Las cosas como son

Día del Niño

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LAS COSAS COMO SON

Jorge Olmos Fuentes

30 de abril de 2012

¿Qué son los niños? Cuando se les dedica un día, se vuelven el centro de nuestra atención, y en ese propósito hace falta mirar un poco dos o tres asuntos. El primero de ellos tiene que ver con que los niños son el amor de sus padres. Un hombre y una mujer decidieron unirse y la materialización de esa unión es precisamente un hijo, una hija. De ahí que la celebración del Día del Niño sea entonces la celebración del Día del Amor de sus padres, porque así pudieron materializar un propósito en otro tiempo, aunque ahora sea de un modo diferente.

El que sea diferente hoy entre los padres no cambia lo que fue en el momento de la procreación. Así que el día es fundamental y dentro de esta consideración algo que viene muy a modo de comentar es que los niños no son en la casa los reyes del hogar, son los príncipes. Los reyes son el papá y la mamá.

En este mismo orden de ideas tenemos que para los niños es fundamental el derecho, no porque sea un derecho, sino porque es un hecho natural, el contar a sus dos padres, de saberse hijos de ellos, aunque papá o mamá no estén o aunque los niños vivan con otra familia. Contrariamente a lo que se dice a pie de calle: papás son los que engendran, los que vienen después habrá que ver cuál rol desempeñan en la familia; pero los papás son los que dieron la vida. Una persona está constituida por el 100 % que depositó en ella su papá más el 100% de su mamá, más una pequeña pizca de algo completamente especifico y nuevo que constituye a esa persona.

Por eso los papás son los que procrean, aunque las cosas cambien después y aun haya otras personas involucradas. Y no hay papás que no estén en sus hijos. Pueden no estar presentes pero siempre estarán en la constitución de la persona. Entonces no hay niño sin papá, no hay niño sin mamá, pudo haber muerto, pudo haberse ido, pueden no estar, pero los tiene a los dos porque en este mundo solo así se pude procrear a una persona.

Otra idea importante que podríamos tener en cuenta es que los niños no son la esperanza del futuro ni son la esperanza del mundo. ¿Qué tal si los miramos como un auténtico presente que requiere la certidumbre de sus padres, que requiere tener la esperanza de la firmeza de sus padres, que sería bueno tuvieran la certeza de saberse integrados en un núcleo familiar, respetados como hijos, reconocidos como fruto del amor. Esto obviamente es responsabilidad de sus padres. ¿Qué le dice un padre a su descendiente cuando no está la madre? ¿Qué les dice una madre cuando no está el padre?

Se dice que en el caso de una separación, los hijos tendrían que quedarse con aquel de los padres que tiene mayor capacidad de honrar al otro en la presencia de los hijos. No es con quien se decida, con quien tiene más dinero; debería ser con el que honra mejor en los hijos al otro, con el que hace presente al padre o la madre ausente para los hijos, donde quiera que éstos se queden. Así que los niños sin ser al esperanza del futuro son una exigencia presente que requiere el cuidado de los adultos, la atención de mirarse entre sí y de trabajar conjuntamente por ellos.

De la consulta hemos aprendido también que los niños aman a sus padres incluso hasta la muerte, y que  son capaces amorosamente de vivir su vida conforme lo hicieron sus papas. Por eso adoptan las formas de amar de sus padres y hasta intentan en la vida propia solucionar la de sus padres o la de uno de ellos. Hemos conocido hombres que dejaron de ser niños, crecieron y se volvieron invisibles o inútiles para sus esposas, como ellos entendieron que lo fue en su infancia su papá. Hemos conocido mujeres que intentan, al dejar de ser niñas, salvar a sus parejas, a la manera que lo hizo alguna vez su mamá con papá en el caso de una urgencia. Sin embargo, en ambos casos, pasada la urgencia, pasada la circunstancia en que vivieron los padres, los hijos solo se quedaron con el amor, con la experiencia de hacerlo como lo hicieron ellos y así sea que tengan que pasar por encima de los deseos o los derechos de su hombre o de sus mujer, simple y sencillamente por un amor ciego lo hacen.

Hay que respetar entonces a los niños por la manera en que aman a los suyos en el lugar más adecuado para ellos, que es el núcleo familiar en donde nacen y donde se desarrollan, aunque los ayudadores profesionales supongan que no es el más adecuado.

Finalmente los niños tienen derecho a identificar, a reconocer y a vivir en plenitud su condición sexual. En este sentido la responsabilidad es nuevamente de los papas, de los maestros, de la sociedad de adultos en su conjunto ¿Qué hacemos con la sexualidad de nuestros niños, con los ritos de iniciación que les hacen reconocer, identificar, fortalecer su condición de hombre o de mujer, la diferenciación de experiencias para vivir los roles adecuados, el reconocimiento delo diferente para poderlo respetar, necesitar y amar también? Los adultos somos los encargados de manejar la mercadotecnia, de pagar los productos que se elaboran y se distribuyen para los niños, de hacer la publicidad. Está en nuestras manos también, entonces, lo que hacemos con su condición sexual y las posibilidades que tienen de vivirla en su plenitud.

Alguna de esta reflexiones pueden permitirnos llevar acabo quizás una celebración del Día del Niño con los visos de una conmemoración del amor más amplia, de ojos abiertos, y con una intención más clara de que nuestros hijos podrán ser hombres y mujeres cabales en su propia condición y posibilidades.