Narra Carpentier la barroca realidad de América Latina

Compartir

Redacción

Guanajuato, Gto. 10 de marzo de 2012.- Para hablar de uno de los autores más representativos del siglo XX latinoamericano, Alejo Carpentier, se presentó en el Museo Iconográfico del Quijote el académico e investigador de la Universidad de Guanajuato, Andreas Kurz, quien dictó la conferencia “Don Alejo, un caballero francés en el Caribe”.

Andreas Kurz en el MIQ (Foto: Especial)

Como parte del ciclo “Grandes Escritores de Nuestra América”, Kurz explicó algunos de los rasgos más característicos de la obra de este autor, que para empezar, se debate entre su origen occidental, francés, y su latente influencia caribeña.

Su origen, su persistente acento francés, sus contradicciones políticas y, sobre todo, el barroquismo latinoamericano que impulsó y plasmó en gran parte de su obra, fue lo que Kurz destacó de “Don Alejo”.

A partir de “lo real maravilloso”, concepto o argumento formulado en el marco del surrealismo francés, Carpentier fija su ideario tomando como estandarte los famosos “Cantos de Maldoror”, del Conde de Lautréamont; obra que también inspiró a Breton y otros surrealistas de la época.

“De ahí viene Carpentier, quien luego de colaborar con algunos surrealistas franceses durante su juventud, concluye arbitrariamente que lo que los surrealistas deben escribir o expresar, no está en los sueños, sino que está en las calles, en la realidad de lo cotidiano de los pueblos latinoamericanos”, explicó Andreas Kurz para luego dar paso al análisis del barroco latinoamericano en Carpentier.

Para ello, el conferencista citó Lo Barroco, del filósofo catalán Eugenio d’Ors, obra que habría sido pilar para que Carpentier diferencie entre lo clásico y lo barroco en la creación literaria, en el arte y en la ciencia.

“El estilo de Carpentier entonces se adapta para narrar, describir o citar esa realidad barroca de toda Latinoamérica, que queda reflejado en el inicio de la novela corta, Concierto Barroco, en la que los adjetivos, la sintaxis laberíntica, las frases con estilo enredado y complejo y el recurrir a la parte escondida del diccionario, vuelve su obra de una difícil y a veces, fastidiosa lectura”, indicó Kurz, al tiempo que precisa que este estilo es lo que el autor emplea para “reflejar la realidad barroca de América Latina”.

Pero el barroquismo literario de la época no sólo tiene en Carpentier a uno de sus más eruditos representantes. Andreas Kurz diferenció al autor de otros escritores como Severo Sarduy y José Lezama Lima, quienes a pesar de ser considerados barrocos, tienen marcadas diferencias con Carpentier: “por ejemplo, Sarduy no construye monstruosidades sintácticas como Carpentier, sino que usa elementos lúdicos”, precisó Kurz.

Pero en lo que sí coinciden ambos escritores caribeños es en sustentar el valor estético de su obra literaria en la erudición. Por ello, agregó el conferencista, en la obra de ambos autores se aluden a disciplinas artísticas y a ciencias como la sociología, la historia y la filosofía.

“La erudición tiene un valor eminentemente estético en Carpentier”, reiteró Kurz, quien señaló, además, algunas de las complicaciones del autor y su obra durante la época, entre ellas, su americanismo dudoso y la competencia de otros autores.

“La obra de Carpentier se escribe en el siglo XX, de los años 30 a los 80, y enfrenta una serie de innovaciones y revoluciones a partir de 1920 (las vanguardias y algunos autores como Joyce, Proust o Pirandello, etc.). Le cuesta trabajo porque es un autor burgués con estética decimonónica. Y para ello toma prestado mucho de la obra de Tomas Mann.

“Carpentier es un Mann caribeño: realista, decimonónico, pero muy fino. Autor de trampas narrativas y juegos intertextuales”, concluyó Kurz su ponencia en el MIQ, no sin antes citar algunas de las obras imprescindibles: el cuento, Oficio de Tinieblas; la novela, Los pasos perdidos; Cartas a Toutouch (dedicado a su madre); y la novela corta, Concierto Barroco.