Erasmo Mejía Ávila, un hombre multifacético de Guanajuato

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Entrevista con Ana Guadalupe Mejía

Jorge Olmos Fuentes

El 3 de julio se cumplió el décimo quinto aniversario luctuoso de Erasmo Mejía Ávila (1908-1996), un hombre que supo hacerse un lugar en la dinámica cultural de la ciudad de Guanajuato. Entre la diversidad de actividades que cultivó estuvieron la docencia, la literatura, los estudios lingüísticos, la edición, el periodismo, y aún se daba tiempo para el servicio social a través del Club de Leones, el cuidado de la amistad y la curia de la vida familiar. Ahora recuperamos un poco de su presencia a través de la visión de su hija —quien además ha proporcionado el material iconográfico que ilustra los textos—, con la finalidad de no perder de vista una trayectoria vital de la que se derivaron no pocas aportaciones a la esencia de esta centenaria ciudad.

El hombre, el personaje

Erasmo Mejía Ávila (Fotografía propiedad de Ana Guadalupe Mejía Pozos)

Yo miro a Erasmo Mejía Ávila como mi padre, por supuesto, una persona sumamente amorosa conmigo. Pero también lo veo como “el maestro Erasmo Mejía Ávila”, porque la vida cotidiana con él era una constante enseñanza, no solamente por lo que toca a que él se dedicó a la docencia muchos años, sino que platicar con él era ya una enseñanza. A mi papá lo relaciono estrictamente con papeles en sus manos, escritos por él o con libros de investigación sobre el lenguaje español, literatura, si bien temporalmente dio clases de economía. Ahora, por otro lado, no sólo es mi opinión, creo que en su época podía ser la opinión de toda la población de Guanajuato y de muchísimas otras partes, lo veo como el intelectual personificado, un hombre de una vastísima cultura que consagró su vida a la investigación de las letras, fundamentalmente, pero que no se limitó a ese conocimiento; su cultura era muy amplia.

Narrador de casa

Desde muy pequeñita tengo el gratísimo recuerdo de que llegaba de su trabajo, comíamos, toda la familia reunida, y él tomaba una siesta de escasos diez minutos. Durante esa siesta, yo lo acompañaba, pero antes me contaba un cuento que él improvisaba día por día. Él mismo se personificaba en el cuento como el rey pelón (mi padre era totalmente calvo).

Elección profesional

Mi papá se regocijaba en platicarnos que cuando se dio el momento de presentar su examen recepcional de abogado, en sus prácticas previas o en su servicio profesional, tuvo que atender el caso de una demanda. Se trataba de una mujer de muy escasos recursos, entre cuyos objetos posibles de embargo se encontraba una máquina de coser, que era su medio de sustento. Entonces dijo mi papá: “Yo no puedo embargarle esto, así que pago la demanda”. En consecuencia le quedó claro que si iba a ir pagando demanda tras demanda no solo se iba a morir de hambre sino que se llevaría en ello a toda su familia. Esa fue una de las primeras ocasiones en que pensó en renunciar al ejercicio de su carrera. La siguiente ocurrió cuando un amigo suyo le pidió que interviniera para el trámite de su divorcio. Ese trámite lo marcó mucho. Para él era cierto que no tenía el carácter para separar parejas. Así que al parecer se dijo, finalmente: “Descubro y puedo constatar que como abogado no sirvo”. Así que se retiró del derecho. Pero toda esa preparación que había adquirido le sirvió como plataforma para dedicarse a las letras como un autodidacta.

Vida en casa

Erasmo Mejía Ávila junto a su esposa, Esther Pozos Samaniego, flanqueados por sus hijas Martha (izq.) y Ana Guadalupe (der.) en la celebración del vigésimo aniversario de su matrimonio (Foto: propiedad de Ana Guadalupe Mejía Pozos)

Su despacho, realmente, desde donde yo lo recuerdo, estuvo en casa. Él se ausentaba por las mañanas para impartir su cátedras tanto en la Universidad como en la Escuela Normal, y al regresar prácticamente toda la tarde se la pasaba sentado frente a su escritorio, efectivamente, lleno de papeles, a veces ni se podía mirar que estaba él ahí. Estaba siempre escribiendo, siempre frente a su máquina de escribir, ya sea haciendo sus propios artículos para el periódico, preparando temas para sus clases o bien revisando los trabajos de sus alumnos. Además coincidió que en las casas donde vivimos, había balcón a la calle y todas las tardes era seguro ver a mi padre en el balcón con la mano levantada porque saludaba a todo el que pasaba. Por las noches era una tertulia familiar muy agradable. Se tardó muchos años en que entrara el televisor a la casa y lo que nos reunía era escuchar el radio, programas cómicos que a él le gustaban mucho.

Libros publicados

Hay un primer folleto que no llega a la categoría de libro, cuyo título lamentablemente no recuerdo. Pero existe por lo menos un ejemplar, el principal, del libro que mi papá escribió dentro del área gramatical. Recuerdo a mi papá lleno de regocijo porque ese libro tuvo un reconocimiento especial por la Real Academia de la Lengua Española. El libro se titula Rectificaciones gramaticales (publicado en 1959, con prólogo de Fulgencio Vargas). Para él ese libro tuvo una significación muy profunda. Después escribe otro que se titula Compendio de ortografía (Universidad de Guanajuato, 1964), un libro muy práctico, didáctico. Posteriormente vino otro libro, Ortografía razonada (1973), y uno más que publica sobre personajes ilustres de Guanajuato. Dejó inconcluso un volumen sobre sintaxis práctica y otro inédito sobre lugares históricos de Guanajuato. Y también dejó numerosos artículos de su autoría que se publicaron, algunos, en la revista universitaria La colmena y otros en el periódico Excélsior de la ciudad de México, del que fue corresponsal, aparte de lo que incluyó en el Estado de Guanajuato, que él mismo editaba y publicaba.

Pasión por Guanajuato

Algunos de los libros publicados por Erasmo Mejía Ávila: Compendio de Ortografía, Correcciones gramaticales y Ortografía razonada

A mi padre le encantaba callejonear, le gustaba muchísimo. Decía que la ciudad era un verdadero laberinto, lleno de vericuetos (era ésta una palabra muy peculiar suya). Disfrutaba caminar, simplemente por el placer de hacerlo; se metía por un callejón y salía por otro. Con sus amigos, había tres de ellos con los que se reunía a escribir y leer poemas que escribían para Guanajuato. Uno de ellos fue el pintor Rosas Juárez, otro de ellos mi padrino Jesús Carmona, y otro, un médico, que era fluctuante y cuyo nombre lamentablemente no recuerdo. Por otra parte, también y muy silenciosamente, fue haciendo investigaciones históricas sobre la fundación y el desarrollo de Guanajuato —de hecho, uno de sus libros versó sobre personajes ilustres de la ciudad—, pues a él le gustaba compenetrarse con la gente destacada y con los eventos principales de Guanajuato. Cada rincón era para él un punto histórico, a todo le daba vida y sentido. Esto era muy característico en él.

El final de la vida

Un año antes de su propio fallecimiento, murió mi madre. Ellos siempre con un gran orgullo y un sentimiento muy profundo se ostentaban como una pareja con “tantos años de matrimonio y además cuatro de novios”, hasta totalizar cincuenta y cuatro años más los cuatro de noviazgo. De tal manera que se fusionaron totalmente; como pareja eran solo una persona. En otras ocasiones he dicho que al hablar de mi padre es imprescindible hablar de mi madre. Siempre los vi y se mostraron como uno, y claro está que la perdida de mi madre fue el golpe más duro para él. Año y medio después la siguió y considero que su muerte fue por tristeza y no tanto por vejez. Aunque llegó a sus ochenta y ocho años de edad, creo que la tristeza por la ausencia de mi madre lo fue consumiendo.

Ana Guadalupe Mejía Pozos es astróloga y terapeuta. Ha colaborado con igeteo.mx en dichos temas.