Investigan en la UNAM causas de muerte de cuna

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Redacción

México, D.F. 28 de agosto de 2011.- La muerte súbita del lactante (o muerte de cuna) no es una enfermedad, sino un síndrome. Se ha caracterizado por sus síntomas, no por sus causas.

José Fernando Peña Ortega, investigador de la UNAm (Fotografía: Especial)

“En términos llanos, es el deceso de un recién nacido, comúnmente durante el sueño, que no puede ser explicado clínicamente por una autopsia, ni por un análisis del sitio donde ocurre”, señaló José Fernando Peña Ortega, investigador del Departamento de Neurobiología del Desarrollo y Neurofisiología, del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, campus Juriquilla.

Estudios han establecido algunos factores de riesgo. El que la desencadena en la mayoría de los casos es la posición del niño al dormir.

“Si bien no se conoce exactamente cuáles son las causas, hoy sabemos que está asociado a la incapacidad de los bebés para reaccionar ante la hipoxia (falta de oxígeno)”, explicó el investigador, galardonado con el Premio Ciudad Capital: Heberto Castillo Martínez 2010, en el área de la Salud, que otorga el gobierno del Distrito Federal.

Un individuo normal reacciona ante la hipoxia con la generación de un ritmo respiratorio particular llamado boqueo, pero algunos bebés presentan una reducción en esa capacidad.

Es importante señalar, dijo, que la mayor incidencia de casos de muerte de cuna ocurre a partir del primer mes de vida, y hasta el sexto.

Factores de riesgo

Entre los factores de riesgo se encuentran la hipertermia (aumento de la temperatura), el nacimiento prematuro y la exposición al humo del tabaco y a los opiáceos.

“Los hijos de madres fumadoras o que estuvieron expuestos al humo del tabaco durante su gestación o en los primeros meses de vida, pueden ser víctimas”, indicó Peña Ortega.

Por otro lado, al contrario de lo que se piensa, inhalantes, alcohol, café, miel de abeja, o malnutrición materna, no tienen una relación fuerte con este síndrome, aclaró.

En el terreno de la mistificación, prosiguió, pudieran entrar los detectores de movimiento que se colocan en las cunas para saber si los pequeños dejan de moverse; su eficacia está en duda, pues los bebés y los adultos se quedan quietos durante el sueño.

“En ciertas fases del sueño no hay movimiento; incluso, la respiración se detiene por algunos segundos y eso es normal, pero como el organismo humano tiene la capacidad de detectar la falta de oxígeno, si ocurre echa a andar mecanismos que permiten recuperarla”, señaló el investigador.

Así, todo parece indicar que una medida eficaz para prevenir la muerte súbita del lactante es acomodarlo boca arriba a la hora de dormir. “Con esta sencilla medida, impulsada mediante una campaña publicitaria, se redujo a la mitad la incidencia en Estados Unidos en la década de los 80”, comentó.

Neuronas marcapaso

Ante la dificultad de precisar la etiología de este síndrome, Peña Ortega y sus colaboradores decidieron estudiar la capacidad de roedores recién nacidos para responder a la hipoxia con el boqueo.

“Tratamos de entender cuáles son los mecanismos neuronales involucrados en la generación de este ritmo respiratorio y así explicar por qué disminuye en algunos neonatos; asimismo, buscamos estrategias que permitan favorecer su generación”, abundó.

Actualmente, el universitario y su equipo analizan las neuronas que originan los ritmos respiratorios. “Son del tallo cerebral y envían señales al diafragma, encargado de mover la caja torácica y los pulmones. Eso es lo que genera un ritmo respiratorio: inhalaciones y exhalaciones alternadas”.

Primero, en una preparación in vitro que contiene esas neuronas, los investigadores registran su actividad con técnicas de electrofisiología y de imágenes funcionales. De este modo pueden ver cómo interactúan para dar paso a los ritmos respiratorios, y cómo cambia su actividad en condiciones de hipoxia.

Luego, correlacionan los hallazgos in vitro y los datos de la actividad respiratoria de animales de laboratorio in vivo, para dar un sustento a la indagación y tenerla más o menos controlada.

Tras casi una década de estudio, Peña Ortega y sus colaboradores han identificado un grupo de neuronas especiales denominadas marcapaso (por su parecido con las fibras marcapaso del corazón), que pueden ser resistentes a la hipoxia y responsables de generar, por sí mismas, los boqueos.

Los investigadores concluyeron que la actividad de estas células depende de ciertas sustancias del cerebro conocidas como neuromoduladores, una de ellas es la serotonina. “Si se bloquea la acción de esta última en los receptores de las neuronas marcapaso, la actividad disminuye y ya no se producen los boqueos”, apuntó Peña.

Según registros clínicos, la incidencia de muerte de cuna es mayor entre el sexo masculino. Pruebas de laboratorio con roedores indicaron que las hembras tienen mayor capacidad para resistir la hipoxia que los machos, con una similitud de casi uno a uno de lo que se ve en humanos. Por ello, estudiaremos esos mecanismos para saber cómo ayudar a los bebés varones, finalizó.