Las cosas como son

Atarse a lo anterior: una pérdida

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Cuan grande es la influencia de “lo anterior”, de lo que ocurrió antes de que yo estuviese aquí, con quien estoy y viviendo lo que vivo. Lo primero que viene a la mente puede ser la sensación de pérdida con base en el argumento de que lo anterior era mejor. O bien puede sobrevenir la sensación de experimentar una liberación, obviamente, de algo o alguien que producía cautiverio o con el que las cosas no iban bien.

Una tercera opción, que puede ayudar a paliar esas sensaciones es la que hace notar el enriquecimiento vivido a partir de hacer participado en lo anterior. Con lo anterior crecí, aprendí, me hice diferente, en suma: añadí lo nuevo y yo mismo me transformé. Pero para que esto ocurra hace falta cerrar con dignidad y respeto lo previo, despedirse en buenos términos de lo que se deja, así sea lo peor. Tal sería el caso, por ejemplo, de una enfermedad, o bien de una relación tortuosa, incluso de un empleo enrevesado como pocos.

Pero ¿cómo tener tal actitud después de que se padeció tanto, incluso con el riesgo de la vida? De un modo sencillo: mirando qué se tiene hoy, Si logra enfocarse la mirada de este modo, no será difícil descubrir que se tiene aún la vida, con las opciones que facilita, entre ellas la oportunidad actual, a la cual se ha llegado por obra de lo inmediatamente anterior, como quiera que haya sido.

No hacerlo así conduce a mantener a flor de piel el reproche, el enojo a la mano, la tristeza como opción de vida, la negación como forma de contacto. Conductas todas ellas mermantes.

Un viejo amor que no se olvida pone límites y separación con la pareja actual. Una enfermedad que ya se superó, pero que aún se alimenta de aluna manera, lleva a tomar pocas opciones de las muchas que se ofrecen. Una edad que se añora impide desarrollar los talentos y facultades de la de hoy. Un trabajo perdido o un negocio fracasado que permanecen a la vista no consiente en que se empiece una iniciativa diferente o que se tenga fuerza para otra empresa. Y así podría prolongarse el listado.

Lo que importa, pues, es mirar con ojos benevolentes y alegría (la que sea posible) lo anterior para que muestre su utilidad, y quizá su ganancia, para que permita agarrar la riqueza que vino para nosotros, ese orgullo de propietario con el cual crecimos amparados en la experiencia.

Quizá por este camino volvamos a darnos cuenta de que lo anterior propicia lo presente colmando las medidas que corresponden y empujando a un estadio nuevo, con visión enriquecida. Recuérdese que por muy cómodo y lindo que sea vivir en el vientre, llega un punto en el que todo confluye para el alumbramiento y se tiene que nacer. Y así sigue una tras otra la serie de sucesos en que comienza algo, crece, se desarrolla, alcanzas sus cimas, culmina, y da origen a lo que sigue.

Quien se ata a lo anterior, entonces, pierde. Pierde algo de sí que se queda pretérito, pierde lo actual porque no lo mira, y pierde mucho de su porvenir porque no acumula piezas para tener mañana un pasado feliz (que dijera el poeta Jaime Sabines).