La casa de los alacranes y las palomas

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HORIZONTERIO

Paloma Robles Lacayo

25 de agosto de 2011

Pareciera que he llegado a su imperio. Pareciera que soy yo, y no ellos, la que invade su territorio. Porque debo aclarar que han sido muchos y muy frecuentes “nuestros encuentros”. Desde luego, hay siempre que defender lo propio de los intrusos.

Al principio, yo me escondía detrás de los innumerables pilares de esta fortaleza, primero para no verlos, luego para verlos antes de que ellos descubrieran mi presencia. Y este lugar resultó ser justo un palacio, con superficies como de mármol, de una blancura resplandeciente, en la que casi alcanzo a reconocerme (incluso podría ocurrir que los alacranes fueran uno de mis reflejos). La imagen de un alacrán sobre el níveo escenario es la expresión misma de la contundencia para mí.

Después de una fase terrible de asimilación, en la que he debido asumir, no sin insondable resistencia, que cohabitamos, estos incómodos y enigmáticos entes, y yo, sobrevino el análisis, ya por cansancio y desgaste, de mi desazón por tan singular coincidencia.

Hubo necesidad de pensarlos mucho. Concentrar largo rato mi atención en seres repugnantes que más concibo en la fantasía. La magnitud de la turbación que me producían, le despertó mucha curiosidad a la lucidez, que iba figurándose. ¿Habrá similitudes? ¿Qué de ellos era lo verdaderamente insoportable? ¿Es acaso quimérica la conciliación?

Espero no terminar seducida por mis respuestas. Habré de protegerme. Lo resalto porque, al iniciar mi exploración, noté que también tenía la posibilidad de considerarlos fascinantes. Hasta me parecen elegantes. Tienen un cuerpo que no se arrastra, que apenas se sujeta a la tierra por sus angulosas patas. Es pertinente mencionar aquí lo que de ellos dijera Konrad von Megenberg, naturalista y escritor alemán, descritos en su Libro de la naturaleza como “una especie de serpiente, de cara tierna, comparable al semblante de una virgen casta”. Y es que, en efecto, estar cerca es exponerse a todos los recursos que tienen para retener y asesinar a la presa o depredador con el que se topan: las tenazas y el veneno. Contemplar el rostro del alacrán ya en sus redes, si no por sus encantos, sí por sus fatales poderes accesorios, es tan irreversible como la convergencia visual con Medusa. ¿Y cómo no admirarlos? Si ya identificada y atrapada la víctima, no habrá forma de que la dejen ir. Tienen una estructura grande, no todo el tiempo avanzan a gran velocidad. Casi siempre hay oportunidad de observarlos. Creo que se anuncian lo suficiente como para actuar con acierto si de ellos se quiere librar. Me parece que son un enemigo digno y justo. Se presentan, hacen suponer sus intenciones y muestran sus armas, lo que suceda entonces… habrá de ser responsabilidad y decisión del contrincante.

Jugamos. Como me han develado mi vulnerabilidad junto a ellos, me cobro cada concurrencia con la muerte. Somos iguales. Me cuesta la vida en extinguir la pálida flama de sus empeños motrices, se me va la vida en ello, con ellos. Pero, como se trata de ellos y de mí, no es posible ser menos solemne. Asisto respetuosamente al incendio en el que acaban de consumirse, y les agradezco lo que de mí se llevan. Vivimos juntos, en la espesura de las sombras y los temores, pero al vernos, morimos ambos por mi mano. Es así. Como una inaceptable muchedumbre de sirenas cantantes. Desencuentros son. El palacio está hecho de ellos.

*

Paloma Robles Lacayo se define como La mujer del tiempo, La duquesa del Beso, Un imperio de mujeres junto al mar, Alguien indefinible. Contacto en: fuegoeingenio@yahoo.com.mx