“Érase una vez…” la fatalidad del destino

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Recordando las grandezas de Sergio Leone

Benjamín Pacheco López

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Guanajuato, Gto. 17 de noviembre de 2010.- La fatalidad del destino cuyas sogas mantienen sujetos por igual a hombres en búsqueda de poder o venganza, así como mujeres de origen misterioso, enmarcados dentro de una narrativa visual y musical poderosa, son tan sólo algunos motivos para ver Érase una vez en el Oeste, película del maestro italiano Sergio Leone.

A pesar de haberse rodado hace 42 años, la cinta sigue impresionando por su nivel de detalle para recrear el siglo XIX, tiempo en el que se registró la expansión histórica de Estados Unidos de América hacia la costa del Océano Pacífico. Leone (Roma, 1929-1989) retoma un estilo pulido y exitoso desde hace años, que la crítica cinematográfica calificaría de “spaghetti-western” (por ser una película del oeste realizada por italianos), para realizar su obra maestra donde aparecen elementos que se volverían clásicos con los años: antihéroes, tipos duros y solitarios, pocas palabras y pocos escrúpulos, la música como un personaje más, la sobrevivencia por encima de los valores tradicionales, y el dinero como móvil suficiente para desencadenar masacres. Ante todo: nadie tiene la vida asegurada, de ahí que se aprecie la fatalidad de un destino llevado por las balas.

A lo largo de poco más de dos horas, Leone presenta el cruce de distintos personajes interpretados por un elenco de peso: Charles Bronson interpreta al impasible y vengativo “Armónica”; Henry Fonda al sanguinario y confiado “Frank”; Jason Robards al carismático y suertudo “Cheyenne”; Gabriele Ferzetti es el empresario tuberculoso y frustrado “Morton”; y la diosa-en-la-tierra Claudia Cardinale, en el papel de la viuda de pasado misterioso “Jill McBain”. En la parte técnica, Leone se respalda en una fotografía impecable a cargo de Tonino Delli Colli, quien gusta retratar paisajes amplios y desolados, cuadrillas interminables de hombres trabajando, así como tomas cerradas para remarcar la psicología de sus personajes.

Este montaje no sería efectivo sin las melodías a cargo de Ennio Morricone, amigo de Leone y a quien se le deben temas clásicos de la cinematografía mundial, como La Misión o Cinema Paradiso.  En el caso de la película, los que resultan memorables son el tema principal —cuando Jill llega al pueblo— y el que se escucha cada que aparece a cuadro el enigmático Armónica. El espectador aprecia miradas cargadas de miedo, rencores, un duro pasado, la frustración ante los sueños no cumplidos, la determinación de enfrentar la muerte. La soledad en medio del desierto.

El argumento contiene los elementos característicos de una película de vaqueros: Armónica es un forajido callado que busca a Frank, pistolero pagado por Morton. Hay una deuda de honor derivada del asesinato del hermano del primero. Dicho instrumento musical y una toma desenfocada son los enlaces con este acontecimiento traumático del pasado: Armónica era apenas un niño, quien tuvo que sostener sobre sus hombros al hermano para evitar que muriera ahorcado a manos de Frank. ¿La razón? Se desconoce. Únicamente ocurre y el villano le coloca una armónica en la boca. En los últimos momentos de vida de uno se sabrán estas razones y la armónica cambiará de boca. Nadie escapa de los hechos de su pasado, nos dice Leone.

Al tiempo que se cumple esta trama, llega Jill desde Nuevo Orleans sólo para enterarse que su nueva familia ha muerto y se acusa a Cheyenne, amigo de Armónica. Este intentará limpiar su nombre, porque a pesar de ser un prófugo de prisión se dice incapaz de matar niños. En el fondo, un terreno valioso por el que pasarán las líneas del ferrocarril y que ha heredado la nueva viuda del naciente pueblo. Hay dinero en juego y la muerte rondará a todos.

Sergio Leone supo retratar el realismo de una época emocionante en los Estados Unidos y que, al paso de los años, ha sido evocada constantemente en la cultura popular. Una virtud es la ambigüedad de sus personajes: no hay malos ni buenos totales, cada quien carga con su pasado. No hay moralismo barato. Y lo más importante, remarca el director italiano, es el hecho de que en cualquier momento —aunque se crea estar parado en piso firme— puede cambiar la vida, ya sea por las decisiones individuales o un par de balas que crucen el horizonte.