Literaria

El español moderno. Variantes y constantes de la lengua que hablamos, escribimos y leemos

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A la muerte de Carlos II, quien heredó el trono de España fue el nieto de Luís XIV, llamado Felipe V. Él, durante su gobierno, tuvo la idea de modernizar España al estilo francés; consecuencia de este pensamiento, se fundan durante su reinado tres academias: la de la Lengua en 1713, la de la Historia en 1738 y la de Bellas Artes en 1744.

La tarea modernizadora fue continuada posteriormente por los dos siguientes reyes de España, Felipe VI y Carlos III. La modernización se notó incluso en la consolidación de las colonias del imperio. Pero en el siglo XVIII España se vio subordinada a Francia y a principios del XIX, fue víctima de la invasión napoleónica.

Portada del primer tomo del Diccionario de Autoridades 1726 (Foto: Especial)

Como consecuencia de esto se da la independencia de la mayoría de las provincias americanas. Sin embargo a pesar de este suceso, la historia de la lengua no sufre grandes alteraciones.

La lengua que se sigue hablando en Hispanoamérica es el español y a diferencia del latín, que no sobrevivió a la caída del imperio romano y se fragmentó en las lenguas romances, con la lengua española no ha sucedido esto a pesar de la evolución geográfica que ha sufrido en sus diferentes niveles, por ejemplo la pronunciación del español sí varía de una región a otra, pero esto no imposibilita la comunicación entre los distintos hablantes.

Un factor importante en la unidad del español lo juega la Real Academia Española, apoyada por las otras academias que se fundaron en los países hispanoamericanos en el siglo XIX.

La RAE, pese a todas las críticas a que se ha hacho acreedora, ha impuesto un modelo gramático básico para el uso del español y pese a las variantes geográficas de este uso, nos permite tener un conocimiento de la lengua más o menos uniforme a todos los hispanohablantes.

Además es árbitro no sólo en la gramática, sino en la significación de las palabras, la ortografía, etc. Cada modificación más o menos permanente o duradera que se produzca en el español es sometida a consulta con la Real Academia Española y las escuelas están obligadas a difundirla si es aceptada por ella.

La literatura también se ve regida por esta institución, que revisa los volúmenes de “los clásicos” y los edita anexando notas al pie de página, etc. Gracias a las ediciones revisadas y aceptadas por la RAE, muchas obras y autores se han consagrado para la posteridad.

En la época en la que la inquisición tuvo más represión sobre las lecturas, surge la ilustración, teniendo como primer representante en España (ya que este fenómeno se da en toda Europa) a Benito Jerónimo Feijoo, monje benedictino que a través de fuentes que le venían de Francia tradujo novedades médicas, filosóficas, astronómicas, etc. Esto fue de mucha importancia para que llegaran nuevos conceptos al español y lo enriqueció.

Al mismo tiempo los escritores de la época abogan por la simplificación y sencillez de la escritura bajo el estilo “neoclásico” en oposición al “barroco”. Sin embargo, las creaciones literarias seguían viéndose afectadas por este estilo y los neoclásicos se van más hacia el lado de la crítica que al de la creación. Ni aún con la llegada del romanticismo alemán la literatura en español cambió demasiado ni en España ni en Hispanoamérica.

Por ejemplo la poesía, seguía sirviéndose de la retórica clásica de la que el romanticismo renegaba. El teatro conocido como “comedia nueva” no tuvo mucha proliferación, y por el contrario el teatro que le siguió fue una imitación al de Lope de Vega, fue por demás académico.

Lema de la Real Academia de la Lengua Española (Foto: Especial)

En cuanto al terreno de la filología, se puede decir que es el más continuo entre los siglos XVIII y XX pues los filólogos resaltan la importancia de la precisión de su materia. Entre los más importantes filólogos cuya obra es de gran importancia hasta nuestros días se destacan Bartolomé José Gallardo, Andrés Bello y Ramón Menéndez Pidal.

El trabajo de filólogos hispanohablantes ha sido complementado por el de filólogos extranjeros quienes muchas veces se percatan de cuestiones importantes del español que quienes lo usan como primera lengua las dan por sentadas.

Como resultado tenemos que la mejor obra de conjunto sobre la sintaxis del español es de un norteamericano llamado Charles E. Kany. El gran estudio sobre el erasmismo en España es de un hispanista francés, sólo por mencionar algunos ejemplos.

Volviendo al tema de la literatura a fines del siglo XIX, la Academia decide publicar una Antología de Poetas Hispanoamericanos; teniendo como encomendado al ilustre Menéndez Pelayo, quien tuvo muchos conflictos al realizarla, pues el ateísmo de los poetas hispanos le atemorizaba.

A partir de aquí surgen disputas literarias donde España lucha por defenderse ante el resto de Europa y al mismo tiempo ataca las creaciones hispanoamericanas, por lo que entonces Hispanoamérica también reacciona. Y surgen movimientos literarios como la generación del 98, cuya finalidad es establecer y proyectar identidad en la literatura. Dichos movimientos propician la consolidada, y popular a nivel internacional, literatura española e hispanoamericana, que ya logra distinguirse de muchas a través de su propio estilo.

La lengua que se habla actualmente en España e Hispanoamérica conserva su unidad a pesar de su constante evolución, si surgen necesidades de traducción entre el español de una región y otra son sólo ocasionales y no determinan el entendimiento total de la comunicación.

Si existen tantas variantes en el uso del español, eso responde a la multiplicidad de hablantes que esta lengua tiene y a la diversidad de convenciones que se dan respecto a su uso en cada lugar donde se habla. Estas variantes enriquecen a la lengua y si son consideradas como “incorrecciones” es desde un punto de vista sociológico quizá, pero no propiamente lingüístico. Y así como el uso constante de muchas de estas incorrecciones hoy son reglas impuestas por la RAE, la lengua aún sigue susceptible a este cambio y como hablantes actuales no podemos saber con exactitud cuáles de nuestras variantes se consideren más adelante como reglas institucionalizadas. Por esta razón resulta muy difícil hablar con objetividad de los fenómenos que presenciamos, pues aún no está claro de dónde vienen y hacia dónde se dirigirán, cuáles tienen luces de permanencia y cuáles son efímeros.

La lengua entre más cerca la tenemos de nosotros, más se nos escapa de la objetividad.