Danzan a ritmo de la destrucción del hombre

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Benjamín Pacheco López

Guanajuato, Gto. 24 de octubre de 2011.- Una mirada hacia la autodestrucción del hombre, para dar cuenta de un enfrentamiento duro con una realidad que lo arruina, es parte de la propuesta escénica de la compañía MAU con motivo de su presentación en la edición 39 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

Integrantes del MAU en el Auditorio del Estado (Foto: Especial FIC)

El concepto, enmarcado dentro de la danza contemporánea y dirigido por Lemi Ponifasio, se realizó en el Auditorio del Estado, donde el público tuvo oportunidad de apreciar una pieza musical desde la perspectiva de la reflexión crítica.

De esta forma, los asistentes apreciaron un espectáculo de 90 minutos de duración en el que la constante fue mostrar la condición humana y la codicia, aunque también con espacio para la dignidad, capacidad y fuerza de espíritu.

Conforme al concepto de la obra, los integrantes de MAU emulan las imágenes de pájaros —específicamente de las aves fragatas o rabihorcados— que vuelan llevando en el pico algo parecido a un espejo líquido que en realidad son cintas magnéticas que les causarán la muerte.

Para Lemi Ponifasio, la presentación significa un cambio en la mentalidad del hombre y su destino: “un enfrentamiento con la realidad de ser los arquitectos, no ya de nuestro destino, sino de nuestra desgracia”.

El trabajo de MAU se caracteriza por una constante tensión derivada del sonido en primer término, pues los espectadores se sumergen en una atmósfera opresiva donde abundan los sonidos graves y agudos.

En la parte visual, el color negro es el dominante en un escenario que refleja lo amarga y desoladora que puede ser la humanidad; un lugar seco y solitario, con seres que se desplazan de un lado a otro en medio de sombras.

Destaca que en la parte trasera hay pantallas donde aparece el video de un pelícano errante por la playa, víctima de un desastre ecológico posiblemente asociado a un derrame petrolero.

Sobre los bailarines, resulta impecable la forma en que transmiten la desolación de ese mundo entre sombras, donde el cuerpo se reduce a una masa carnosa que se contorsiona con sonidos que bien se pueden asociar a una multitud violenta.

Sin embargo, al final hay esperanza: los bailarines comienzan a esparcir polvo blanco sobre el escenario; esto, minutos más tarde, cambiará completamente la atmósfera y traerá una especie de redención al sitio, habrá canto de esperanza y la posibilidad —siempre latente— de que la raza humana pueda sobrevivir.