El epitafio de la puerta entre la oscuridad y la luz

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HORIZONTERIO

Paloma Robles Lacayo

26 de enero de 2012

Murió en un día feliz.

La encontraron al paso, que ella misma era, sobre el cual decidía, con unas bien logradas arrugas de tanto sonreír. Quizá falleció de risa. O feneció de miedo. Acaso se burló de su temor…

La luz y la oscuridad, cercanas, apenas separadas por el espejo de la puerta, a la que, al cabo, derribaron con sus afanes simultáneos de atravesarla, que no pudo, o no quiso preguntarse si podría, con los embates que tocarían sus dos caras. Se fue al instante.

Del despojo de su escudo (que no lamentan por, antes bien, buscarlo) sufren ahora quienes fueron capaces de concebir un deseo en sincronía: el milagro de componerse recíprocamente, y trascender su condición de trozos de apetencias, para ser cuerpo de plenitud.

Lloraron hasta que llegara la ocasión del siguiente amanecer. Turbadas por el favor de la fortuna, permanecieron unidas, ordenando los días y las noches con sus manos, con partes de sí, en complicidad, reservándose los relámpagos de la alegría que las tomaba por asalto, así como los ríos que se volvían visibles en sus mejillas.

Desconcertadas, largamente vivas y muy frescas aún, espléndidas, en recién descubrimiento mutuo, desnudas, expuestas, expectantes… El oportuno hálito estremeció apenas el polvo del impenetrable diamante del que estaba hecha la puerta, y que como vestigio de ella quedaba, para que supieran que no volverían a reconocerse en soledad, que ya nunca la padecerían… Bastó una diminuta partícula para despertar la conciencia de la intimidad ignota. Será entonces bueno disfrutarla.

No había nada más que el complejo indisoluble en el que se convirtieron. Sólo quedó el recuerdo de aquella coraza, agazapada al vano, que nunca fue posible definir a cuál resguardaba de la otra, y exactamente de qué lances habría que preservarla, incluso alternaría entre ambas. Fue, al fin, un impertinente protector del que pudieron deshacerse. ¿Existió? ¿Fue real? ¿Lo construyeron en sus sueños? Será la curiosidad de seguir caminos largos para llegar a destinos inmediatos.

Anduvieron así, porque no podía ser distinto, y fueron edificando un mundo, y un cielo, y un espacio infinito, y la soltura en el tiempo, y caprichosamente se entregaban, en proporciones nuevas cada vez, y ninguna creación fue duplicada, ni perfecta, sólo ellos, el silencio del fulgor y el espíritu de lo que alumbra lo evidente, conjugados, dualidad impenetrable, misterio que pobló el universo.

Y aún ahora, vagan, flotan, no aterrizan por ser tan dueños del suelo como del viento, y preferir la ligereza sobre el arrastre, cual libres de la carga del dolor por la ausencia de lo que sólo estaba escondido, regocijándose con una obra entrañablemente suya, la de la realidad, que ni por proceder de ellos les ofrece el más fiel de los reflejos, sólo la puerta, de póstuma envergadura, que reveló, al interior de cada uno, en vida, la indómita, insaciable avidez por el otro, y en partida, el efervescente e imprescindible sello que les concedió el sosiego, pues irse obstáculo tan incómodo significó liberarlos de la condena de extrañar.

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Paloma Robles Lacayo se define como La mujer del tiempo, La duquesa del Beso, Un imperio de mujeres junto al mar, Alguien indefinible. Contacto en: fuegoeingenio@yahoo.com.mx.