La araña y la paloma

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HORIZONTERIO

Paloma Robles Lacayo

01 de diciembre de 2011

Una vez una araña entrevistó a una paloma. Todo surgió porque la araña vio cómo caía un ave herida, porque su vuelo plácido fuera interrumpido por un disparo sórdido. Y sintió tristeza por el encuentro con la muerte, y alegría por el surgimiento de una coincidencia, aunque trágica, y nostalgia, por la amistad que también perecía, y ternura por los pichones recién huérfanos, y entre tantos sentimientos, experimentó la necesidad de hablar con alguien sobre lo que ocurría. Entonces apareció otra paloma.

Al principio, la araña le preguntó su opinión sobre la caza. La paloma se resistía por carecer de solvencia para abordar dicho tema, pero la araña insistió, e incluso pretendió convencerla argumentando que nadie lo conocía mejor, por ser esa actividad precisamente la que le arranca a sus hermanas. La paloma le contestó que todavía estaba muy enojada con su duelo, y que además seguía plantada en la tierra de las víctimas, y que prefería hablar desde el jardín de la victoria, al que todavía no llegaba, y tampoco sabía si, razonando en la caza, sería capaz de construir un puente que le permitiera arribar hasta el ansiado lugar, o si, incluso ya iniciada la fabricación, se abandonara espontáneamente por apagarse la estrella oscura que motivara este afán, la búsqueda de paz.

La araña, que verdaderamente se estaba obsesionando con el asunto (y cómo no estarlo, si nunca será objeto de tan honrosa intención), le dijo a la paloma: “No entiendo tu renuencia. Ocurre que evades el inmenso dolor que sientes, que ves en peligro tus vuelos, que has tenido que saberte vulnerable, que ahora te declaras muerta de miedo, y que éste es tan grande que explosionó tu profundo corazón. Y tú, que crees que contienes el secreto de tu detonación, no alcanzas a detener el sufrimiento que te trasciende”. Después de liberar estas punzantes palabras llenas de resonancias inimaginables, la araña dejó en la paz buscada a la paloma, según ella.

Luego de ese intercambio, fue tal el pasmo que, de repente y sin conciencia de ello, la paloma empezó a retroceder, y se cayó. Un precipicio la llamaba con ansia, el que limitaba el penoso terreno en el que indeseablemente se había ubicado. Mientras se derrumbaba, y el mismo borde del despeñadero lo hacía con ella, sintió paz. No se murió. Al estrellarse contra el suelo, fue su plumaje, convertido en miríadas de escudos, el que suavemente se vistió de polvo, y asumió ligeras pérdidas. Lo que se fracturó fue su angustia. Se descubrió en el jardín en el que se soñaba. Agradeció secretamente las estocadas verbales de la araña, y la extrañó. Se dio cuenta de que estaba rodeada por las palomas que se habían ido. Por todas las que fueron cazadas. Ya no vivían sus miedos, sólo la calma que la acompañaba siempre, aunque ella no lo comprendiera.

La araña, que a pesar de todo se preocupaba por la paloma a la que dejó enrarecida, pensó un momento, y oró por ella, aduciendo lo siguiente: “Señor, nos hiciste diferentes, pero nos anidamos mutuamente, ella en sus plumas y yo en mis redes. Consérvanos juntas. Te ruego que la paloma emplee su agudísima vista, alto sentido de la orientación y buena velocidad de viaje, para hallar lo que quiere, identificar el camino que la dista de ello, y recorrerlo con presteza. Que no la obnubile la pesadumbre, que pueda alzar la mirada por encima de sus aflicciones y se inunde de la paz que tiene dentro, de la paz que es ella misma. Yo sé quién es, y por eso te lo pido”.

Y Dios, condolido de esta solemne oración, decidió convertir a la araña en un alegre pensamiento que siempre floreciera en la paloma, a la que destinó a mejor paraje, de ese modo, permanecerían unidas, y así concedió a ambas felices venturas, sin sombras de añoranza, ni amargura, y se sintió satisfecho de su obra, y las dejó ir. Y la paloma, que desde entonces volaba por el cielo, engendraba estrellas con sólo detenerse en un punto, y luego, constelaciones caprichosas, para vestir al infinito, empresa que aún no ha terminado. Y su alegre pensamiento siguió, siguió, nunca la abandonó.

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Paloma Robles Lacayo se define como La mujer del tiempo, La duquesa del Beso, Un imperio de mujeres junto al mar, Alguien indefinible. Contacto en: fuegoeingenio@yahoo.com.mx.