Cupido despistado

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Nuría Alcaraz Bataller

Guanajuato, Gto. 14 de febrero de 2011.- Ya llegó, el tan ansiado para algunos y tan poco esperado para muchos otros, día de San Valentín o como lo conocemos en México el Día del Amor y de la Amistad, creo que esto último lo añadieron al darse cuenta de que no venderían muchas cosas si solo se enfocaban en una parte de la población que ya se encontraba feliz y contenta de estar gastando su dinero en regalitos para su significant other traducción al español o sea su pareja.

Poco a poco veo como el panorama se vuelve rojo y peluchoso, en el mejor de los casos rosa (lo digo por que el rosa es uno de mis colores favoritos); corazones chicos, grandes, medianos, inflados, desinflados, voladores, flores, moños, dulces, chocolates, todos estos lindos y cursis artículos diseñados para que vayamos a comprar y se los demos a nuestra media naranja. Yo no participaré de este ritual puesto que estoy casi segura de que a mi media naranja ya la hicieron jugo desde hace un rato.

Y doy gracias que hasta este momento nadie me ha pedido que la o lo acompañe a comprar la corbata, camisa, tarjetita o perfume perfecto porque neta que no tengo ganas de andar pensando qué pensará el «amor, bombón, corazón, cielito o cualquier palabra en diminutivo que aplique» de X o Y regalo. Cada que me preguntan eso, me dan ganas de contestar: «¿por qué no le mandas un mensaje (de esos que lo van a tener con cara de idiota ) y le preguntas? Además después de un largo paseo por el departamento de perfumería de las tiendas departamentales quedo con la nariz estancanda en un mar de vainilla, sándalo, cítricos y maderas que no me deja pensar claramente. El interesado en comprar las cosas ya se encontraba en ese estado de estupidez desde antes de empezar.

Este año para mi será diferente, y no piensen mal, no haré una megamarcha paralizando calles para protestar en contra de todas esas personas melosas y felices enamoradas hasta el punto en donde no le encuentran un defecto al susodicho sujeto/a en cuestión o que suspiran cada que lo ven y corren a contarle todos los pormenores de la cita a todos sus amigos, no amigos o sujeto que se los permita, porque en ese trance hasta al pobre señor que prepara los jugos se lo cuentan (sí, yo he estado en ese lugar, de otra manera no podría describirlo) ni voy a protestar en contra del amor aunque definitivamente Cupido se merecería unas patadas bien dadas por el mal desempeño que ha tenido, si yo fuera él ni si quiera preguntaba por mi bono de productividad, ese querubín regordete está a prueba y necesita dejar claro su mejora de resultados para el siguiente semestre.

No, aún no he encontrado a mi príncipe azul, solo una buena cantidad de sapos que se han anunciado como príncipe y que después de un beso se vuelven a su estado natural; no malo, solo son lo que eran en un principio antes de las llamadas, los mensajes, las citas y los suspiros, quizá a lo mejor otra princesa los besa y el hechizo se rompe pero hasta ahora no me he topado con el sapo correcto o cabe la posibilidad de que mis besos nada más no tengan ese efecto en los batracios.

Señoras y señores: me he decidido a no caer en la maldición del Día de San Valentín, tan famosa ya que hay un hashtag llamado #maldiciondeldiadesanvalentin en Twitter. Creo que torceré la tradición (o maldición según el caso) un poco y me aferraré a la última palabra de este día, la Amistad, me reuniré con mis amigos (todos solteros y aunque lo nieguen la mayoría desesperados por no estarlo) cenaremos, tomaremos unos tragos coquetos y brindaremos no porque se muera el amor, creo que este año será porque siga llegando el amor a nuestras vidas en todas las variantes que existan y secretamente desearemos que el próximo lo celebremos a lado de esa persona que nos haga suspirar y comprarle los tan odiados ositos de peluche rosa para no terminar siendo una solterona loca con su gato.