“Las Bacantes”: venganza, engaño y deshonor

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Yunuen Alvarado Rodríguez          Colaboración semanal

26 de agosto de 2011

La clásica tragedia griega, Las bacantes de Eurípides, trata la llegada de Dionisio a Tebas. El propósito de la visita del dios a la ciudad griega es el de cobrar venganza a las hermanas de su madre Semele, quienes jamás creyeron que éste fuera hijo de Zeus.

Eurípides, autor de "Las Bacantes" (Fotografía: Especial)

Es la voz de Dionisio la que nos da a conocer esta situación, reforzando y justificando la razón de su venganza en el hecho de que el heredero al trono, Penteo, rechaza su culto, por lo que, usando su poder divino, Dionisio decide poner frenéticas e incontrolables a las hijas de Cadmo, hermanas de su difunta madre, para estremecer a la ciudad y sacar de control a Penteo.

Es por un mensajero que el rey Penteo se entera absolutamente de todo lo que las mujeres, incluida su madre, Agave, están haciendo mientras caminan a la cima de una montaña siguiendo a un hombre extranjero con características físicas muy distintivas.

Luego de conocer la noticia, Penteo manda por este hombre, quien es la forma humanizada de Dionisio, aunque éste nunca lo confiesa; sin réplicas Dionisio se deja capturar por la guardia real y cuando yace preso en el palacio, las mujeres, quienes se mueven bajo el influjo divino, logran estremecer la tierra y liberar al Dios.

Sorprendido, Penteo no sabe qué hacer para controlar a las mujeres, por lo que decide aceptar consejo de aquel extranjero que logró librarse de sus cadenas de esa forma tan extraña. El consejo de éste es que, vestido de mujer, Penteo se deje guiar por él a la montaña, para seguir a las mujeres y así logre clamarlas.

El rey acepta tras largas objeciones, luego de esto, una interiorización de Dionisio deja ver sus verdaderas intenciones: llevará a Penteo a la montaña con la intención de que las mujeres lo descubran y lo destrocen a causa del trance de que son presas.

Es Agave, la madre de Penteo, quien confunde a éste con un león y comienza a luchar contra él, incitando a sus hermanas a que la ayuden; sin piedad, las mujeres destrozan el cuerpo de Penteo con sus propias manos y sin ayuda de armas.

Las Bacantes (Fotografía: Especial)

Finalmente, aparece Cadmo, padre de Agave y abuelo de Penteo, quien es informado inmediatamente de lo sucedido. Cuando Agave llega ante su padre, todavía bajo el influjo del dios del Vino, orgullosa porta la cabeza de su hijo en una mano y no deja de presumirla.

Cadmo hace que Agave consiga regresar a la razón y ésta se da cuenta del crimen que ha cometido y de su magnitud, por lo que decide desterrarse con sus hermanas, porque juntas acabaron con el linaje de la familia al matar al único descendiente varón.

En el texto no existe un narrador omnisciente que esté enterado de todo, son los personajes y el coro quienes exponen las ideas con voz propia, por lo que se separa totalmente del género de la epopeya y cabe a la perfección en el género dramático, género que según Aristóteles imita acciones de hombres grandiosos.

El objeto de este artículo, es destacar el factor de la venganza, que se reconoce sin mucho esfuerzo al analizar la primeras líneas del texto, en donde el dios del vino expone sus intenciones; el engaño, al que sin duda Penteo cae por obra del destino que Dionisio le decide y el deshonor que cometen las hermanas de Semele, primero al negar la divinidad de Dionisio y luego al asesinar al único heredero varón de su familia.

Esta tragedia logra la conmoción a la que Aristóteles se refiere en el capítulo 14 de su Poética, porque es la madre (Agave) quien mata a su hijo (Penteo). Los hechos finalizan en desventura para todos los personajes; así que esta tragedia cumple con la forma ideal que Aristóteles propone en el capítulo 13 de la Poética, donde el ejemplo que destaca (como tragedia ideal) es precisamente el de Eurípides.

Puede decirse que la innovación de la tragedia en Grecia es que lleva la imitación hasta un tercer grado, que es el de la representación de las acciones de los hombres, por otros hombres, quienes requieren de una técnica bien aprendida para mantener la verosimilitud que el autor propone en el texto.