¿Sucedió?

Diez presidentes

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Ahora que se avecinan las elecciones, he aquí unas pinceladas que denotan algún rasgo de los diez presidentes más recientes, desde la segunda mitad del siglo anterior.

Empezamos con el veracruzano Adolfo Ruiz Cortines, el presidente caballero, austero, serio, medido; se cuenta que expatrió a su propio hijo para que no se comportara como un junior. Su táctica para evitar que lo saludaran con abrazo era colocarse el sombrero de fieltro frente a su abdomen; buen jugador de dominó, sólo hasta el final abrió su juego en relación con la sucesión presidencial. Le siguió su tocayo López Mateos, oriundo de Atizapán de Zaragoza, Mexico, el último presidente popular; le gustaban las chicas, los autos deportivos y escapar en ellos de su aparato de seguridad para encontrarse con ellas; una vez, habiéndolo logrado, se topó con uno de sus secretarios de menor rango en un parque de Mixcoac, ante el azoro de éste sólo dijo: “Licenciado, mi novia…”. Lo sucedió su secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz, en cuyo inicio de mandato el licenciado Humberto Romero Pérez, poderoso secretario particular de los presidentes Ruiz Cortines y López Mateos (encargado de las relaciones públicas) fue fulminado con la frase: “No es mi amigo”, pronunciada por el presidente en el único punto de su primera reunión de gabinete. Romero Pérez estuvo como apestado dos sexenios. ¿La razón? Bautizar, pícaramente, como “Tribilín” al ya presidente poblano. Luego vino Luis Echeverría Álvarez, defeño, quien jamás se pudo sacudir el apelativo de tonto (con todos los sinónimos); en visita de Estado, la Reina Isabel II y su Príncipe consorte, Felipe de Edimburgo, tomaron su lugar para escuchar los himnos en el aeropuerto. Ignorante del protocolo real, Echeverría no cesaba de “jalar” del brazo al príncipe para que, adelantando un paso, se pusiera al nivel de la reina y sus anfitriones… El primero de septiembre de 1982 se nacionalizó la banca, hecho que pintó de cuerpo entero a dos protagonistas de nuestra historia, por un lado a José López Portillo y Pacheco, presidente saliente que apoteósico, arengaba: “¡Nos han saqueado, no nos volverán a saquear!” para que el recinto estallara en aplausos, y por otro al presidente electo Miguel de la Madrid Hurtado que, tratando de pasar desapercibido, observaba todo, pretendiendo mantener todos sus músculos en su lugar, pasaba saliva, un pequeño tic en el cuello, imposible olvidar esas imágenes. Raúl Salinas Lozano, secretario de Economía de López Mateos, nunca alcanzó su anhelo ser presidente, pero su segundo hijo, Carlos Salinas de Gortari, gracias a la caída del sistema, lo logró y entonces sí pudimos decir que ya habíamos tenido de todo en la presidencia de la república: hasta un Don Corleone y su famiglia… y llegó, de rebote, por el asesinato de Colosio, Ernesto Zedillo Ponce de León, quien se aprendió de memoria la historia de las casas presidenciales y al dejar el cargo mostró cómo había maniobrado para convertirse en un auténtico “campeón de la nómina”, para cobrar pingües salarios en varios prestigiados organismos, incluido el Banco de México, del que se jubiló con canonjías, pues aún no le correspondía; además, también una vez dejada la presidencia, dio la nota al pronunciarse en favor de legalizar las drogas.

Cambio de siglo… cambio de partido. Aparece Vicente Fox Quesada, el formidable candidato que sacó al PRI de Los Pinos, para convertirse en un timorato presidente de ocurrencias, al que, aparentemente, le gustaba celebrar varios acontecimientos a la par, como el día de su boda con la que le manejaba la comunicación social desde su campaña, pues ese día también fue aniversario de su triunfo en las urnas y su cumpleaños, además de haber tenido que despachar rápidamente al presidente Aznar de España, quien se encontraba de visita oficial… Cerramos con Felipe de Jesús Calderón Hinojosa de quien vale la pena destacar la opinión que de él se llevó a la tumba su antiguo correligionario, amigo, mentor y jefe: Carlos Castillo Peraza, uno de los grandes artífices de la democratización en México, quien, como el actual gobernante, presidió su partido, sólo que aquél es considerado como uno de los grandes ideólogos del panismo de todos los tiempos… ciertamente distanciados, Castillo Peraza lamentaba el animal político en que se había convertido su pupilo: sin principios, traicionero, acomodaticio.

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O. A. Morales. Esforzado nadador y ciclista ocasional, muy temprano dejó su natal Guanajuato para avecindarse en la delegación Gustavo A. Madero del DF. Su experiencia de más de cuatro décadas, ha girado alrededor de temas de calidad, comunicación y educación,   abarcando los sectores público, privado y social.  Comunicólogo y maestro en Ingeniería de la Calidad, es locutor, periodista y docente en licenciatura, maestría y extensión universitaria. Amante del arte, disfruta particularmente de las artes escénicas y la literatura. Vive enamorado de las palabras y las imágenes.