«A la orilla de los días», poema de Raúl Bravo

Compartir

DIA PRIMERO

*

Sol.

Pedernal de luz.

Fuego.

Es falso decir que te hundes

cuando con gesto encendido

la mañana surge.

¿Qué nos empuja

ávidos de sentido,

a querer preservar nuestro deseo?

¿Qué se siente caminar sobre el agua?

El día se resuelve entre voces inciertas.

Se disemina la bruma en espejismos,

mas no me resigno a que desaparezca.

Sólo persiste el estrépito y la furia.

*

Rasga el aire la nítida lanza

ligera y precisa

reposa en su víctima.

No volverá el venado a correr,

y el águila dejará de volar

entre el cielo protector

y la mirada asesina.

Oculto detrás de las cosas

miro a la distancia al lenguaje

asumir su apariencia.

Para quienes han vivido al borde del abismo

ésta es una llamada de larga distancia:

hay un sitio al norte de la ironía,

un lugar en medio de la sombra.

*

Basta con ir herido por el sueño

en busca de quien esto escribe

el poema final en que la piedra gesticula

el otro alfabeto

espesura improbable de tan generosa

rescoldo sonoro

que extiende en su primer día

la raíz del papiro.

Basta con mudar el corazón

hacia una casa más abierta

al margen de la madrugada

y de los gestos hambrientos.

Basta con mirar

el trabajo de las almas.

*

Alguien de golpe se revuelca otra vez bajo la lluvia.

Alguien se abre con la marejada a esa infinitud

que hace titubear nuestras sombras.

Alguien con el rostro impregnado de golondrinas

pasa de una morada a otra

balanceando días tutelares.

Alguien muerde la noche.

En el corazón del corazón

el calendario remonta las estaciones.

Lo sagrado se abre en el lomo gozoso del sueño.

Y la tregua amorosa reúne a los contrarios

en el mismo lecho en donde la sangre

contenida en su certeza

pregunta por el día siguiente.

Ingrávida simetría que se desliza

por el regazo de los dioses

espontánea concavidad de nítidas exploraciones:

rueda perfecta.

La luz gotea en la oquedad sin límite de los días.

Tres pirámides desafían el paisaje

y deshojan la historia común de los pueblos.

¿A qué seguir en este periplo transparente?,

si la memoria guarda el hartazgo de nuestras sonrisas.

Te veo en el juego imaginario de un sueño

en la cima en donde nada se mueve

en la  mirada que sostiene el oleaje del tiempo

en la raíz abierta en solemne augurio

en el momento preciso que rasguña el tigre.

*

Habrá que bailar el danzón de la vida

asomar el espíritu a este nuevo siglo

escribir una vez más en el tejado

guardar el asombro nuestro

de cada día en el armario:

cristal remoto que nos devuelve

—aquí y allá—

con un cierto aire

a metáfora encarnada

al marco empobrecido de nuestra plenitud,

¿Señal de que nada espere de esta travesía?

Acercarse a esa luz

hundirse.

Recorrer en vilo lo que me recuerda.