Uno de los hallazgos más notables de Bert Hellinger es el que se refiere a Lo Más Grande. Lo es porque dimensiona los sucesos de las personas con una sencillez rotunda y porque reduce bárbaramente los márgenes de la fantasía con respecto a lo superior, al plantar a la percepción en contacto directo con experiencias incuestionables.
¿Cómo negar que el nacimiento, por ejemplo, es un asunto de orden superior? ¿Cómo decir que tenemos poder o control sobre la muerte? Allí se mira con exactitud el influjo, el poderío, de lo más grande. Está en todo aquello que no podemos controlar, y es así de determinante para la preservación de la vida. Algunas personas llaman Dios a Lo Más Grande, o El Absoluto, o La Eternidad, y de muchas otras maneras.
A este respecto, resulta notable que la propuesta de Hellinger no se contraponga a la de ninguno, y que más bien se ocupe de poner al descubierto la presencia de una entidad definiendo su rasgo esencial: todo aquello que sea mayor a nuestra condición y posibilidades ya es Lo Más Grande. Así considera por ejemplo un hijo a su madre, pues ella le ha dado la oportunidad de vivir; igualmente pasa con alguien que es salvado de una situación de peligro, de un riesgo inminente, de un desastre o de una guerra. Bien sea por intermedio de la mano del cirujano, de la persona con reflejos veloces, del muro extraordinario, o de lo que sea, Lo Más Grande salvó del peligro y conservó la vida.
Por esta vía incluso podríamos encontrarnos con lo extraordinario, con lo milagroso, como rasgos específicos de eso que es más grande, pues en su clara omnipotencia echa mano de los recursos que sean para cumplir su cometido. Por ende, nosotros, las personas a pie de calle, seguimos sometidas a sus designios, a su arbitrio, sin posibilidad alguna de influir. ¿Qué se sigue de esto? Pues algo muy sencillo: Lo Más Grande tiene propósitos que no conocemos, para cuyo cumplimiento toma nuestras vidas y las orienta en la dirección que a su juicio hace falta, pero sin dejarnos a salvo de la responsabilidad por cada acto que emprendemos.
Otra manera de mirar Lo Más Grande es reconocer el suelo que se pisa. A pesar de que es cuantificable hasta ahora en ciertos aspectos, poco podemos hacer en verdad y cuando queramos para modificar sustancialmente lo que es y contiene. Allí está por ejemplo lo costoso de desalinizar el agua, a pesar de que hay tanta y de que estamos pasando apuros para su provisión diaria. Es decir Lo Más Grande no es algo que podamos manipular a nuestro antojo, antes bien nos obliga a guardar cierta actitud, a pasar ciertos estados de formación, a trabajar con el tiempo, a tener paciencia, a adoptar ciertos códigos de respeto, para mirar que se puede hacer algo.
Por eso es indispensable en nuestro vocabulario la palabra “humilde”, pues está relacionado directamente con el humus, esa capa fértil de la tierra, que sólo se palpa si uno se agacha, que solo es útil si se conserva como lo que es.
Finalmente, para la extensión de esta columna, podemos enfocar la mirada en el amor y la sexualidad, cuya vivencia nos ofrecen asimismo otras caras de Lo Más Grande. Y uno se pregunta por qué no siente amor por alguna persona de su entorno que es tan buena, tan de buen perfil, y sí en cambio lo siente a veces hacia la menos recomendable.
Por aquí puede colarse la idea de que el amor es Lo Más Grande en cuanto que no puedo controlarlo, sin embargo podemos decir también que realmente es el código familiar Lo Más Grande, ya que gracias a dicho código, formado a lo largo de muchas generaciones, sin nuestra mínima intervención, la persona que somos sabe a quién elegir, así parezca el peor a los ojos de cualquiera. Y a esa seguridad la llamamos amor, y lo es, no sólo hacia el o la que está enfrente, sino por igual hacia los que nos antecedieron. Y en efecto no lo podemos controlar, la mayor parte de las veces, aunque muchas otras veces sí sabemos qué hacer con él.
Por último, la sexualidad, un impulso de atracción poderoso como pocos, cuya consumación puede traer consigo la generación de más vida humana. Y como se sabe, no hay hasta ahora otra manera de preservarla y pasarla. Por ese hecho nada más habría que considerarla como algo que tiene cabida entre Lo Más Grande.
Hasta aquí los ejemplos. Como se ve, Lo Más Grande nos ofrece experiencias tangibles, se muestra con claridad, y no requiere de adustas o largas definiciones, tan solo requiere un corazón atento, un alma perceptiva uqe no quiera darle la vuelta a las cosas como son. Por cierto, que las cosas sean como son, es otra forma de mirar Lo Más Grande en acción.