial)

La presentación se realizó en el Templo de Valenciana, al que acudieron cientos de personas que quedaron satisfechas, así como alrededor de 50 guitarristas deseosos de estar cerca del maestro y su propuesta predominantemente latina.

Barrueco, en palabras de algunos expertos presentes, desplegó sus virtudes y una poderosa evocación que llenaron el recinto religioso. La claridad en la ejecución de las piezas permitió incluso a los asistentes que visualizaran en forma libre la música.

El programa inició con “Sonata” de José Ardévol (1911-1981), cuyo preludio fue seco, las variaciones suaves y con arreglos finos, y danza con una atmósfera dramática.

Le siguieron cinco piezas de Astor Piazolla (1921-1992): “Campero”, melodía que avanzó con tristeza como un hombre en el atardecer otoñal; “Romántico” refirió timidez, similar a un amor que apenas inicia; y “Acentuado”, distintivo por sus golpes rítmicos en la caja de resonancia.

La pieza “Tristón” fue semejante a un lamento tras una pérdida y el rasgueo recordó a la caída de las lágrimas; y “Compadre”, fue breve y de ánimo festivo, precisamente como un compadre que pasa a la casa de un amigo para avisar que hay fiesta.

Para la segunda parte del concierto, Barrueco interpretó “Sonata meridional” de Manuel M. Ponce (1882-1948), dividida en tres partes: “Campo”, pieza alegre que recordó un paseo bajo un cielo abierto y soleado; “Copla” y “Fiesta”, ágiles y con deslices armónicos que obligaron a estar atento a los escuchas.

Del mismo autor agregó “Estrellita” (canción), pieza de mucha luz y “Scherzino mexicano”, de tono elegante, igual que el paso de una distinguida dama cuya presencia se apodera de un sitio.

La última parte del concierto fue dedicado a Francisco Tárrega (1852-1909) y su popular “Capricho árabe”, pieza intensa y contundente, evocativa del viento arañando el desierto, así como “Serenata andaluza” y “Serenata española” de Joaquín Malats (1872-1912).

El público recibió bien el trabajo de Manuel Barrueco y celebró cada pieza; debido a esto, el guitarrista regresó al escenario y los complació con tres interpretaciones más, que llegaron a cada rincón del Templo de Valenciana.