Nociones filosóficas de tiempo y lenguaje en la obra de Borges

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Yunuen Alvarado Rodríguez

29 de julio de 2011

En la muy extensa y reconocida obra del escritor argentino Jorge Luis Borges, existe la notable presencia de la filosofía. Incluso, muchos de sus cuentos, relatos, poemas y ensayos, tratan abiertamente temas filosóficos que abordan problemas existencialistas y ontológicos, de los cuales Borges postula una teoría propia, bien argumentada mediante construcciones ficcionales, con referencias mitológicas clásicas; pero también bastante bien respaldadas bajo argumentos de autoridad, es decir teorías filosóficas ampliamente reconocidas y valoradas en ese ámbito.

El escritor de origen argentino Jorge Luis Borges

Dos temas constantes en su obra poética prosística y ensayística son el tiempo y el lenguaje, los cuales se entrelazan en la existencia humana.

George Berkeley argumenta, en el Tratado sobre los principios del conocimiento humano, la inexistencia de la materia por tratarse de una idea abstracta. Este planteamiento es retomado por David Hume para negar la existencia del espacio absoluto como dimensión en la que las cosas tienen cada una su lugar. El planteamiento funciona igualmente mediante la idea de que sólo existe lo que es percibido, y nunca es posible para un individuo percibir un espacio independiente, ni tampoco concebir una idea de espacio sin que concibamos en él alguna otra característica o propiedad. De este modo también es una idea abstracta.

Este mismo fundamento es retomado por Borges en su ensayo “Nueva Refutación del Tiempo”, de la compilación Otras Inquisiciones, precisamente para negar la existencia del tiempo como una dimensión autónoma de la percepción individual del hombre. “Dicho sea con otras palabras: niego con argumentos del idealismo, la vasta serie temporal que el idealismo admite. Hume ha negado la existencia de un espacio absoluto, en el que tiene su lugar cada cosa; yo la de un solo tiempo, en el que se eslabonan todos los hechos. Negar la coexistencia no es menos que negar la sucesión” (p. 105).

Así, Borges admite un tiempo entendido como sucesión de instantes autónomos, percibidos de manera individual, ningún instante es contemporáneo de otro hasta que interviene el lenguaje. Sin embargo, la comunicación no establece paralelismo entre instantes, sino entre débiles reflejos de los instantes, pues el lenguaje está imposibilitado para referir los productos del pensamiento. Esto porque el lenguaje al igual que la mente del hombre, es finito, y además posee su propio sistema de reglas, su propia estructura, razón suficiente para admitir que es cosa distinta del pensamiento. Por lo tanto, si el pensamiento humano es incapaz de acceder a la realidad, concebida por Borges como infinita y caótica, el lenguaje por ende, es incapaz de transmitir algo siquiera cercano a esta, el lenguaje sólo comunica sus propias ficciones.

Por lo tanto la contemporaneidad de instantes no es otra cosa más que otra sucesión de percepciones individuales de espejismos de otras percepciones. A lo único que nos es posible acceder mediante el lenguaje es a ficciones y lo único que alcanzamos por medio del pensamiento son percepciones.

La percepción humana tiene un alcance sobre los fenómenos, que el lenguaje a través de su estructura autónoma, mediatiza y comunica en forma de ficción, Borges teoriza al respecto y define al tiempo como una sucesión de instantes autónomos, lo niega como dimensión externa al sujeto y lo deslinda del lenguaje ya que niega su carácter sucesivo.

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Bibliografía

Berkeley, George. Tratado sobre los principios de conocimiento humano, Alianza Editorial, Madrid, 1992, 157 pp.

Borges, Jorge Luis. “Nueva refutación del tiempo” en Otras inquisiciones, PDF, obtenido de: www.scribd.com, 116 pp.