LAS PLUMAS

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HORIZONTERIO

Paloma Robles Lacayo

22 de septiembre de 2011

El ave canta aunque la rama cruja,

como que sabe lo que son sus alas.

Salvador Díaz Mirón

Glorioso componente de la cubierta de las aves (quienes se caracterizan, entre otras cosas, por tener un par de alas), una miríada de plumas, que tienen una raíz, un cálamo que atraviesa su piel (y al fijarlas al ave que les da origen, obstaculiza su independencia), y más allá, como una prolongación, un raquis (astil) cruzado continuamente por barbillas. Y qué importantes son. La propia ave fabrica y distribuye el precioso bálsamo que logra otorgar impermeabilidad y flexibilidad a las plumas, como si guardaran celosamente al ser que se dedican a abrazar… Se distinguen por su función. Unas habrán de retener el calor, se asegurarán de que no se diluya la alegría, y otras, largas y firmes, asumirán la soberbia andanza por los aires, y decidirán el rumbo. Por el encanto de sus actos y formas podrían ser autónomas, pero no. Forman parte de algo más grande y de alcances más elevados, el pájaro, con el que opera una reciprocidad de frutos. Una pluma sola, cae, ligeramente pero cae. El plumaje, la comunidad de plumas ligadas a un pájaro, van irremediablemente a cumplir la misión de volar, mientras no haya lesión que lo impida. Entonces, no es sino mucho más favorable el destino de la pluma que sigue afianzada a su raíz.

Las plumas también participan, también son el fascinador clamor de certeza de los pájaros. Y es que ¿cómo podrían éstos decorar el silencio con sus contundentes gorjeos, si no mediara la protección, calidez y altura que resulta accesible por aquéllas…? Podría pensarse que cada una es una espada que desgarra al viento, pero no. Es una negociadora eficaz, una elocuente conversadora. Habla por su presencia y movimientos. Siempre gana, sin orillar a perder al amante, al que sólo puede estrechar por un momento. Va hacia donde quiere. E incluso, conquista algo más que la venia para su eólico tránsito: el agradecimiento de su inevitable observador, porque el viento, al coincidir, no deja de sentirse acariciado con los suaves filamentos que al ave permiten su vuelo consumar. Qué fortuna. Qué exitosa conclusión.

Y al fin, su ligereza es el fundamento de su gracia, de su deslumbrante gallardía. Y aunque su cuerpo, apenas un condenado tronco a no ser recto, y a infinitas intersecciones de las barbas, no es por ello una unidad menos tangencial en las reflexiones del que sale a su encuentro, ni renuncia a ser una incitación para mirar a lo alto, aunque haya la pluma tenido la desgracia de caer, para volar en firmamentos de constelaciones pétreas, para que pueda admirarse su belleza en el conjunto de elementos de sí misma.

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Paloma Robles Lacayo se define como La mujer del tiempo, La duquesa del Beso, Un imperio de mujeres junto al mar, Alguien indefinible. Contacto en: fuegoeingenio@yahoo.com.mx.