Aunque se hable con regularidad de los hechos propios de las constelaciones familiares, lo cierto es que no se ha insistido lo suficiente en la importancia de esta técnica terapéutica. En principio es de justicia agradecer a Bert Hellinger su dedicación para conformar y refinar esta serie de experiencias que han dado pie para un planteamiento teórico, así como su voluntad para proseguir y llevar adelante sus pesquisas al punto de insertarlo en otros ámbitos, aparte de la terapéutica familiar, como es la pedagogía sistémica, la actividad de las organizaciones y las empresas, los grupos sociales desfavorecidos o marginados, la dinámica de las naciones y sus grandes movimientos interiores, entre muchos otros.
En seguida es también de reconocimiento la inquebrantable voluntad de que ha echado mano para cumplir un cometido crucial, aunque difícil y no siempre bien recibido, así sea que es fundamental en toda consulta. Bert Hellinger y las constelaciones familiares retiran de la mirada el velo de la inocencia. Una veladura prácticamente permanente a través de la cual se miran los asuntos del mundo, nuestros asuntos en el mundo, y nuestras maneras de actuar en él. A través de las constelaciones familiares esa especie de filtro es removido, de tal suerte que la persona queda expuesta a las cosas como son, debiendo en consecuencia hacerse cargo de su responsabilidad y de sus posibilidades.
Esto en un primer momento, porque de inmediato se hace patente el impulso, la exigencia para la persona de ocuparse de lo que sigue. Digamos, con otras palabras, que este trabajo terapéutico pone en nuestras manos el amor, todas las formas que hemos conocido del amor, y hasta otras que también hicieron lo suyo pero que no advertimos, y nos requiere para que lo construyamos a partir de ese punto, lo edifiquemos, lo aprovechemos, hagamos algo con él, en presente y con lo pasado, responsablemente y con los ojos abiertos.
Por eso se habla aquí del amor a segunda vista, por ejemplo, entre los miembros de una pareja, entre los integrantes de una empresa, entre los participantes de la labor educativa. Esta contribución, que se enuncia con relativa facilidad, es clave como pocas, en cuyo fondo subyace la experiencia de que el amor es el que nos ha conducido a la dificultad, a lo adverso, pero también es el que nos da las posibilidades, a partir del cual se puede tomar impulso. Como si pudiera decirse a quien consulta que llegó hasta ese momento cargado de inocencia pero que a partir de ese instante comienza su responsabilidad y su deber de construir lo que ya está a la mano y lo que sigue.
Un movimiento por demás hermoso, revestido de un humanismo a toda prueba, que si se proyecta en el tiempo nos brinda una sensación de optimismo. Así como el amor mata o enferma o daña, también salva, sana y fortalece. Aunque será imprescindible que la persona salga de su reducto, llámese duelo o enojo, tristeza o insatisfacción, se perciba a sí misma como inserta en un sistema actual, de cuyo lugar emanan derechos y deberes, y que es resultado de una familia en cuyo interior han ocurrido sucesos determinantes así como se ha vivido la fidelidad ciega a los ancestros.
Este paso adelante, esta toma de posesión de las oportunidades es en verdad un auténtico suceso vital. Y constituye por cierto una insistencia en ese mirar abierto, sin velos ni ceguera, una reiteración para considerar los órdenes del amor. Aportación ésta que facilita el andar, pues aligera la carga innecesaria, dejando sobre nosotros exactamente la que corresponde. Es orden del amor reconocerse como hijo o hija, y agradecer la vida y los dones recibidos, independientemente de la circunstancia; es orden del amor mirar a todos los que pertenecen a nuestra familia, así sea el enfermo más desgraciado o la villana más inclemente o el infante sacrificado o la novia o el novio desalmado; también lo es hacerse pequeño interiormente ante los padres y tomar todo lo que de ellos viene, lo bueno y lo malo, así como hacerse grande ante los hijos propios y darles todo lo correspondiente.
En fin, lo que he querido en esta ocasión es subrayar un poco de las muchas contribuciones de esta técnica terapéutica, basada en la realidad sin embozos, cuya pertinencia en los asuntos del mundo ya nadie puede desplazar ni negar aunque no la conozca. Hemos tenido la oportunidad de asistir a su difusión y estamos siendo partícipes de su influencia. Es una invitación abierta, es una realidad en marcha, es una opción viable y a la mano. Queda para el fuero de cada persona decidir qué hace con ese llamado. No obstante, se decida lo que se decida, se habrá elegido bien.