Guanajuato, Gto. 17 de julio de 2011.- Si bien el libro compilado por Juan Manuel Ramírez Palomares, bajo el título Vozquemadura, no vio la luz pública, sí cumplió el objetivo de consumar la reunión de casi una decena de voces. Esa realización se preserva como testimonio que un día habrá de alcanzar la letra impresa. Mientras tanto, vale la pena traer al cuento de la memoria algunos de los poemas escritos por tres de los escritores antologados, en un afán de otorgarles cierta visibilidad, que no la necesitan después de todo, pues se trata de autores ya conocidos. Queda pues como intención única participar del gozo de la lectura de poesía en domingo. JOF
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ELEGÍA
Eugenio Mancera
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A Don Cecilio Mancera
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Hace muchos años ya desde que te enterramos
y no podemos acostumbrarnos a tu muerte.
El vacío que nos dejas nos vuelve más vacíos;
nos obliga a buscarte cada noche
en la soledad que viene a tomarnos por sorpresa;
nos obliga a preguntar por tu nombre
en tantos lugares desconocidos.
Sabemos que ya no vives ni respiras;
que tu tumba ahora es nido de roedores e insectos
que disputan tus cabellos y tus huesos;
que tu ropa que vestías y que copnocíamos tan bien
se deshace entre la polilla, el polvo y el silencio.
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Poema tomado del libro de Eugenio Mancera, Saudade. Recuento de poesía, Universidad de Guanajuato, 2001.
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FLORDENOCHE
Edgard Cardoza Bravo
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Cuando los niños duermen ya
nace un jardín
en el sitio más puro
de mi casa.
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Enjambres de susurros
colibreantes jadeos
fecundadn
al mejor tulipán
de la parcela
polinizan
dos regias miralunas
soplan hojas
y pétalos exactos
en cada pliegue
o arroyo de salitre
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Un mirlo
tira cantos d epolen
como monedas de oro
al centro
de un manatial sediento
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Y el estambre sagrado
se encrespa
cabecea
se desangra en luz
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Cae rendido
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Poema tomado del libro de Edgard Cardoza Bravo, El cielo en el abismo, Gobierno del Estado de Guanajuato (Nuestra Cultura), 1995.
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COSTUMBRE DE SER POLVO
Graciela Guzmán
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El habitar otra cosa
no destruye la prisa por huir.
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Nuevos rostros, nuevos sonidos,
colores, números, voces, distancias.
Todo se suma a la antigüedad del dolor;
al despertar cargando un tiempo muerto
que apesta desde el alba.
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Aquí, el canto de un pez
es igual a la predilección de los astros,
y el construir la alianza con el sol
es igual a mantener con vida
a la muerte en su habitación de piel.
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No, mudarse no es suficiente:
la luz sigue envejeciendo
y el frío reseca las venas
cuando se tiene por corazón
un colibrí paralizado.
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Poema tomado del libro de Benjamín Valdivia, El país de las siete luminarias. Antología literaria de Guanajuato, Gobierno del Estado de Guanajuato (Nuestra Cultura, 1994).