Una estrepitosa alegría e ingenio: el croar de Las Ranas de Aristófanes

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Benjamín Pacheco López

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Guanajuato, Gto. 07 de octubre de 2010.- Descender al infierno no necesariamente puede resultar una tarea atroz, sino también una lección de ingenio y el análisis de las obras que se hicieron durante la vida. Estas son algunas de las reflexiones que se pueden desprender de la comedia Las Ranas, de Aristófanes, quien cuenta el viaje de Baco a la morada de Hades para conseguir un buen poeta tras la muerte de Sófocles y Eurípides.

Según la historia, el también llamado dios Dioniso estaba cansado de las malísimas tragedias que se representaban tras la muerte de los poetas citados, por lo que pide ayuda a Heracles —quien al parecer ya también había realizado una empresa de esta magnitud—, y parte junto con su esclavo Jantias. Baco se disfraza con la piel de león y la clava de Heracles, aspecto que le traerá problemas posteriores, y logra llegar a su destino sólo para encontrarse con una disputa entre Esquilo y Eurípides para ver quién ocupa el trono de la tragedia. Baco es elegido juez y escucha el conflicto entre los poetas, quienes se echan en cara sus vicios y defectos de sus respectivas obras literarias. La pelea concluye cuando el dios pesa los versos en una balanza. Al final, resulta vencedor Esquilo y regresa a la Tierra junto con Baco. Sófocles, quien ha presenciado la escena con un silencio en el que algunos ven reflejada su modestia, recibe el cetro trágico, mientras que Eurípides es relegado a un papel secundario.

De la comedia de Aristófanes se pueden desprender varias líneas: a diferencia de la tragedia, donde el tono era más solemne hacia la figura de los dioses (por no mencionar el destino fatal de los personajes) en Las Ranas se aprecia una descripción más desenfadada de las deidades. Este hecho refuerza la percepción de que en la antigua Grecia ya había ganas de hacer a un lado la excesiva solemnidad que persistió por siglos y que finalmente se puede ver reflejada en obras de este tipo: Baco es descrito como un cobarde (¿qué mejor forma de rebajar una figura de autoridad?) a diferencia de Las Bacantes, donde se muestra capaz de someter a un pueblo y lograr que una madre enloquezca y corte la cabeza de su propio hijo. Su hermano Heracles, un glotón sin remedio; su esclavo Jantias parece más preocupado por molestarlo y repelar sus órdenes, que por sentir respeto o veneración. Incluso el hijo de Zeus se ve obligado como cualquier mortal a remar a merced de Caronte, las ranas lo molestan, tanto que es incapaz de mantener a raya a dos taberneras y Éaco.

Por otra parte, la pareja formada por Baco y Jantias también influyó en las fórmulas posteriores para contar historias y que suelen verse reflejadas actualmente en la televisión y el cine: los amigos, socios, familiares, amantes o hasta enemigos, que se ven envueltos en una aventura y que suelen tener personalidades complementarias: uno muy formal, serio, y otro desenfadado y hasta bufón (¿quizá leemos un avance de lo que será Don Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y Watson, Luke y Han Solo?).

Fuera de estas aproximaciones, el clímax —si es que se le puede llamar así— de la pieza es la disputa entre Esquilo y Eurípides. Para este texto, conseguí una copia editada por Libros Tauro (http:/www.LibrosTauro.com.ar) que incluye una nota preliminar sin firma. En la misma se destaca que esta discusión es “interesantísima desde el punto de vista de la crítica literaria” y que el objetivo principal de Las Ranas es “tratar humorísticamente el sistema dramático de Eurípides”. Más adelante refiere que algunos estudiosos han sugerido una supuesta intención política más profunda y trascendental: “creyendo que su fin era censurar al gobierno ateniense porque abría demasiado la mano en la cuestión de admitir en su seno esclavos y extranjeros”. El autor de la nota aclara que el poeta toca el tema repetidas veces, pero sólo de pasada sin ser la intención principal. Esta parte es la más intensa y también la más cerebral, pues se nota que Aristófanes conocía bien el trabajo de sus colegas. Un ejemplo se aprecia en el coro previo a la disputa:

¡Qué combate de gigantescos periodos con frases atrevidas y pigmeas! Se verá el titán erizando las crines de su espesa melena y frunciendo espantosamente el entrecejo, rugir con poderoso aliento versos compactos como la tablazón de un navío; mientras el otro, tascando el freno de la envidia, pondrá en movimiento su ágil y afilada lengua, y arrojándose sobre las palabras de su rival desmenuzará su estilo y reducirá a polvo el producto de su inspiración vigorosa.

Luego Aristófanes se burla de los dos, pues hace parecer a la madre de Eurípides como verdulera (“¿Y eres tú, hijo de una rústica diosa?”), y a Esquilo como un charlatán e impostor que engañaba a su auditorio con “recursos pobres” como personajes que ni hablaban. Otro punto crítico es la repetición de palabras en los versos y hasta un supuesto descenso en el nivel de la tragedia.

Al final, Las Ranas deja un buen sabor de boca al lector, pues a pesar de que fue representada en el año 406 a.C., según los prologuistas griegos, es interesante leer lo que logra Aristófanes al escribir el duelo de los poetas; también cuando remarca la necesidad de contar siempre con buena poesía, pues dicho arte enaltece a los hombres:

¡Feliz el poseedor de toda la sabiduría! Mil pruebas lo demuestran. Esquilo, gracias a su ingenio y habilidad, vuelve a su casa para dicha de sus conciudadanos, amigos y parientes. Guardémonos de charlar con Sócrates, despreciando la música y demás accesorios importantes de las Musas trágicas. El pasarse la vida en discursos enfáticos y vanas sutilezas es haber perdido el juicio.