Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

¡¡Arrancan!!!!

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Aristóteles (Foto: Especial)

Desde la antigua Grecia, el asesor de un joven que expandió su imperio a límites insospechados, sostenía que los ciudadanos siempre tienen como aspiración fundamental la felicidad; y que, quienes gobiernan deben hacerlo de la mano de la virtud, para que este anhelo, y por ende la ciudad perfecta, sea alcanzable. Aristóteles legó al mundo moderno una serie de principios que pasaban por la familia, la educación, la música, el porqué de los bienes raíces y los motivos por los cuales personas con características alejadas de la filosofía —artesanos, labradores, arquitectos, guerreros, entre otros— no necesariamente son los mejores gobernantes. Conceptos estos que habríamos de repasar ahora que han salido del arrancadero los últimos aspirantes a puestos de gobierno o legislativos; los cuales, según el Instituto Federal Electoral —organización nacida con entusiasmo ciudadano y distorsionada al correr de los años— debían haber permanecido tranquilos, pacientes, discretos y estudiosos.

Se acabó pues “el tiempo de la simulación” con sus actos de proselitismo disfrazados de: reuniones privadas, aceptación a invitaciones de toda índole —presentaciones de libros, tomas de protesta de gobernadores, conocimiento de la geografía nacional etc.—, reportajes y “gacetillas” derivados de la libre expresión y la satisfacción del derecho a la información, que se supone asiste a medios, sobre todo electrónicos, los cuales de ser cuarto poder se han convertido en supra-poder.

Hasta el anciano Paul ha sido parte de una precampaña hacia el 2018, en la cual el jefe de gobierno de la ciudad de México compró el concierto en quien sabe cuánto y les dio distintivos especiales a miembros de comités vecinales que le garanticen el voto para su abogado; en tanto que el primer mandatario usó como palco de privilegio un palacio nacional al que solo asiste con motivo de las celebraciones bicentenarias.

Un hombre —dicho en términos de purismo gramatical, es decir incluidos los múltiples géneros que en la humanidad existen—, gobernante de una democracia que se pretenda duradera, debe: garantizar la libertad, ceñirse a la justicia, evitar la opresión o las confiscaciones[1] en beneficio del tesoro público —para aminorar la ausencia de productividad interna—, garantizar el buen orden y la tranquilidad con el menor número de magistraturas, cuyos titulares, eso sí, deben regirse por la observancia de las normas.

Al hombre de Estado, que debe dar muestras de gran talento, no le bastará con imaginar el gobierno perfecto, es más importante que pueda vislumbrar un gobierno practicable; partiendo, en la mayoría de los casos, de los que ya están constituidos y cuya organización puede siempre ser mejorada. ¿Saben de esto los fabricantes de imagen que invitan a destruir, demuestran su vocación por la descalificación y su carencia de imaginación y de propuestas, engañando al elector que viaja en autobús, con la oferta de puestos de gabinete para los cuales no tienen aptitudes?

El traspaso de la soberanía a la multitud, remplazando a la ley, es una de las especies democráticas que Aristóteles maneja con mayor preocupación. La demagogia excluye a ciudadanos expertos y respetables convirtiendo a tales gobiernos en déspotas, por dar lugar a los aduladores y a vicios muy similares a los de la tiranía ¿Le parece que en la ciudad de México hemos llegado al punto en el cual un comerciante informal, puede obstruir sin recato, la puerta de su domicilio, negocio u oficina, la calle por donde circula, el acceso a la escuela de sus hijos y la posibilidad de vivir sin fauna nociva, basura y delincuentes? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para poner coto al envilecimiento de inspectores de vía pública[2], que deciden a quien concesionar un pedazo de banqueta, cuándo clausurar y qué costo tiene una apertura?

El colmo que vive la humanidad del siglo XXI, y muy particularmente los habitantes de grandes urbes, es el debilitamiento de La Ley, como resultado de cambios sutiles, alejados de la voluntad popular y sin más objetivo que darle barniz de legitimidad a las ambiciones de comerciantes —incluidos también los de los negocios sucios[3]—, financieros[4] y en general todos aquellos que producen grandes márgenes de utilidad, mediante la destrucción —física, patrimonial y moral— de quienes se convierten en sus consumidores.

Nunca como ahora se habían potenciado los porcentajes de personas deprimidas, suicidas, vagabundas y por ende atrapadas en los vicios. ¡Y sí! Usted puede darle un giro al rumbo, no con el cambio de hoy, ni con el verdadero, ni con el de ocurrencia; sino con el de propuestas y responsabilidades. A los candidatos de todos los niveles y partidos, escríbale sus anhelos, deje huella de su comentario. A quien llegue por la elección mayoritaria, exíjale respuesta, crea menos en la televisión y más en su propia capacidad de organización honesta.

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[1] Decretadas por tribunales corrompidos dijo Aristóteles, en la Política.

[2] ¿Qué fue primero? El inspector o el delincuente extorsionador.

[3] Drogas, órganos, personas, armas, cobradores de “derechos de piso”, vendedores de seguridad, antros, casinos, etc.

[4] Prestamistas, agiotistas, lavadores de dinero sucio, encubiertos o con formalidad bancaria o bursátil.