Innovación y principios de la ciencia ficción en “Los autómatas” de Hoffman

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Yunuen Alvarado Rodríguez

23 de septiembre de 2011

Ernest Theodor Amadeus Hoffmann es un sobresaliente escritor alemán, que además de pintor, cantante y abogado, destaca en la época del romanticismo por sus cuentos en los que lo siniestro es lo que predomina y dirige la trama hacia los sentimientos y reacciones más profundas de los personajes.

Retrato de E.T.A. Hoffmann (Foto: Especial)

Esta inclinación hacia lo desconocido construye en sus cuentos una atmósfera desconcertante y genera desesperación en sus personajes, quienes llegan a confundir absolutamente el sueño con la vigilia y la locura con la cordura.

Estas características lo posicionan perfectamente bien dentro del estilo romántico, pues es precisamente en este periodo donde los autores juegan con las posibilidades de la mente del hombre, con lo que es capaz de experimentar en el sueño y con la posibilidad de dejarse guiar por la estulticia y separarse de la razón.

Es por eso que Hoffman toma como pretexto en Los autómatas una historia de dos amigos perfectamente convencidos de las explicaciones lógicas y racionales del mundo, quienes se enfrentan a condiciones sobrenaturales al toparse con un autómata, es decir con una figura mecánica de forma humana capaz de leer la mente de los hombres, llegar hasta sus más profundos sentimientos e incluso dar certera respuesta a sus preguntas.

Fernando y Luis, nombre de los dos personajes principales, se dan la oportunidad de ir a visitar la exposición de aquel turco capaz de adivinar el futuro, al principio sólo por curiosidad de ver cómo es que el responsable hacía funcionar el artífico mecánico que daba la impresión de hacer que el turco tuviera vida, voz e incluso aliento.

Después de mucho observar no aprecian ningún artilugio evidente, todo parece estar armado de la mejor manera para que aquello parezca de lo más natural, sin embargo no dejan de analizar cómo es que el turco logra funcionar y cómo es que el hombre responsable de darle la voz tiene la facilidad de interpretar las necesidades humanas y dar una respuesta muchas veces acertada a las preguntas de la gente.

Fernando es quien se atreve a hacerle una pregunta al turco, teniendo sumo cuidado de que el hombre responsable de la exhibición no tuviera oportunidad de escucharlo, para verdaderamente poner a prueba la habilidad de ese artificio.

La pregunta que le lanza es de lo más personal y sobre un tema que jamás le había comentado a nadie y sin embargo el turco le da una respuesta certera que llega hasta lo más profundo de sus entrañas, causándole una alteración tal que llega a provocarle incluso malestar físico.

Resulta que años atrás Fernando se había enamorado de una mujer que sólo vio y escuchó cantar una noche en uno de sus viajes, y su canción se le quedó grabada en la memoria como algo místico y completamente inolvidable.

Quedó enamorado de ella pero nunca la volvió a ver así que se esforzó por extraer de su mente la imagen de aquella mujer y pintó su retrato en miniatura, poniéndolo oculto tras un retrato propio en un relicario que llevaba colgado al cuello.

Sin embargo la respuesta del autómata a la pregunta de Fernando respecto a si algún día la volvería a ver fue escalofriante, pues suponía que sabía de su existencia y de la situación que Fernando había vivido, es decir que sólo la había visto una vez.

El autómata le respondió que cuando viera por segunda vez a esa imagen de su cuello, que por cierto nadie más que él sabían que la tenía, la perdería para siempre. Esto además de desconcertar a Fernando sobre cómo el turco pudo enterarse de la situación cuando ni siquiera su mejor amigo estaba al tanto, lo perturbó pues era el anuncio de su fracaso amoroso.

Luis trataba de hacerlo volver a la razón, sin embargo Fernando no podía dejar de darle vueltas al asunto. De este modo se deciden a ir a ver al responsable del autómata para pedirle una explicación racional respecto al funcionamiento del artificio.

Al llegar al laboratorio del Dr. X, nombre del personaje responsable de la creación humanoide, se encuentran con un espectáculo musical completo creado por un grupo de autómatas manejado por el doctor con extraña actitud desde una consola que controlaba todos los movimientos de aquellos muñecos.

Esto perturba ahora a Luis, quien tenía una debilidad especial por la música como creación humana y además no logra resolverles ninguna duda respecto a nada sólo los confunde aún más.

Luego de varias discusiones logran decidirse a ir una vez más con el Dr. X y hablar con él, sin embargo en ese momento Fernando recibe una carta con informes de que su padre está enfermo, por lo que tiene que salir de la ciudad, prometiendo volver en 14 días, pasaron dos meses y Fernando no regresó.

Luis sólo recibió una carta de él con las últimas noticias, en aquella ciudad en la que había ido a visitar a su padre volvió a escuchar aquella canción de la mujer de la que se enamoró. Su voz lo guió hacia la iglesia de la plaza y por inercia entró en ella, percatándose de que había una boda en la que la novia era la mujer de sus recuerdos.

La carta decía que desde aquel suceso en la iglesia se dio cuenta de que la predicción del turco estaba equivocada, que no había perdido a la mujer de sus recuerdos sino que se había afianzado aún más en su mente. También hacía notar que no regresaría pronto a la ciudad sino que seguiría viajando.

Al finalizar el cuento dos amigos, llamados Otomar y Teodoro charlan sobre esta historia, como si desde el principio uno le contara al otro sobre los dos personajes principales; y asumiendo que Fernando perdió la cordura ante la impresión sufrida concluyen la historia sin querer hablar más de aquel turco parlante.

Este último recurso de Hoffman de cambiar por completo la perspectiva del lector y ser escuchas de una historia de terceros que se está contando por otros personajes del cuento da la sensación de haber escuchado una leyenda siniestra, pues diluye los límites entre realidad y ficción aún dentro del cuento mismo donde de principio se suponía que se narraba una historia real.

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Yunuen Alvarado Rodríguez es licenciada en Letras Españolas, egresada de la Universidad de Guanajuato. Actualmente realiza su trabajo de titulación bajo la dirección del Dr. Andreas Kurz.