Saludo a la Mujer

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Separadas en el dominio público de inmemoriales cometidos, hoy las mujeres re-asumen el aprendizaje del arte de ser mujer, el ejercicio pleno de ese conocimiento. En la civilización actual, subyugada por la voracidad financiera, el desenfreno industrial, la urbanización inclemente, advirtió Robert Graves, los principales emblemas de la poesía son deshonrados, la mujer es tratada como un empleado auxiliar o prescindible. Si toda mujer es, como se ha dicho de Isis, Corazón de la Tierra, Madre y Esposa del mundo, Flor cósmica del planeta, la deshonra es flagrante.

Anianta supo de la inmortalidad del alma, y esto asombró a los romanos. Eleonor de Aquitania desplegó una influencia cardinal en el surgimiento e impulso de la poesía trovadoresca, las druidesas cismáticas de la Isla de Sein se rebelaron contra la autoridad masculina y preconizaron el matriarcado. Juan de Asbaje, Liadam de Corkaquiney y Safo de Lesbos «pertenecieron a esta hermandad deseperada… encarnaciones de la Diosa-musa, apartadas de la simple relación de chismorreo con otras mujeres y de cualquier comunión espiritual con hombres en términos de igualdad» (Graves de nuevo). Fue una druidesa quien anunció a Diocleciano la forma como alcanzaría el título de emperador y una diosa de la guerra quien profetizó, para concluir una batalla: «Conoceré un mundo que no me agradará…».

Está fuera de discusión el rol de la mujer como el gran agente de metamorfosis de la naturaleza y del planeta, «el corazón que pulsa, ritma, controla y dirige las «mareas» y la circulación de las fuerzas vitales etéricas de la naturaleza», según Claude Mettra. Su modo de conocer disiente de la tendencia dominante: «piensa con el corazón», la dialéctica del amor es el medio a través del cual emprende los misterios de la evolución humana. Esa dialéctica sumerge en un «estado de gracia», el «único capaz de hacernos acceder directamente, personalmente, y sin una suma de conocimientos básicos previamente adquiridos» a la experiencia íntima de la verdad (Marianne Monestier, Las sociedades secretas femeninas).

Jorge Olmos Fuentes, «Presentación»,
en el libro La duda en letras de Irma Ruiz Acuña