Añoranzas de viaje

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Muestra colectiva «Revolución: evolución, independencia: dependencia»

Tanya Frausto

Guanajuato, Gto. 21 de noviembre de 2010.- Esta serie fotográfica invoca la memoria de una simple residente de Guanajuato, que no pretende hacer ningún recuento de cien o doscientos años hacia esta fecha; sino sencillamente de lo que ha percibido ella misma creciendo como lo que le han enseñado que es: una mexicana. Nacionalidad que sólo relaciona con documentos burocráticos, pues se piensa más dentro de un espacio histórico y social mucho más mínimo. Ver, escuchar o hablar de esta percepción cobra un significado personal a través de la representación dentro del registro fotográfico, combinando imágenes significativas de su entorno con algunos registros documentales de viaje o de representaciones de lo que el arquitecto Rem Koolhaas llama “espacios sustraídos de identidad”, como son los aeropuertos o las estaciones de autobuses, las salas de espera, etc. Espacios que han cobrado mayor fuerza en el mundo contemporáneo.

Así, lo que se oculta a la sombra del lenguaje físico se hace manifiesto en la añoranza, a través de distancias espaciales y distancias temporales, a pié, sobre ruedas o en el aire. Se construyen huellas personales y es entonces, cuando la conciencia siente que es llamada.

Añoranza por el Paisaje (Impresión digital.  20x 30”)

Hemos creado un imaginario a través del paisaje.  Desde sus formas naturales, hasta sus fachadas cívicas que incluyen niveles, vialidades y subterfugios por donde entramos y salimos.  Emprendemos el viaje hacia fuera.  Carece de importancia cuántos kilómetros nos hallamos alejado terrenalmente de Guanajuato.  Este paisaje de topografías imposibles, de túneles y de siglos diecinueves se transforma en una cotidianeidad sintetizada en maletas y documentos de viaje, lo visible se transforma en evocación y las imágenes que abandonamos se hacen retrógradas en el espacio haciéndose presentes en el tiempo. Dejamos de depender de los registros físicos para atenernos únicamente a nuestra memoria. Entonces los paisajes  nos acompañan en cada estación, en cada calle y en cada habitación ajena y distante.

Añoranza por la costumbre (Impresión digital.  20x 30”)

Cuando el viaje continúa, la evidencia se transforma.  La rutina cambia de forma. Se redistribuye lo sensible.  Se reorganizan los sentidos.  Recuperamos el recuerdo, mas no los sabores.  Incrementamos el bagaje de experiencias sensoriales.  El tráfico de las representaciones se vuelve extraño al de las percepciones.  El paladar se hace intuitivo y pretendemos habernos dado cuenta de que no solo aprendimos a pertenecer, sino que también aprendimos a acostumbrarnos.

Añoranza por la paz (Impresión digital.  20x 30”).

Regresamos a casa.  Ahora las posibilidades del tiempo se multiplican con fuerza dentro del mismo espacio.  La realidad es la que se ha transportado.  El sitio desconocido se encuentra ahora en casa. La memoria se hace necesaria más que nunca. No para recordar lo visitado, sino para invocar situaciones de ver y de escuchar lo que vivíamos en nuestra ciudad, alguna vez verdaderamente nuestra.